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La última soltera del planeta

Las mujeres solteras ya tenemos bastante como para hacernos cargo de toda la mierda con que nos quieren cargar. Nuestras vidas son buenas y malas, son solitarias o gregarias, son glamurosas o aisladas, son duras o locas, pero son nuestras.

Imagen tomada del sitio 7boom.mx

#ChullaDiva

Por María del Pilar Cobo / @palabrasyhechos

Llega un momento, cuando estás en la década de los treintas, en que te sientes, literalmente, la última soltera del planeta. Miras cómo, a tu alrededor, el resto de gente empieza a casarse, a formar familias, a tener relaciones estables y tú sigues ahí, chulla en la vida, solitaria, ajena a cualquier celebración que perpetúe tu especie. Te sientes triste y no, pero te sientes confundida porque crees que deberías sentirte muy triste y muy sola porque, al parecer, todos los trenes se te fueron, y eres una especie de viuda de la vida, que espera, solitaria, que aparezca el hombre que te va a completar, y solo porque te vendieron esa historia y te la creíste desde que eras chiquita.

Lo malo es que la sociedad nos lo sigue gritando a la cara, y aunque sabemos, porque nos consta, que estar soltera y tener más de treinta no es como la lepra, nos seguimos sintiendo como las últimas solteras del planeta, chullas por la vida, números primos sin un par. Aunque sepamos que es lindo haber vivido mucho y haber experimentado mucho, que cuando tengas un hijo sabrás exactamente qué decirle (si quieres tener un hijo, claro), todo alrededor nos sigue mirando con pena porque, consciente o inconscientemente, optamos por este plan.

Tengo muchas amigas de más de treinta hermosas, maravillosas, maduras, sensibles, ‘preparadas’, guapísimas, que se siguen preguntado cada día qué está mal en ellas porque no encuentran a nadie que las quiera, como si solo hubiera una manera de ser feliz, como si debiera llegar alguien que completara su vida. Y eso me parece tan injusto, y tan desgastante. ¿Por qué mujeres así de maravillosas tienen que cargar con el yugo de la soltería y preguntarse qué está mal en ellas? ¿Por qué? ¿Por qué nos desgastan y nos convencen de que estaríamos felices si tuviéramos el marido, los hijos, la casa, el carro y perro, todo en combo? ¿Por qué nos miran con pena si no nos hemos casado ni somos madres, cuando nuestros triunfos y nuestras opciones son igual de valientes y de valiosas?

Por más valientes que seamos, esto nos desgasta. Nos desgasta el hecho de que se espere de nosotras algo que tal vez no podamos dar. De que nos tachen de pobrecitas si estamos solteras y no se den cuenta de todos los triunfos que acumulamos todos los días. Nosotros no nos echamos a llorar en las esquinas, solo miramos atrás y nos damos cuenta de las cosas hermosas que hemos hecho y miramos adelante esperando nuevos retos. Tal vez el maridito, el guagua, la casa, el carro y el perro no estén en nuestros planes (y si es así, ¿a quién le importa?), pero eso no nos hace casos de estudio ni de escarnio público, no nos convierte en objetos de lástima ni nos condena a la soledad. Al final, cada uno corre con su vida, cada uno se hace responsable de sus decisiones. Nos hacen pensar que algo está mal en nosotros cuando no es así, al fin y al cabo, ¿qué va a estar mal en una mujer independiente y estupenda?

Si usted quiso casarse y tener un marido, una casa, un carro, un guagua y un perro, es su decisión. Si su hija no le ha dado un nieto y prefiere viajar a establecerse, déjela volar. Si su amiga del colegio se acuesta con el hombre que quiera y usted ya no puede, es su problema.

Cuántas veces oímos frases del tipo “no tienes idea de lo que es ser mamá”, “dichosa vos que puedes vivir sin preocupaciones”, “solo cuando seas mamá entenderás lo que es ser feliz”, etc., etc., etc. Las mujeres solteras ya tenemos bastante como para hacernos cargo de toda la mierda con que nos quieren cargar. Nuestras vidas son buenas y malas, son solitarias o gregarias, son glamurosas o aisladas, son duras o locas, pero son nuestras. No nos hagan sentir las últimas solteras del planeta, no dejen que nos sintamos así, son opciones, son vidas, son decisiones y no tienen nada que ver con usted.


María del Pilar Cobo (Quito, 1978) es correctora de textos, editora, lexicógrafa, profesora de redacción y analista del discurso en ciernes. Escribe una columna sobre lengua en una revista semanal y ama leer los prólogos de los diccionarios y libros de gramática. Aparte de su pasión por analizar las palabras, también escribe sobre la vida, los viajes y las cosas que nos pasan cuando nos acercamos a la mediana edad. Por ahora vive en Buenos Aires y no sabe cuál será la próxima estación.

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