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El comegente: retrato de un caníbal

Por Víctor Vimos Vimos / Corresponsal en Lima  

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La indolencia es una característica que hombres y mujeres de Tauro dicen tener. Una capacidad así da para mucho: a Aldolf Hitler, por ejemplo, le sirvió para enterrar su furia sobre miles de cráneos judíos; a Santa Rosa de Lima le permitió someterse a extensos castigos en los que deliraba, entre las vetas de sangre, el nombre de Dios. A Dorancel Vargas Gómez, un solitario vagabundo que recortaba las calles en Táriba, un poblado de la sierra venezolana, le permitió engordar comiendo gente.

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A la lista de apodos con que son bautizados quienes practican la antropofagia no le sobra ingenio. Eso lo prueban los motes de ‘El caníbal de Ruen’, ‘El caníbal de Rotemburgo’, ‘El carnicero de Rostov’, “El carnicero de Milwaukee”, y así por el estilo. Dorancel Vargas Gómez tampoco fue la excepción: una mañana de febrero de 1999, las portadas de los diarios venezolanos informaban del hallazgo de cabezas, manos y pies enterrados hasta entonces en las cercanías de un rancho en Táriba. Encima de las fotografías que testimoniaban ese reguero de extremidades se podía leer el siguiente encabezado: “EL COMEGENTE”

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simboloJohn Carlín, autor del celebrado El Factor Humano (2008) y uno de los más destacados periodistas británicos, pensó que el trabajo Dorancel. Crónica de la Infamia, era en verdad una novela. Podía sonar ridículo tratándose del Primer Concurso de Periodismo de Investigación Banco de Venezuela–Random House Mondadori, al que asistía como miembro del jurado, y en el que la obra participaba. Pero, la narración trepidante, rica en descripciones, donde el personaje principal, Dorancel, El Comegente, aparecía como una figura silenciosa pero en movimiento constante, fue la responsable de su confusión. La trama no responde a una estructura cronológica y tiene la virtud de invitar al lector –específicamente, a su imaginación– a adelantarse a la tormenta que se avecina tras las ruinas de la sequía.  Al concluir la lectura, Carlín, seguro de que las dosis de información, fechas, nombres y lugares daban cuenta de una investigación periodística profunda, pudo notar que aquella factura literaria era novedosa en medio de las decenas de trabajos que llegaron al concurso. Y una mañana de 2005 se dictaminó que Dorancel. Crónica de una Infamia, de autoría de Sinar Alvarado, era la obra ganadora.  

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“Rebeldía puede ser, tal vez, vivir más de diez años sin un sueldo fijo, guerreándose el pan a punta de palabras”. Ese era el tuit que el pasado 25 de mayo, Sinar Daniel Alvarado Fernández escribió en su cuenta. Resumía de esa forma el camino recorrido desde que asumió la decisión de escribir no-ficción. Fue criado desde muy pequeño en Maracaibo, Venezuela, donde cursó estudios universitarios de Periodismo pero vio la luz en la colombiana Valledupar, en 1977. Ahora reside en Bogotá, está casado y, aparte de dedicarle todo su tiempo a la escritura, cocina y practica jardinería. Para él, la crónica periodística -su carácter narrativo y la flexibilidad del estilo- tiene “el poder de los hechos, un gancho irresistible de la realidad”. Textos suyos como Infiltrado en una caravana de contrabando o Un toscano que corta chuletas y recita la Divina Comedia (disponibles en la red) lo prueban. El autor hace gala de una observación minuciosa. La usa como herramienta para poner a dialogar elementos particulares con reflexiones más amplias, subjetivas. Sinar ha reconocido que en principio planeaba ser novelista pero que, tras el premio recibido por la historia de Dorancel, su vocación por la escritura de crónicas se ha visto reafirmada y fortalecida al punto de dedicarse cotidianamente al periodismo freelance: “Lo hago por la libertad. Para mí, en el trabajo y en la vida, no hay nada más valioso”.

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Retrato de un caníbal: los asesinatos de Dorancel Várgas Gómez fue el título bajo el cual el sello DEBATE publicó en 2005 la obra de Sinar Alvarado. Desde la primera página hasta el final, da la impresión de que Alvarado sigue con una cámara de mano cada uno de los pasos que El Comegente da en territorio venezolano.   El lector se verá enfrentado a la descripción de una infancia difícil, agudizada por la presencia de las primeras manifestaciones de la esquizofrenia, enfermedad que llevará a Dorancel a un grado de violencia capaz de cometer, entre 1998 y 1999, más de una docena de asesinatos causados con un tubo con forma de flecha. El texto no encuentra un soporte único en la información policial obtenida por el autor, sino que recrea el ambiente marginal de la vida de Dorancel a partir de una serie de relatos de sus familiares, amigos y parientes de las víctimas. Alvarado hace gala de un manejo limpio del suspenso y es capaz de mantenerlo hasta la última página, en la que se revela un dato capaz de justificar la descripción de infamia que el autor da al libro. Las imágenes y los ambientes descritos por Sinar Alvarado recuerdan las condiciones más amargas de la vida suburbana y son constantemente alimentadas por detalles que muestran cotidianidad, dolor y desgracia. Pero además del estilo, de los hechos y del misterio que caracterizan a la historia, Alvarado propone la lectura de un margen social en el que el Estado nada arriesga en favor de sus ciudadanos menos beneficiados. El castigo que conlleva el sistema penitenciario, instituciones de rehabilitación permeadas por la corrupción y la reproducción de las relaciones de poder que abusan de los más desprotegidos complementan de forma silenciosa el escenario en el que transcurre el Retrato de Dorancel.

Dorangel Vargas "El Come Gente"

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Desde que fue encarcelado, El Comegente ha concedido pocas entrevistas. En la más reciente, de 2012, un rostro envejecido y engrosado, como aplastado por el insomnio, se deja ver tras los barrotes de su celda. A la pregunta de la periodista que intentaba indagar qué haría si llegara a salir libre, Dorancel, mordido en sus cincuenta y siete años por la esquizofrenia avanzada, apenas atina a decirle: “Volvería a comer carne, señorita, que pa´eso es que sirvo yo”.

 

OTROS ENLACES RELACIONADOS:

http://www.culturizando.com/2012/09/horrores-humanos-dorancel-vargas-el.html