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Catequilla tiembla y asoman sus tragedias

Detonación en cantera de San Catequilla. Imagen tomada de quitsato.org
Detonación en cantera de San Catequilla. Imagen tomada de quitsato.org

Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar

Esa tarde, la excavadora de Juan Asitimbay Sotamba se sacudió y un ruido de muerte retumbó al pie del cerro Catequilla, unos 24 kilómetros al norte de Quito. El minero también tembló un poco, pensó en sus hijos, en sus nietos, apagó la máquina y saltó de su asiento. “¡Todita la tierra comenzó a moverse!”. Minutos después, el horizonte se perdió detrás de una inmensa nube de arena y polvo que lo oscureció todo.

Cuando ocurrió el temblor, tres minutos antes de las tres de la tarde del 12 de agosto, una cuadrilla de alrededor de treinta obreros trabajaba en la construcción de las bases de un puente sobre el río Monjas, frente a la cantera donde Juan estaba. La estructura sería parte de la nueva vía periférica Simón Bolívar, a cargo del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito. El cielo despejado del verano quiteño había otorgado licencia al sol para que abrasara esos suelos convertidos desde hace décadas, casi en un desierto.

Todos los obreros de la cuadrilla fueron contratados por la firma china Sinohydro Corporation, la misma empresa a la que el presidente Rafael Correa confió en el 2010 la construcción de la central hidroeléctrica Coca-Codo-Sinclair, en la Amazonia ecuatoriana, la más grande que se haya construido en los recién cumplidos 184 años de vida republicana.

Sinohydro construye proyectos hidroeléctricos en varios países y su estrategia de márquetin es posicionarse como la constructora de más de la mitad de las hidroeléctricas en China, el país más poblado del planeta. La mayor obra realizada por esta compañía es la represa de Las tres gargantas, en el río chino Yangtze, el tercero más largo del mundo. En Ecuador, Sinohydro prevé que la gran central hidroeléctrica nacional -que ocupará 3 600 kilómetros cuadrados de territorio amazónico- esté lista en enero del 2016. Además, la corporación vende la idea de que sus actividades cumplen con su responsabilidad social. El spot de presentación de la empresa asegura que alrededor de 5 000 ciudadanos ecuatorianos son parte de su planta y que, adicionalmente, genera más o menos 15 000 puestos de trabajo indirectos. Ya en porcentajes, dice que el 60% de sus trabajadores son habitantes de las provincias amazónicas de Napo y Sucumbíos, el 20% -dice- son chinos, y el restante 20% provendrían del resto del país.

Acceso a la cantera San Catequilla.
Acceso a la cantera San Catequilla.

Tras el sacudón de 5,1 grados en escala Richter, Juan anduvo los pocos metros que separan a la cantera de San Catequilla de su casa y se reunió por fin con su familia. Los trabajadores contratados por Sinohydro también intentaron dispersarse y buscaron un sitio despejado. Algunos volvieron a sus casas en San Antonio de Pichincha, o en las parroquias vecinas: en Calderón, en Pusuquí, en Calacalí, Rumicucho o en Pomasqui, y pudieron ver cómo la inmensa nube de polvo cubría todo. Otros se quedaron en el sitio, víctimas del susto, quizás, y ansiosos por comprobar que todos los miembros de la cuadrilla de obreros se hubieran salvado. Pero no fue así.

Decenas de policías, bomberos, paramédicos, militares y otros miembros de los cuerpos de rescate se apostaron alrededor de la quebrada, muy cerca del sitio donde varios de esos obreros habían sido sepultados bajo un montón de tierra. No se sabía cuántos. ¿Dos? ¿Tres? Entre seis y diez, decían por ahí. Pero, conforme avanzaba la tarde, nadie hacía nada para rescatarlos y ningún representante de Sinohydro estaba en el lugar. La disposición a la que obedecían los efectivos de seguridad era la de iniciar el rescate al día siguiente, cuando dejaran de rodar piedras.

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La sima, donde grita el corazón de piedra

En Catequilla, el paso de cualquier vehículo, incluso el correteo de los pequeños que juegan a la pelota o el merodeo de un perro callejero son razones para que el aire se convierta en polvo. La erosión de las laderas de la zona ha debilitado mucho los suelos, volviéndolos deleznables e infértiles, y el paisaje es una sucesión de huecos casi cóncavos en los flancos montañosos. De esos cerros se ha extraído durante décadas, el material para levantar la ciudad: edificios, urbanizaciones, puentes y viviendas llevan piedra de Catequilla. Las pocas aves que aún habitan esta zona llevan en su plumaje el peso de la tierra que opaca sus colores.

Calle Gral. Eloy Alfaro.
Calle Gral. Eloy Alfaro.

Juan tenía doce años cuando llegó al pequeño caserío de Catequilla, desde la provincia sureña de Cañar. Ahora tiene 46. Hace unos quince años trabaja como minero artesanal en la cantera San Catequilla, propiedad de dos hermanos de apellido Abambari y de su padre, Luis Asitimbay. Juan no dice que Luis es su padre. No lo quiere decir. Titubea. Lo quiere proteger… ¿Por qué? ¿De qué o de quién? “Como ahora dicen que ahí arriba es la mitad del mundo y ya es cerro patrimonio cultural nos quieren ya suspender, el (Ministerio del Medio) Ambiente, el Municipio, se dan las vueltas, los señores del Arcom (Agencia de Regulación y Control Minero) nos molestan mismo, porque hace unos dos años vinieron con la Policía y nos mandaron sacando; ahí andamos con abogado para ver si nos dan algún permiso, pero nunca nos dan una respuesta buena…”. Sus pequeños nietos corretean entre la polvareda del patio de la casa. Sus hijos –también trabajadores de la cantera- pasan cerca, saludan con timidez y entran a sus habitaciones. El temor de perder su única fuente de ingresos es permanente. “A nosotros nos pagan barato: una piedra de 65 centímetros de largo y 35 en cuadro nos pagan cinco o seis dólares, transportada hasta la Mitad del Mundo, o acá arriba en Carapungo o acá arriba en el Comité del Pueblo -cuenta-. Nosotros, como trabajamos en brusco nomás, no es mucho…”. Los compradores del material pétreo de las canteras de esta zona, en cambio, transforman cada piedra en alrededor de un metro cuadrado de baldosas de tres o cuatro milímetros de grosor y elevan el precio cuatro, cinco o hasta diez veces.

volquetero en Catequilla

San Catequilla no es una cantera muy productiva, en comparación con otras como Tanlahua o Fucu-Sucu, a pesar de que durante muchos años ha sido la base para la fabricación de piezas decorativas en plazas, iglesias, parques “y hasta en el malecón de Guayaquil… ¡No hay un punto en el que no se haya puesto la piedra de aquí de Catequilla en todo el Ecuador”, me aclara con orgullo Juan. Mientras hablamos, el ruido de las rocas que no se cansan de caer vuelve a susurrarnos esas incomprensibles palabras de muerte. “…sigue derrumbándose la mina…”, dice él, con su aparente tono de impavidez. En otras minas de la zona, se obtiene material de construcción como ripio o el llamado polvo azul, pero en Catequilla lo que se extrae es roca. Shungo de piedra, le dicen los lugareños. “Aquí es roca roca, y lo que sale es un viaje o dos viajes de piedra al día (en volquetas), pero más sale piedra para embellecer centros históricos…”. Los mineros trabajan al pie del monte desde las seis de la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde, a veces un poco más, y eso cuando no hay mucho sol, “porque el sol es bien matador aquí”. Si uno mira hacia arriba, junto al cerro de Catequilla, frente a la ladera carcomida por la minería, siente que ese montón de roca puede caer encima en cualquier momento. Según la información que guarda la Junta Parroquial de San Antonio de Pichincha, 1050 volquetas están registradas para transportar un aproximado de 30 000 metros cúbicos de material pétreo cada día.

Hay huecos de canteras que registran permanentemente deslizamientos de tierra, tanto que en ciertos puntos, los mismos trabajadores o los vecinos del lugar han improvisado mecanismos de contención.

Las pocas cuadras que conforman el poblado de Catequilla reposan en medio de una maraña de caminos cubiertos de polvo. En algunos de sus vericuetos permanecen una parte del día estacionadas las volquetas que los hombres del caserío conducen de madrugada, para transportar el material pétreo hacia la ciudad. Los vecinos de la avenida Occidental, vía perimetral que dibuja un flanco de la ciudad moderna, despiertan con frecuencia a las cuatro o cinco de la mañana con el ruido de los motores de decenas de volquetas cargadas de material. Desde el  2012, la anterior administración municipal, en manos del gobiernista Augusto Barrera, logró un acuerdo con las asociaciones de volqueteros para que el transporte de material se hiciera entre las tres y las siete de la madrugada, con el propósito de evitar molestias a las comunidades cercanas a la zona de explotación. También consiguió que los volqueteros aceptaran cubrir con lonas el material transportado. Pero dos años después, estas disposiciones se cumplen a medias y la explotación irregular continúa.

Juan está convencido: “Este cerro no se puede agotar porque es 97 o 99 hectáreas…”.

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La lluvia y las primeras sombras nocturnas sorprenden a unas cuantas familias angustiadas. Una mujer bordea el cordón policial que las autoridades han dispuesto antes de llegar al sitio donde quedaron sepultados los trabajadores, y pregunta: ¿Y no van a bajar a sacarles de ahí? –Después murmura, entre el quejido del llanto y la ronquera de la rabia: “¡Ya están ahí horas de horas, qué querrán, sacarles ya muertos!”.

El helicóptero de la Policía Nacional hace sobrevuelos a baja altura cada cierto tiempo. Juan luce cansado y en la piel de su rostro, las líneas de arena ennegrecida por el sudor trazan sus arrugas. Ya son las siete de la noche. Han pasado cuatro horas desde que ocurrió el sismo. “¡Por eso le indigna a uno, son personas humanas que se debe rescatarles enseguida, las maquinarias están ahí y nadie hace nada, la Policía no deja pasar a ninguno…!”. En una jornada normal, estaría por comenzar el turno de la noche para los empleados de Sinohydro, pero esta no es una jornada normal: debajo de la tierra hay empleados de una empresa china que parecería estar manejada por fantasmas.

Un joven de apenas veintisiete años llega al sitio con su mochila a la espalda, con una gorra oscura y con el rostro fruncido por la sensación de pérdida, Se trata del encargado de la maquinaria durante la jornada nocturna. Él escucha durante unos minutos los reclamos de las mujeres que no saben dónde está su hermano o su padre o su marido. Atiende las quejas de los hombres sin su padre, sin su hermano, sin su amigo. Alguien más llega, se abre paso entre el corro que se ha formado, y le pregunta:

-Vea, ¿usté es el que maneja la máquina?”.

-Galo Atuña, me llamo, sí… Venía al turno de la noche pero ya me enteré…

-Es que es para ver si es que mañana a primera hora se puede venir para meter ahí la máquina para sacarles a los compañeros, ahora no hay cómo, no se puede…

Las mujeres, las madres, las hijas, las amigas, las hermanas dejan salir sus súplicas como si debieran pedir de favor que alguien se ocupe de salvar a sus seres queridos. Como si de morirse así se tratara la vida del que no tiene en qué caerse muerto. Galo no sintió el temblor pero está indignado. Alguien le contó que en la televisión mostraron imágenes del sitio donde habían sido sepultados sus compañeros y ahora quiere explicarse cómo pudo haber ocurrido algo tan grave, así que ensaya su propia explicación: “Es que aquí hacen los trabajos encima-encima… Este trabajo es un rebulicio: nos insultan, y si estuvieran los de Recursos Humanos aquí, yo sí les denunciara…”. Pero no están. No hay ningún funcionario de Sinohydro en el lugar. Nadie ha aparecido mostrando una mínima preocupación por los obreros desparecidos. El ruido del helicóptero esconde el rumor de otras piedras que caen.

Sinohydro tiene un gran historial de denuncias y escándalos que la prensa ha registrado y que, en algunos casos, las autoridades de gobierno han minimizado. El 14 de agosto del 2012, Sinohydro registraba 10 denuncias en su contra por abusos en el trato a sus empleados de Coca-Coda-Sinclair. En noviembre del 2012, diario El Telégrafo registró las declaraciones de funcionarios del Ministerio de Relaciones Laborales y de Electricidad, en las que desmentían las denuncias de los empleados. “A mí no me importa que me boten, pero mi trabajo tiene que ser bien hecho… -continúa Gabriel-. Y yo les decía que bajemos con bermas (sistema de terrazas para la excavación), con bermas, con bermas para bajar peinando, y ellos decían que no, que así nomás: es tlabajo, ápilo, ápilo –¡esa es la palabra de ellos!- ápilo, ápilo… su tlabajo, ápilo…”.

En eso, llega alguien más al corro diciendo que “no hay cómo trabajar ahorita porque están cayendo ahí unas piedras… para no correr riesgos ahí dentro… entonces hay que entrar mañana… para que nos den haciendo ese trabajo… No, no, no llegamos, no llegamos, porque está derrumbado y están bajando las piedras, y como estaba oscuro, no podemos…”.

–¿Y a los enterrados les van a dejar ahí?

–No, no, tenemos que sacarles con la máquina, mañana…

–¡Pero, mañana! Uuuhhhh… Dios mío….

La mujer llora silenciosamente, como con vergüenza de mostrarse indignada…

–O sea que ya no se les va a rescatar vivos…

–No, ya no.

–Obviamente… dicen, según los datos que tienen, que están solo dos ahí dentro…

–Pero lo que yo digo es que el teléfono del uno suena…

La mujer abre los ojos húmedos creyéndose portadora de la razón más poderosa para convencer a alguien de que se inicie el rescate de su yerno…

–El teléfono, ¿por qué chilla el teléfono? ¡Es que no está muy profundo! -apoya la hija del desaparecido.

–Hasta mañana es muy difícil, muy difícil…

–Bueno, entonces quizás haiga la orden para mañana a primera hora para realizar eso…

La mujer no deja de suspirar…

***

Luego de que se difundieran los primeros reportes de víctimas, ese martes de agosto, las primeras declaraciones del gobierno ecuatoriano se ocuparon de responsabilizar al Municipio de Quito y al alcalde recientemente electo y opositor al régimen, Mauricio Rodas, en lo que evidenció una burda bronca política que dio la espalda a la emergencia. Argumentos iban y venían, pero la orden de iniciar el rescate -aun cuando Rodas declaró en emergencia la zona del epicentro- no se asomaba, siquiera.

Al día siguiente, el alcalde llegó a Catequilla y ofreció declaraciones a los medios. Pidió la calma, ofreció soluciones y se lamentó por los muertos.

Claro, nadie sobrevive más de dieciocho horas bajo tierra. Una vez muertos los obreros de Sinohydro, el director ejecutivo de la Agencia de Regulación y Control Minero, Edgar Giovanni Astudillo, hizo declaraciones en televisión. Correa y Rodas ofrecieron una rueda de prensa e intentaron dejar de lado la bronca política de las primeras horas. El Ministerio del Ambiente ordenó iniciar procesos contra las canteras ilegales; dos días después del sismo, la Arcom dispuso el cierre de 33 canteras y las autoridades de gobierno ofrecieron diseñar alternativas laborales para los mineros afectados.

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La cima y el monumento al ego

«Cuando ocurre un eclipse es porque el Sol y la Luna hacen el amor; el Sol, que es la hembra, abraza a la Luna, el macho, y así se produce la sombra del eclipse».

Ray Norris

La tierra tenía que temblar. Tenían que haber muertos para que pusiéramos los ojos sobre Catequilla. Solo ahora nos enteramos de que Catequilla es un cerro herido por una cantera. Pero algunos nos acabamos de enterar de que Catequilla no es solamente una mina de piedra, sino que, además, es patrimonio cultural, o sea que es un patrimonio que pertenece a cada uno de los ecuatorianos por igual.

Monumento al ego. Piezas que usó Gustavo Guayasamín para levantar un monumento sobre la plataforma arqueológica aún no estudiada.
Monumento al ego. Piezas que usó Gustavo Guayasamín para levantar un monumento sobre la plataforma arqueológica aún no estudiada.

Esta colina está coronada por una plataforma arqueológica como la de Ingapirca o la de Macchu Pichu. Mucho más pequeña, sí, pero igual que aquellas, de incalculable valor histórico y patrimonial. Más aún porque los restos de Catequilla datan de épocas preincas y porque, a pesar de ser un sitio inventariado como patrimonio por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), Catequilla no ha sido estudiado a profundidad. Para eso se necesitan recursos públicos que ningún gobierno ecuatoriano ha asignado (ver documento adjunto).

Catequilla pudo ser utilizado como un observatorio astronómico, más que como un espacio dedicado a la fiesta o a la ritualidad. Así lo demuestra su ubicación, pues desde la cima del cerro es posible divisar los dos cielos: el del norte y el del sur, es decir, la bóveda celeste completa. Catequilla es el único punto alrededor del planeta que, ubicado sobre la línea equinoccial, permite una visión de 360° y es considerada por algunos investigadores como el punto que representa la verdadera mitad del mundo. Pero, más allá de defender la importancia de un sitio por su aprovechamiento turístico, se trata de develar la necesidad de que el Estado ecuatoriano encare un desafío que le corresponde y al que le ha dado la espalda siempre: Catequilla es un sitio patrimonial que, siendo propiedad de todo ciudadano ecuatoriano, está en manos de la minería y de los intereses privados. En su cumbre y en sus laderas se practica motocross por aficionados, innumerables charlatanes que se hacen pasar por chamanes o iluminados del nuevo milenio montan ritos ceremoniales con frecuencia sobre los restos arqueológicos, encienden fuego, acampan y dejan el sitio vuelto un basurero. Pero también hay un basurero, uno mayor, en una de sus aristas, quince minutos antes de llegar a la cima. Y sobre ese cerro que no ha sido aún estudiado por especialistas, Gustavo Guayasamín, quien compró parte de la montaña a los hermanos Abambari dizque para proteger el patrimonio, ha levantado una estructura metálica que simula un calendario solar.

¿Sería posible que esto ocurra sobre Ingapirca o Macchu Pichu? ¿A alguno de nosotros se nos ocurriría citar a los panas para subir en motocicletas y expulsar adrenalina sobre, digamos, los trazos de Nazca? Pues a Catequilla se le hace esto y más. Y el Estado ecuatoriano brilla por su ausencia. Para salvar a Catequilla hace falta decisión política que busque seriamente el rescate y la preservación de un patrimonio cultural.

Motociclistas descienden desde la plataforma arqueológica donde hacen prácticas de motocross.
Motociclistas descienden desde la plataforma arqueológica donde hacen prácticas de motocross.

 

Un observatorio astronómico milenario

Parecería que todo empezó allá por 1735, cuando en la Academia de Ciencias de París surgieron discrepancias sobre cuál era realmente la curvatura de la Tierra. Unos decían que los polos eran zonas ensanchadas, otros aseguraban que la zona ensanchada era el cinturón ecuatorial, pero no había el mínimo consenso al respecto.

Para salvar las dudas, un año después se organizaron dos expediciones de científicos europeos para medir el arco de curvatura del planeta. Una viajó hasta Laponia, hacia el Polo Norte, y la otra se dirigió hacia lo que por entonces era la Real Audiencia de Quito, en el actual territorio de Ecuador, y más precisamente, en la zona actual de San Antonio de Pichincha.

Pero, si la línea equinoccial tiene poco más de 40 000 kilómetros de longitud a lo largo de todo el globo, ¿por qué está aquí la mitad del mundo? Si el imaginario paralelo cero cruza por países como Colombia, Brasil, Guinea, Uganda, Kenia, Somalia, Indonesia, Singapur y otros siete, incluido el Ecuador, ¿por qué es este último el que lleva su nombre, y por qué es este territorio el que eligieron los expedicionarios de 1736?

La palabra Ecuador  proviene del vocablo latín aequātōris, que significa igualador. Por esta razón, este territorio fue bautizado con ese nombre gracias a las investigaciones que ya en el siglo XVIII realizó la astronomía moderna. Sin embargo, esos conocimientos astronómicos ampliamente difundidos por el pensamiento europeo y por las élites intelectuales, aun hasta la actualidad, tienen un correlato en las evidencias arqueológicas halladas en todo el planeta.

Quito se levanta sobre una serie de imaginarios milenarios. Uno de ellos reside en los mapas que la han dibujado. El investigador Ernesto Capelo* resaltó el protagonismo institucional en la historia cartográfica nacional y en el reconocimiento de los territorios, y puso también a las Fuerzas Armadas como protagonistas. También Capelo destacó tres momentos en la historia cartográfica nacional: las celebraciones del primer centenario de la Misión Geodésica de 1763, el reconocimiento del país como territorio amazónico y el levantamiento de un complejo imaginario simbólico orientado al fortalecimiento de los potenciales comerciales y turísticos en Quito. Pero Capelo descuidó algo: la importancia simbólica de los lugares citados como hitos, más allá incluso del período comprendido entre 1736 y la época republicana, representada en la figura del actual Instituto Geográfico Militar. Capelo deja de lado el dato histórico de que hace más de mil años, sociedades preincas habitaron la zona de San Antonio de Pichincha, tal como lo prueba la existencia de la plataforma semicircular que corona el cerro de Catequilla.

El científico ecuatoriano Cristóbal Cobo, director del proyecto Quitsato, muestra que Catequilla es el punto medular de una idea cartográfica muy clara que permitió a las poblaciones preincas organizar territorialmente toda la región de la mitad. Su ubicación permite divisar -además de los dos cielos- alrededor de 28 pueblos distintos vinculados con la cultura solar. Catequilla habría sido un verdadero observatorio astronómico, ahora abandonado por esa institucionalidad que sí auspició, en cambio, la iniciativa turística y comercial de levantar la Ciudad Mitad del Mundo, en terrenos de propiedad del Gobierno de la Provincia de Pichincha.

Una serie de templos solares naturales se erige sobre varios puntos alrededor de Catequilla, entre ellos los de Cochasquí, Pambamarca, Calacalí, Pomasqui y Rumipamba. Las iglesias católicas del Centro Histórico quiteño fueron alineadas sobre los templos solares que allí existían antes de la invasión hispánica, como parte del proceso de violencia simbólica. Estos puntos geográficos fueron fundamentales para construir la cartografía oficial del Ecuador.

Salgamos del engaño: el famoso monumento de Luis Tufiño, la torre de la Mitad del Mundo, se levanta a 7,8 segundos al sur de la verdadera ubicación del paralelo cero, y cada segundo equivale a 33 metros. Ese monolito fue un homenaje a las misiones de científicos que llegaron para probar el achatamiento polar y el ensanchamiento ecuatorial de la Tierra, mas no a medir su línea imaginaria.

*Celebraciones centenarias y negociaciones por la nación (Ernesto Capelo)


 

Videoclip La mina (Fragua) 

Documentos:

 

LEY DE MINERIA (REFORMAS)

PLAN METROPOLITANO DE ORDENAMIENTO TERRITORIAL 2012 – 2022

ORDM-255 – REGIMEN DE SUELO

 

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