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#Debate2017: ¡Vaya viendo, vaya llevando!

En el #Debate2017 hubo de todo. O de nada. Lo impracticable, lo inverosímil, lo ingenuo y lo ridículo son ingredientes del menú que ofrece la mayoría de candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de Ecuador. Julia Daza nos cuenta sus impresiones en este artículo.

debate2017

Por Julia Daza / @JuliAzul_ 

¡Venga, venga! Acérquese y mire.

¿Las quiere grandes?, ¿chicas?, ¿azules?, ¿picantes?, ¿en combo?

No importa cómo las solicite porque, en tiempo de campaña, para los candidatos no hay oferta imposible.

¿No me cree? Pues ponga atención a ciertos detallitos del primer Debate Presidencial 2017 y luego, “vaya viendo, vaya llevando”.

Para empezar, que alce la mano quien esté necesitando plata. Uno, dos, 25, 890… Ya, ya, no todos a la vez. Tranquilos, que para todos alcanza. ¿Por qué? La candidata Cynthia Viteri (PSC) dice que devolverá el 75% del Impuesto a la Plusvalía que el Gobierno recaude hasta mayo.

¿De a cuánto le toca a cada uno? Ni idea. ¿Será que hace depósito o transferencia en las cuentas personales?, tampoco. Pero, de que devuelve esa plata, devuelve. Claro, también podría reembolsarla con alguna obra, pero… ¡Wait!, ¿no es para eso mismo que sirven los impuestos?

¡Bueh! En todo caso, a frotarse las manos, que si la socialcristiana gana, en mayo de ley habrá para el regalo del Día de las Madres.

Y si de obsequios se trata, ¿qué tal comprar unas lindas pistolas? Sí, ya sé que la ley prohíbe la libre portación de armas. Pero es que ustedes no contaban con que Patricio Zuquilanda (PSP) ofrece que va a permitirlo. Y si por ahí se les va un disparo demás, tranquilos. Cuando los enjuicien, ustedes –literalmente– no van a tener que vérselas con la Justicia porque “los jueces sin rostro” entrarán en acción. Ok, ok, yo sé que los entendidos en Derecho dirán que existe un tal principio de inmediación procesal. Sí, ese que dice que debe haber relación directa entre el juez y las partes involucradas en un proceso. Pero, ¡y qué! A Zuquilanda, no hay ley que lo detenga. Aunque no es el único.

Otro que anda con viada es Guillermo Lasso (CREO). Ya tiene listita la Ley de Comunicación para tirarla en el primer tacho de basura que encuentre en Carondelet. Qué importa si el texto cae junto a cáscaras de fruta, papeles arrugados y botellas de plástico. El hecho es que, según él, esa ley no sirve para nada.

Pero, un ratito, no quiero ser aguafiestas. Menos aún con aquellos periodistas cuya sonrisa tintinea de solo pensar en ejercer su profesión sin esa mordaza legal. El ‘peque’ problema es que, si don Guillermo asume como nuevo presidente de la República tiene que jurar que cumplirá la Constitución. Y, ¡ni saben! Ese librito obliga a que el país tenga –repitan todos en coro­–: ¡Una Ley de Comunicación!

Según el candidato de CREO, si mismo, mismo, miiiiismo toca hacerle caso a la Constitución, pues dicha norma tendrá un solo artículo: uno que consagre la libertad de expresión como derecho humano sin regulación estatal. ¡Liiindo! ¡Aplausos, por favor! Hasta yo casi lloro de la emoción. Solo que, cuando el nudito lastimero me subía por la garganta, recordé que la mayoría de ustedes aprobó que la Ley de Comunicación debe tener un Consejo de Regulación. ¿Se acuerdan o no saben por lo que votaron? Eso fue en la consulta popular de 2011. No se hagan, que bien que se acuerdan.

Ahora bien, si a Don Guillermo ni le va ni le viene la normativa legal y menos la consulta popular, me imagino que si gana no va a jurar sobre la Constitución. Eso me recuerda a un exministro de Economía que, hace 10 años, hizo exactamente lo mismo con la Constitución de 1998. Hizo una nueva Carta Magna y, hmmm… Ya sabemos cómo le fue al país.

Y hablando de recuerdos, hay algunitos a quienes, de la noche a la mañana, se les borró el cassette de la última década. ¿Verdad, señor Pesántez? Porque al oírlo hablar de la independencia del sistema judicial, de concursos de méritos y oposición y de jueces probos, se creería que no hay mejor idea. Porque de ley, si alguien se mete en problemas que desemboquen en los juzgados, qué miedo que los jueces –en lugar de ver las pruebas– sigan órdenes superiores. ¡No vale así!

Lo malo es que en Ecuador la Justicia estaba en manos de “la partidocracia; y ahora, tiene otro dueño: la revolución ciudadana”. Así dijo el candidato de Unión Ecuatoriana, en el auditorio de la Cámara de Comercio de Guayaquil. Enfático, a boca llena, con cabello engominado y entrecejo fruncido. Con todas las de ley, que se dice.

Y, claro, en la infinita candidez de unos cuantos espectadores, una oferta así, sellada con semejante frase, es para aplaudir de pie. Pero, ¡aguanten, no se levanten aún! ¿Qué onda con ustedes, ah? ¡Se creen todo lo que les dicen! Mejor es predicar con el ejemplo. Y a Washito se le olvidó algo que está fresco en la buena memoria de algunos y… también en Google y Youtube.

¡Revisen! Los hechos clarito muestran que don Pesántez llegó a ser Fiscal General del Estado por un nombramiento directo que le dio la Asamblea Constituyente en 2007. Sí, esa misma cuya mayoría de legisladores eran de –¿adivinen?–: ¡la revolución ciudadana! Esa que, según el candidato, es la nueva dueña de la Justicia. Aunque, como buen abogado que es, me imagino que habla con conocimiento de causa o de causas judiciales… ¡Quién sabe! Lo que sí es digno de reconocerle a Washito es cómo hace para que nada se le arrugue. Ojo que no me refiero a sus trajes, sino a su rostro. En serio, ¿cómo le hace? En varias ocasiones durante el debate, y sin inmutarse siquiera, dejó en el piso a un Gobierno Nacional encabezado por su otrora “amigo” Rafael Correa. Con amigos así…

Y ya entrados en el tema de la amistad, así como panas, hay que decirle a Iván Espinel que si se metió a ligas mayores, le toca aprender a jugar. (Si lees esto, en serio, bróder, ¡te toca!) Habría sido genial poner en este artículo algunas de las ofertas de campaña del candidato de Fuerza Compromiso Social. Aquellas que sean difíciles o imposibles de cumplir. Pero, ¿saben?, este jovencito me la puso difícil. Por un lado parecía que alababa algunas de las obras de este Gobierno y por otro, que las criticaba. Manejaba cifras (verificadas o no, pero se las sabía). Luego, atacaba a Lasso y finalmente no entendí qué mismo quiso decir. Está bien, lo admito, de pronto la falla es mía. Pero, no sean malitos, tengo que seguir escribiendo, acoliten y explíquenme qué rayos quiso decir Iván con aquello de que “en casos específicos, más bien pulula la coyuntura política y por eso causan los casos de corrupción”. La plena que le doy vueltas y no entiendo nada. Más aún cuando sé que esa frase fue la respuesta a la pregunta sobre la independencia de poderes (¿?).

En ese mismo tema, el general Paco Moncayo (ID) estaba filito. ¡Se las sabía todas! De hecho, no hubo pregunta difícil para él. Es más, su tono de estadista y eterna parsimonia le otorgaban mayor seriedad a sus propuestas. Con tanto sustento, se acabó el debate y no le hallé propuesta incumplible. Y ya, cuando estuve a punto de botar la toalla, Paquito me dio papaya en forma de tuit.

“Pensaron que estaba dormido y gané el debate”, dice la leyenda de un meme con la imagen de un hombre canoso que, de lucir pasivo, pasa a verse como un fortachón de torso desnudo. Está bien, ¡lo lograron! Reí de largo con ese mensaje posteado desde la cuenta de Twitter del candidato. Pero es hora de ponerse la mano en el corazón, en lugar de ponérsela en los ojos. Ustedes y yo sabemos que eso no es así. En el evento, el general no demostró carisma alguno. Y ya sé, antes de que me caigan encima diciéndome que las personas debieran votar por propuestas y no por imagen, les anticipo que yo pienso igual. Pero, gente, es hora de que lo sepan: tristemente, ¡no todos votan por propuestas! Muchos se dejan llevar por el espectáculo político. Y ayer, Paquito no supo aprovechar del todo las dos horas disponibles en televisión abierta. En todo caso, si ya hizo la oferta en su red social, veamos si cumple y en el próximo debate hay más de Paco y menos del general.

A quien de verdad no hay forma de reprocharle el carisma es a Dalo Bucaram (FE). Guiñó el ojo, sonrío, puso el pulgar arriba… Mejor dicho, encantó ante las cámaras. Con tanta simpatía, dudo de que todos hayan detectado algún traspié en su intervención. ¿No? ¿Qué creen?, pues sí los hubo.

En medio de esa consigna colectiva de los presidenciables sobre la reducción y eliminación de impuestos, el exroldosista sentenció: “Hay que acabar con el cuco de que si no tributamos, no puede existir obra”. ¡Uy! Y ahora, ¿qué hacer? Porque en ese cuco, muchos creen. Se sabe que en este y otros tantos y tantos países, los impuestos son clave para financiar obras estatales. Política tributaria le dicen. Y, obvio, a nadie le gusta estar pagando impuestos por aquí, por allá, por la ropa, por la comida preparada, por la casa vendida, por el carro comprado… Pero de eso, a desconocer el objetivo de esos cobros, hay una gran distancia. Más o menos como de aquí a… ¡Panamá! Si bien Dalo es un hombre de fe, pues de pronto la fe no le alcanza para convencer al sector privado de financiar toda la obra pública. Como quiera que sea, ese tema será digno de preocupación si llega a ser presidente.

A propósito, el actual inquilino de Carondelet lanzó un par de críticas al Debate Presidencial 2017 que, si bien estuvo lejos de ser perfecto, fue una buena oportunidad de escuchar a todos los candidatos. A todos, menos al que sabemos, a ese que no dio chance de conocer cuán factibles son sus propuestas. Al mismo que ni siquiera voy a nombrar. ¿Por qué? ¡Por faltón! Y porque este es mi artículo y aquí, solo gobierno yo.

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