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Rafael Correa y los longos de mierda

Rafael Correa, el expresidente ecuatoriano, dejó su país para pasar un tiempo con su familia en Bélgica. Pero con su partida dejó asuntos para discutir: ¿quiénes somos y por qué queremos estar juntos los ecuatorianos? Esta es una de las preguntas que se hace y nos hace Carlos Cabrera en este artículo.

Foto/Edu León

Por Carlos Cabrera 

OFFLINE: “¡Fuera Correa fuera!”, grita la clientela dentro de un restaurante en Quito, mientras Rafael sale del local vociferando y calificando de «pelucones ignorantes” a quienes lo echan.

ONLINE: La masa enardecida se regodea en cada grito y el Ecuador entero continúa discutiendo cada trino que el tuitero y expresidente @MashiRafael escribe en su cuenta.

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Han pasado casi dos meses desde que Lenín Moreno es el nuevo presidente del país pero aún hay noticias políticas -sea en medios tradicionales o en redes- sobre @MashiRafael o que lo insinúan. Estamos todavía atados -pareciera- a hablar, pensar y sentir solo por él.

Mientras tanto, Correa vive en una realidad paralela: él no deja de sentirse presidente (quizá por nuestra propia culpa, además) y al mismo tiempo se muestra disputando el poder con el nuevo presidente desde la que pareciera su última trinchera, Twitter.

Pero Correa dijo también que se va, que quiere vivir tranquilo con su familia, y se fue, dejando la imagen de quien se siente obligado a seguir presente en la opinión pública de su país.

El expresidente @RafaelCorrea se empeña -o nos empeñamos todos- en seguir en este circo mediático de dimes y diretes vía redes sociales. Los ecuatorianos llevamos su discurso al terreno de nuestro propio discurso y sin darnos cuenta ponemos nuestra imagen frente al espejo. Pero, ¿yo qué tengo que ver con ese personaje? Tenemos todo que ver con él.

La pregunta más difícil que le pueden hacer a un ecuatoriano no es si es hincha de Liga, Barcelona, Emelec o cualquier otro equipo del fútbol nacional. La pregunta más difícil es ¿qué significa ser ecuatoriano? Nadie responderá de manera certera y concluyente pues nadie sabe lo que eso significa.

Quizá todo tenga que ver con nuestra diversidad cultural y étnica, quizá no. Tal vez tenga que ver con que somos una fanesca de ingredientes tan diferentes entre sí, o que pretendemos ser como una sopa de cebolla a la francesa (democracia representativa liberal), acompañada de una refrescante coca-cola en funda (sistema capitalista de consumo y no de producción, pues somos demasiado católicos para competir), traída en delivery al mercado global (siempre el repartidor llegando tarde al proceso globalizador). Quizá no superamos aún la herida colonial y Correa solo ha trazado en sus discursos una línea que todos entendemos, pero que jamás cuestionamos.

Somos la herencia mestiza (ni blanco español ni indio americano) denigrada en términos despóticos y peyorativos como ‘cholo’, ‘longo’, y en reivindicaciones igual de clasistas, racistas  y resentidas como ‘pelucón’, ‘aniñado’ o ‘plástico’.

La línea divisoria colonial entre mestizos, indios y negros se mantiene a rajatabla. Y aunque tenemos computadoras e internet, aunque la globalización nos ha permitido discutir temas de género, ambientales y de cuidado animal aun no podemos debatir de frente, públicamente, acerca de nuestro marcado escalafón social -que no es económico, porque “también hay longos con plata”-, porque sigue siendo este el tema que nadie debe tocar.

Lo longo y lo cholo son el símbolo de todo lo que odiamos de nosotros mismos. Pero no hay nada más cholo y longo que ser ampliamente mestizo. Nos escondemos en estas palabras para evitar definirnos e identificarnos. Lo que está excluido es lo mismo que constituye y crea nuestra realidad como país, nuestra ontología y, para algunos, nuestra mayor vergüenza.

El  trauma es tan profundo que nuestro insulto más poderoso es «longo de mierda”. Esas tres palabras afloran en la boca de todo ecuatoriano, llenas de rabia, de empute. Las usamos para la ofensa, aunque esto solo nos muestre la impotencia y la frustración que sentimos con nosotros mismos. Solo en el insulto sale nuestra verdadera cara, solo así aceptamos nuestra triste realidad. Este país está dividido entre los que ‘son longos’ y los que no, aunque nos empeñemos en ocultarlo en el oscurito.

Rafael Correa no fue el primero en mostrar esta división y aprovecharse de ella. Pero sí fue quien más la mostró. No necesitaba decir nada (aunque lo dice cuándo puede), sus actitudes (los actos también son discurso) marcan el reflejo de nuestra sociedad. Correa nos mostraba lo real pero desde su propio resentimiento, desde su propia imposibilidad de superar el trauma. Muchos se equivocan al decir que él dividió a la sociedad ecuatoriana, pues esta sociedad ya estaba dividida hace rato. Él solo se aprovechó de eso, mostró una realidad, ejemplificándola en sus palabras, en sus acciones y en sus reacciones.

Rafael Correa es el símbolo de todo el complejo social de una sociedad dividida. Por eso algunos lo aman (pues parte de esos no tenían voz) y otros lo odian. Por eso también muestra lo acomplejados que pueden ser quienes buscan el revanchismo social contra el “pelucón” y lo rabiosos que se sienten “algunitos” cuando  un “longo creído y agrandado” trata de manejar el país al que todos rehusamos pertenecer, aunque nos demos golpecitos de pecho gritando “¡Viva Ecuador!”.

Quizá lo mejor que pudo hacer Correa es abrir otra vez la herida, para ver si nos dignamos de una vez por todas en discutir quiénes somos y por qué queremos estar juntos. O tal vez nada haya servido de nada y entonces solo dependa de nosotros, de tener el valor de mirarnos al espejo y aceptar que ser mestizo es ser longo y cholo también. A lo mejor nos queda hacernos responsables de nuestro propio destino para no andar buscando mártires y cristeros, salvadores de una patria inexistente, porque no hay país, estado, patria o como quieran llamarlo, sin la construcción de un pueblo. Y ya hace rato que llegó la hora de construir.

3 COMENTARIOS

  1. Decía en un libro titulado reseñas del Ecuador. El ecuatoriano no tiene el suficiente patriotismo, desde hace mucho lo único que nos ha divido de las diferentes etnias existentes en el país, es por el nivel económico que cada familia posee.

    • Completamente, una educacion liberadora nos lleva a transformar nuestra mentalidad de vencidos a una nueva libre de la dialectica amo y esclavo. Hay que de construirnos para volvernos construir.

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