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El Tropicana de Cuba llegó al Comité del Pueblo

Danay Carbonell llegó al Ecuador desde su natal Cuba, para hacer lo que sabe hacer mejor: bailar como lo hizo durante diez años en el ultrafamoso cabaret Tropicana. En el Comité del Pueblo, uno de los barrios más populosos del norte de Quito, Danay abrió su academia y empezó a entregar al público andino un suculento arte que pocos entienden.

Por Juan Carlos Cabezas

El show arranca a las siete de la noche, a la altura del que bien podría ser el cogote de esa descomunal iguana andina llamada Quito: el Comité del Pueblo. Allí, a un costado de la calle principal, junto a una tienda naturista que promociona sangre de drago, la genuina modelo y bailarina cubana Danay Carbonell abrió su academia. Ella, que durante 10 años saltó a la pista del Tropicana, de Cuba, para contonearse cual palmera en huracán. Ella, que se codeó con estrellas de Hollywood y arribó a Moscú con su espectáculo. Ella y sus casi 180 centímetros de estatura y de ritmo, es ahora la prima bailarina de uno de los barrios más populosos de la ciudad.

No hay letreros en el exterior ni espejos en las paredes. La sala es de apenas siete por tres metros. La música no proviene de una gran orquesta sino de un aparato de DVD; la iluminación está a cargo de dos resabiados focos ahorradores.

Danay –manos en la cintura, mirada al frente– desafía a sus estudiantes a encontrar el ritmo: el caribeño gozador que nos habita. A un metro de distancia la escuchan: una reciente madre y su bebé dormido en un cochecito; un testigo de Jehová amante del running y una asistente ejecutiva ya jubilada.

Según datos de la Cancillería ecuatoriana, casi 9 000 cubanos entraron a Ecuador durante el 2015.

Ha terminado el calentamiento. La instructora explica que el son, la rumba y el merengue no son lo mismo ni se bailan igual. “La clave está en el ritmo”, dice, mientras choca dos gruesos cilindros de madera que sostiene entre las manos. “¡Ustedes ya saben!”, y mueve dos veces cada pie; enseguida se hace un silencio reverencial, previo al retumbar de tres aplausos acompasados.

Comienzan los giros, las revoluciones de cadera, coxis y hombros. Tras cinco minutos de muelleo, meneo y sabrosura aparece el sudor acompañado del disfrute. La sonrisa brota insidiosa, lasciva, y los pies claman por sentir la cerámica, fría como la noche.

Afuera, los curiosos se amontonan boquiabiertos. Luego es momento de encontrar una pareja y lanzarse a la pista, pues en esta guarida antillana enclavada en los Andes, la fiesta está en su punto…

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03Ella tiene tumbao

¡Showtime! Señoras y señores. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Tropicana, el cabaret más fabuloso del mundo… Tropicana… presenta… su nuevo espectáculo… en el que artistas de fama continental… se encargarán de transportarlos a ustedes al mundo maravilloso… y extraordinario… y hermoso… El Trópico para ustedes, queridos compatriotas… ¡El Trópico en Tropicana!

Este texto forma parte del prólogo de Tres tristes tigres, novela de Guillermo Cabrera Infante (Cuba 1929-Londres 2005), y se origina en el discurso de bienvenida al ‘Paraíso bajo las estrellas’, como aún se conoce al Tropicana de Cuba.

Tanto Tres tristes tigres como el Tropicana se mantienen invictos en el tiempo: al primero no se le han borrado las rayas y el segundo mantiene intactas las plumas.

¡Buena esa! ¿Para qué me llamaste?

Cuéntame, ¿cómo era el show del Tropicana, Danay?  

(Ubica su índice en el mentón, mientras extiende sus interminables piernas por debajo del comedor de mi departamento que huele a café recién hecho).

Participé en el montaje de dos shows, el primero, La gloria eres tú y el segundo, Tambores en concierto, durante 10 años. El nuevo show se llama Oh, La Habana, todos basados en coreografías. En mi época, el espectáculo se iniciaba con un personaje llamado Ego, cuya aparición alertaba a los participantes de los diferentes cuadros en los que estaba dividido el show pletórico de mambo, cha cha chá, rumba y guaracha.

¿Y qué cara ponían los turistas viendo esas bellezas?

Algunos se entusiasmaban y no había quien los sentara. Hasta querían irse a los camerinos con nosotras y debía intervenir la seguridad. Después del cuadro afrocubano y El vuelo del pájaro, salían las chicas de las pasarelas con trajes que representaban animales sobre la cabeza (la serpiente, el pez, el tigre); luego se ofrecían otras coreografías, números tradicionales de baile. Al final, siempre se prende la fiesta y todos a bailar.

¿Tu mejor recuerdo?

Cuando nos poníamos sobre la cabeza unas lámparas de bohemia y aparecíamos de repente entre el público de las primeras filas. Era sensacional escuchar el “¡¡¡Ooohhh!!!”, apenas aparecíamos de entre las sombras…

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Escritores que bailan cha cha chá

Donde antes de la Revolución se paseaban apostadores, sinuosos empresarios y estrellas de cine, hoy rebosa de turistas que desembolsan hasta 250 dólares por un espacio frente a la pista para –junto a media botella de ron y habanos– apreciar el show.

Guillermo Cabrera Infante incluyó el speech del lugar a manera de telón de ese complejo espacio de juego llamado Tres tristes tigres (TTT), su obra cumbre. Para el novelista, el espectáculo no estaba sobre la pista, sino en la lengua cubana, y quiso hacerle un homenaje. TTT es un vehículo de la voz nocturna del pueblo cubano. El autor hizo de la novela un telefunken encendido entre la mansa noche tropical, un mapa de la oralidad, donde priman el ritmo, los silencios y las frases extensísimas como las que se escuchan en cualquier esquina.

En 1941, un colegio jesuita ubicado junto al Tropicana, en el municipio de Marianao, solicitó la salida del cabaret por el ruido que generaba el lugar. Finalmente, su pedido fue desestimado en los juzgados.

“El libro está en cubano –como dice Cabrera Infante–. Es decir, escrito en los diferentes dialectos del español que se hablan en Cuba, y la escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo. Las distintas formas del cubano se funden o creo que se funden en un solo lenguaje literario. Sin embargo, predomina el habla de los habaneros y en particular la jerga nocturna que, como en todas las grandes ciudades, tiende a ser un idioma secreto. La reconstrucción no fue fácil y algunas páginas se deben oír mejor de lo que se leen, y no sería mala idea leerlas en voz alta”.

En septiembre del 2015, diario El País presentó un artículo sobre los “años cubanos” de Cabrera Infante; su disputa con la Revolución a partir de la censura de un corto llamado P.M., dirigido por su hermano; su posterior viaje a Bruselas como agregado cultural y, finalmente, su exilio en Inglaterra. “Poco antes había empezado a escribir una novela titulada Vista del amanecer en el Trópico que, muy retocada, terminó llamándose Tres tristes tigres”.

Cabrera hizo tierra también en el cine; se convirtió en un reputado crítico y guionista, que firmó bajo el seudónimo Guillermo Caín sus colaboraciones; basta decir que con su voto, Pulp Fiction, de Tarantino, recibió la Palma de Oro en Cannes.

Tropicana_publicidad_ingles-390x608Al hacer referencia al Tropicana, es imprescindible acercarse al poeta Nicolás Guillén, (Camagüey 1902-La Habana 1989), tanto por Sóngoro cosongo (1931), como por West Indies (1934), donde se incluye su magnífica oración orisha para la muerte de la serpiente, “Sensemayá”, de la que existen varias versiones, entre las más destacadas, el poema sinfónico escrito por el maestro mexicano Silvestre Revueltas (1938) y Canción para matar una culebra, de Inti Illimani.

Existen diversas interpretaciones sobre este texto. Algunos buscan su origen en los mitos africanos o en las creencias religiosas del Palo Mayombe. Otros estudiosos apuntan a que la serpiente significa la dominación y, claro, el poema, un grito de libertad disfrazado. Más allá de las interpretaciones, es indudable la musicalidad del texto, al punto de que para ser entendido debe ser leído a ritmo de son, hay que escucharlo en la voz del propio Guillén.

El grupo Las mulatas de Fuego, creado por el histórico coreógrafo Roderico Neyra, hizo historia en América Latina en los cincuentas. Se destacaban la bella vedette, apodada ‘Tongolele’ y una tal Celia Cruz.

Shakespeare también está en el Tropicana. Según el actual director artístico, Armando Pérez, la historia del cuadro central del show anterior, llamado Tambores en concierto, narraba la historia de Sikan, una princesa que se enamoró de un miembro de la tribu contraria. Ambas tribus estaban separadas por un río, donde vivía un tanze (pez), símbolo de prosperidad. “La princesa le entregó el  gran secreto a su amante, lo que llevó al enfrentamiento entre las dos tribus contrincantes. Todo este drama se representa en el Tropicana desde su apertura, en 1939; se trata del cuadro afro, que termina con el espectacular Vuelo del pájaro, acto en el que una bailarina se lanza desde siete metros a los brazos de sus compañeros, una de las representaciones más antiguas de Romeo y Julieta, drama shakesperiano publicado en 1597.

No se podría cerrar este apartado sin un último lance, y es que la narrativa policial también pasó por el Tropicana. Roberto Ampuero, en su novela Boleros en La Habana, se acercó a ese mundo de voces insinuantes y labios semiabiertos, atmósfera que el serio y a veces cándido Cayetano Brulé, detective creado por el chileno, asume con maestría.

Uno de los últimos lanzamientos sobre el tema pertenece a la curadora artística Rosa Lowinger y a Ofelia Fox, esposa de uno de los primeros dueños del lugar. Tropicana Nights: The Life and Times of the Legendary Cuban Nightclub, que se puede conseguir en Amazon.

En el plano musical, la relevancia del cabaret más famoso de Cuba y de la región es indiscutible. Por el Tropicana pasaron Bebo Valdés, Nat King Cole, Carmen Miranda, Rita Montaner, Bola de Nieve, Libertad Lamarque, Celia Cruz entre otros. Capítulo aparte merece Omara Portuondo.

En el mundo del cine, Marlon Brando fue cliente regular y dicen que hasta tocaba muy bien los bongós; Ava Gardner luce fabulosa en una fotografía añeja posando con un par de maracas, junto a Ernest Hemingway y Gary Cooper. No se puede olvidar a la bella Rosa Riverón, vedette cubana que actuó en una de las primeras versiones de Pantaleón y las visitadoras, ni a Buster Keaton, el primero en bailar el son tanto con los pies como con los ojos.

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02Danay, ¿extrañas ese mundo?

Claro que sí. Aquí en Ecuador no se entiende bien el concepto de un show de cabaret, lo confunden con otras cosas. Espero volver. Es todo.

(Se pone de pie –larga como una tentación, fina como un deseo–, de improviso estira sus brazos sobre la cabeza en elegante lance mientras despliega una sonrisa cristalina, como si en su cuerpo las trompetas de la Charanga Habanera jamás dejaran de sonar).

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