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Los lazos que vamos tejiendo

Chulla diva, chulla vida. Estamos aquí para aprovechar esta única vida que tenemos, para hacernos cargo de nuestras decisiones, para vivir cada momento ordinario como si fuera el más extraordinario. Para andar el camino con actitud de divas (o de ‘divos’). A veces los caminos son rectos y apacibles, otras veces muy accidentados y sinuosos, pero siempre son maravillosos. Aquí encontrarás de todo, como en botica, pero sobre todo un espacio para hablar con sinceridad de lo que nos pasa mientras recorremos el camino que elegimos, porque vida solo hay una. ¡Bienvenidos!

#ChullaDiva

Por María del Pilar Cobo G. / @palabrasyhechos

En realidad me considero una persona tímida, muy tímida. Siempre he tenido problemas para acercarme a la gente, para hacer el primer aproach. Y no suelo acercarme a todas las personas. Siempre he querido tener ese don de gentes o ese magnetismo que tienen algunas personas que entran en una sala y llaman la atención de todos. Claro que, por otro lado, sé que me incomodaría mucho y me pondría coloradota si entrara en una sala y atrajera todas las miradas, así que mejor deje nomás, quedemos en que soy tímida y ya. Sin embargo, he tenido la suerte de contar con buenos amigos, y, sobre todo, con muy buenas amigas, de tejer lazos y redes que me ayudan a seguir y a afrontar los momentos tristes, y con quienes puedo disfrutar muchísimo de esta chulla vida. Divas maravillosas disfrutando de la compañía, el apoyo, la complicidad.

Tengo amigas increíbles con las que he tejido lazos muy fuertes por diversas razones. Están mis amigas del colegio, a las que conozco más de treinta años y con las que mantenemos un lazo inquebrantable. Nos conocemos desde que nuestras vidas estaban apenas empezando y hemos compartido todos los momentos que nos ha tocado vivir. Tal vez a lo largo de la vida hayamos tomado rumbos distintos, pero ahí están, siempre para vernos como si no hubiera pasado un día y para hablar, reírnos, preguntar sobre nuestras familias, seguirnos los pasos. Y está mi hermana, que siempre fue mi amiga pero mucho más desde que no vivimos juntas. Y mi cuñada, a quien quiero como una amiga y como una hermana.

Están las amigas con las que he tejido lazos por circunstancias de la vida, esa familia enorme que una escoge. Hemos coincidido en trabajos, nos han presentado amigos en común, hemos hecho cursos juntas, hemos asistido al mismo grupo, en fin, mil circunstancias. Tengo esa amiga que se me acercó un día en un trabajo a preguntarme si quería almorzar porque siempre me veía solita, y que hasta ahora me alegra con sus charlas y su modo de ver la vida. O a la que conocí en el mismo trabajo pero resulta que conocía desde antes, y ha sido mi compañera en muchos otros trabajos, en viajes y aventuras. Las que conocí al otro lado del charco y que se maravillaron con Madrid al mismo tiempo que yo, y siguen siendo mis vecinas del barrio virtual, cada vez más cercanas. O las que me mostraron Madrid y me abrieron las puertas de sus vidas, sin presentir que me quedaría años charlando. O la que se fue también al otro lado del charco y cuyas hijas me dicen tía. Y está esa amiga incondicional que es como un espejo en el que me miro todo el tiempo, y cuenta conmigo y me deja contar con ella, con la que hemos crecido en estos treintas tan duros y tan maravillosos al mismo tiempo. En realidad, para ser tan tímida he tejido una legión de lazos.

Ahora que estoy en Buenos Aires también he logrado tejer lazos muy fuertes. He encontrado a una gran familia, mujeres maravillosas con las que comparto la angustia y la sorpresa del desarraigo, que luchan contra sus fantasmas y sus miedos, que se enfrentan a la novedad con la curiosidad de una niña chiquita y con la sabiduría de una mujer madura. Y nos sostenemos, y nos acompañamos, y nos cuidamos como hermanas. Ahora que lo pienso, soy de verdad muy afortunada. Tengo la suerte inmensa de contar con una red enorme de mujeres con quienes comparto muchas cosas en común, amigas con quienes puedo charlar sobre la vida, tomar un vino, planear un viaje, tener una charla virtual, hablar de las cosas que me abruman y de las que me alegran. Agradezco mucho contar con mis amigas, disfrutar de esa hermandad, de esa sororidad maravillosa estemos donde estemos, vayamos donde vayamos.

Creo que es muy importante hacer un alto en el camino y pensar en todos los regalos que la vida nos da. A veces nos llegamos a sentir profundamente solos, pero es, precisamente, ese mirar a un lado lo que hace que no nos sintamos así. Hay que tener también mucho valor y sabiduría para conservar las amistades, para lograr construir lazos que no se deshagan al primer tirón. No olvidemos nunca agradecer por aquellas personas que tenemos al lado, y también porque nos permiten estar ahí, acompañar y enriquecernos. Salud por eso.


María del Pilar Cobo (Quito, 1978) es correctora de textos, editora, lexicógrafa, profesora de redacción y analista del discurso en ciernes. Escribe una columna sobre lengua en una revista semanal y ama leer los prólogos de los diccionarios y libros de gramática. Aparte de su pasión por analizar las palabras, también escribe sobre la vida, los viajes y las cosas que nos pasan cuando nos acercamos a la mediana edad. Por ahora vive en Buenos Aires y no sabe cuál será la próxima estación.