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Renato Zamora: la guitarra que cuenta historias

Epicentro Arte en Vivo presenta el videoclip de Quitobio, una pieza instrumental que nos muestra la faceta de solista de uno de Renato Zamora, uno de los guitarristas más representativos de la escena roquera ecuatoriana.

Renato Zamora.

La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

Allá por los ochentas, a través de un televisor parecido a una caja, aparecieron por primera vez las imágenes de Eddie Van Halen ejecutando un solo a la guitarra en ese sacudido y sensual tema –ahora un clásico del rock– llamado Panama. Un niño cuencano de once años, de ojos claros y cabello rubio, se conectó irremediablemente con ese personaje de clownesca sonrisa sin saber de quién se trataba. “Solía volver de la escuela y, después de almorzar, veíamos con mi hermano los dos únicos programas de videos que había en televisión: El Show de Bernard y Sintonizando –recuerda él ahora, treinta años después–; haciendo zapping manual, fue cómo ocurrió para mí la revelación: pude ver el video de un señor que hacía tapping en una guitarra eléctrica, con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando cada nota”.

La guitarra solista debe permitir no solo un despliegue de notas sin sentido, sino contar una historia, compaginar con el resto de instrumentos y proyectar un sentir para que la gente lo puede apreciar.

El episodio le hizo saber que abandonaría la guitarra clásica, que había estudiado desde que tenía apenas ocho años, para decidirse por la eléctrica. Ese niño era Renato Zamora y ese día marcaría su futuro. “Luego de ese hecho, busqué darme medios para tocar la guitarra eléctrica –cuenta, el que hoy es uno de los más reconocidos productores musicales y compositores de la escena roquera ecuatoriana–; un vecino tenía una guitarra que no la tocaba, así que yo pasaba tardes enteras tocándola, hasta que más tarde, en casa de mi abuela, encontré la guitarra que había sido de mi abuelo”.

Renato Zamora creció en una familia de músicos. En casa sonaban flauta, armónica, trompeta, acordeón, mandolina, violín, bandoneón, bongós, batería, bajo… así que el descubrimiento de ese instrumento que permitía delirar solo fue una puerta más en un universo que ya le era absolutamente natural. Por eso no tuvo que pasar mucho tiempo para que ese guitarrista en ciernes formara sus primeras bandas y estudiara día y noche las seis cuerdas. Su método, en vista de las carencias de la época y de las dificultades para conseguir partituras, revistas musicales y grabaciones, fue el entrenamiento auditivo. Con casetes (Rew/FF/Stop/PlayRew/FF/Play) sacaba canciones, una tras otra. En el colegio, se hizo parte del grupo que tocaba en las misas, solo con el pretexto de practicar su instrumento. A los 16 años, con el ahorro de sus mesadas y el apoyo de su madre y su abuela, pudo comprar su primera guitarra eléctrica. “Si ya era un geek de estudiar la guitarra, con una propia vino la mejor época: llegué a tocar hasta en cinco proyectos musicales en un mismo día. Era un delirio, tocaba varias cosas, por lo que mi vida social de adolescente pasó a segundo plano”.

Tocar la guitarra solista es como subirse en una bicicleta y tratar de hacer todas las piruetas que quieras pero debes procurar hacerlas bien y no caerte.

La consecuencia del empeño fue la conformación de la banda Sobrepeso, que muy pronto se unió a otras dos agrupaciones cuencanas (Bajo Sueños y Basca) para constituir lo que para muchos fue la trilogía del rock cuencano.

El periodista musical Pablo Rodríguez dice que la etapa de Sobrepeso en Renato Zamora habla de un músico inquieto y arriesgado, que se atrevió a salir de los esquemas del rock que se hacía en esa época, para proponer una sonoridad muy particular. “En la actualidad –cuenta Pablo–, veo a un músico con todas sus credenciales, que tras nutrirse de una infinidad de proyectos musicales, de géneros muy distintos entre sí, se lanza como solista con una idea muy clara y con su esencia puramente roquera”.

El proyecto Epicentro Arte en Vivo presenta ahora el videoclip de Quitobio, una pieza instrumental en la que Renato se anuncia casi como una encarnación de Steve Ray Vaughan. Los primeros compases nos prometen algo que parece llegará pronto, pero lo que entonces asoma es una nueva encarnación: ¿Joe Satriani? ¿Steve Vai? El trémolo alargando esa nota, anestesiando al ritmo, evoca a la voz humana –cualidad tan Vai–. ¿Yngwie Malmsteen? (Hay ciertos dejos de la faceta menos progresiva y neoclásica del guitarrista). Pero, tampoco. Es que Renato Zamora es un compositor que relata con su guitarra los distintos cuentos de su carrera musical, tal como un gran novelista dejaría pistas de sus referentes en cada una de las escenas de sus obras. Renato es capaz de llevar consigo constantes citas al rock más alegórico y representativo de la última década del siglo XX. Incluso parecería visitar a ratos la célebre gira G3 (Satriani, Vai, Malmsteen) sin que eso signifique reproducir fórmulas rimbombantes. Renato es un constructor de sentidos porque sabe cómo hacer de su guitarra el personaje principal de su creación y, al mismo tiempo, “amar el instrumento de forma religiosa y ser el actor de mi propia historia”.

Empezar un proyecto solista como el que ahora estoy empezando viene de una necesidad que me debía a mí mismo de permitirme decir algo mío.

Como productor musical, Renato Zamora se ha ganado su lugar en el medio y es reconocido como un profesional casi neurótico. El músico Nelson García, fundador de la legendaria banda Umbral, lo considera un pionero en este campo y dice que, “como es un nerd total, nada le fascina más que los gadgets, las guitarras, las cuerdas, los micrófonos, los pedales… y es muy enfocado, dedicado y trabajadorsísimo”.

En Quitobio se recoge con destreza y habilidad de orfebre toda una carrera profesional. Ahí está presente la escuela de donde viene ese Renato Zamora que quedó hipnotizado con los dedos malabaristas de Van Halen y de todos los referentes que llegaron luego: el rock, el metal, el blues, el flamenco y el jazz.

“La música instrumental –cree Renato– no es en el mercado el género por excelencia que el público prefiere, pero los instrumentos pueden contar historias, y, sobre todo, pueden comunicar un sentimiento, y eso es algo que he logrado entender con el paso del tiempo”.