Por Juan Romero Vinueza
En internet también se puede encontrar cosas interesantes. Hace algún tiempo descubrí un par de portales de poesía: Pájaros Lanzallamas y Transtierros (a este último lo relacioné, en seguida, con la antología poética Un país imaginario: Escrituras y transtextos, 1960-1979 realizada por Maurizio Medo y publicada en editorial Ruido Blanco). No estaba equivocado. En estos sitios encontré la obra de más poetas que los que se presentaban en el libro. Entre otros, encontré varios textos del poeta mexicano Ángel Ortuño (Guadalajara, 1969), quien fue parte de la pasada Feria Internacional del Libro 2015 en Quito, en la que presentó El amor a los santos (2015) y donde compartió con el público varios de los poemas ahí recogidos.
La experimentación con el lenguaje que procura Ortuño al jugar a ser satírico y, ciertas veces, grosero e irreverente, me llevó inmediatamente a otros poetas que siguen una línea más o menos similar, como Luis Eduardo García, Daniel Bencomo, Ismael Velásquez Juárez y, en menor manera, Álvaro Luquín. Todos ellos mexicanos.
Para hablar de la poesía de Ángel Ortuño, es preciso conocer algo de cine de Clase B, pornografía y humor negro. O más que conocer, disfrutar de ellos. Su apuesta poética es la de destruir los preceptos literarios de lo que el común lector de poesía pensaría que es poesía. “Me interesan los libros de poesía que no parecen poesía”, ha dicho, mostrando que el ideal poético de Ortuño no es el que ha sido impuesto ya por los popes literarios mexicanos –que, como sabemos, han sido muchísimos y quizá jamás se extingan.
La obra de Ortuño posee un quiebre de forma y de sentido. Los textos, por lo general, empiezan hablando de una circunstancia en particular y luego, al finalizar, el tema y la situación han cambiado –a veces, drásticamente.
El humor negro también está presente en la obra de Ortuño, por lo que es visible en la mayoría de sus poemas. En este fragmento del texto Felices los felices, perteneciente al libro 1331 (2013) se puede apreciar cómo la religión suele ser ridiculizada por este autor.
«Un letrero que dice: / Respete las señales. / Más adelante otro: Jesús es la respuesta / siempre y cuando / la pregunta no sea / cuál es el peso atómico del cadmio.»
(Fragmento de Felices los felices, del libro 1331, 2013)
Al leer más de sus poemas, podemos entender que las relaciones efectuadas por el poeta rompen el esquema lógico de la poesía. Utilizar, por ejemplo, palabras o frases que, aparentemente, están desvinculadas de la poesía: como mencionar el peso atómico del cadmio y Jesús es la respuesta dentro del mismo poema, y mofarse estéticamente de la misma situación, no es un proceso que se siga muy a menudo.
Otra de los aristas fundamentales de la obra de Ortuño es la simpleza –sin olvidar que, por el contrario, en otras ocasiones, usufructúa del lenguaje científico vinculado, por lo general, con la biología y que, como ha mencionado el mismo poeta, lo aprende en su oficio de corrector de estilo–. Dada la mención de la biología y de la simpleza, expondré un corto poema, Dónde y cómo comprar tigres, sobre la manera de adquirir uno de ellos vía internet y, obviamente, sobre la historia de su alimento:
«Si no les gusta el clima del lugar donde vives / no tires tu dinero: / en 400 años se han comido un millón de personas / y no todos han sido / aldeanos desnudos, / incluso coroneles británicos que van sobre elefantes / y prefieren la jungla / a sus esposas / han terminado siendo apenas mal aliento / para los treinta dientes que ahora / puedes comprar en línea. »
(Dónde y cómo comprar tigres, del libro 1331, 2013)
La sensibilidad que posee Ortuño para dotar de elegancia a una situación de supervivencia arcaica, de nociones absurdas y sin una concatenación, es increíble. Sí, en este texto, el autor no solo se ha burlado de los reyes que cazan tigres indiscriminadamente, sino que también, de una manera subrepticia, mencionó la indiferencia del ser humano ante la atroz venta de especies que podrían extinguirse. Además, muestra la fragilidad del hombre frente a lo completamente animal. Un hombre, por más distinguido coronel que sea, pasa a ser un ente vivo e inútil que está desprotegido frente a los treinta dientes que ahora podemos comprar en línea y que podrían convertirlo en apenas mal aliento.
Hay cierta magia extravagante en los textos de Ortuño que nos pudiera hacer creer que cuenta chistes y no que escribe poemas. Sin embargo, el chiste y el poema contienen bases parecidas en su conformación. La poesía utiliza, en parte, metáforas, sinécdoques y metonimias, para sus fines estéticos. Pero, muchas veces, estos recursos no necesariamente dotan al texto de un recurso estético, sino más bien de un rasgo cómico. Está claro que el chiste y la poesía no son lo mismo. Jamás lo serán. Pero la poesía de Ortuño posee efectos poéticos (estética) y efectos cómicos (humor). Se pueden observar en el texto Aclaración, perteneciente a otro libro del mexicano, llamado Turbo girl: Historias de la mamá del diablo (2015), lo anteriormente postulado.
«el matrimonio natural creado por dios / es / el encuentro fortuito entre / una paloma / y / una virgen / sobre una mesa de carpintero / (en otras versiones del mito / la paloma es un paraguas / la virgen, una máquina / de coser / y el carpintero no estaba en casa)»
(ACLARACIÓN, Turbo girl: Historias de la mamá del diablo, 2015)
La desmitificación y la desacralización de las figuras de la religión católica forman parte del repertorio usual de Ortuño. Empero, la comparación, a modo de mofa, de las dos situaciones (una paloma y una virgen y la paloma como paraguas más la virgen como máquina de coser) es la que muestra, en su totalidad, la expresión estética y, a la vez, humorística. Podríamos decir que con la primera premisa lo que hace la voz poética es, únicamente, contarnos algo y ponerlo sobre la mesa; mientras que, en la segunda, manifiesta que en otras versiones del mito, así, escapando de la culpa, refiere a un hecho bastante dadaísta y absurdo –como también pudo haber sido la primera versión, aceptada en la Iglesia–. Sin embargo, la naturalidad con la cual es expresado el paréntesis de la aclaración funciona cual si fuese un secreto, un cuchicheo que nos dice la verdad de algo. Recordemos que dentro del humor existe algo que nos molesta. Si lo contamos desinhibidamente no será socialmente aceptado.
La poesía de Ortuño quizá no esté socialmente aceptada. El poeta recurre a la pornografía, a la incredulidad que muchos pasajes bíblicos causan, a las referencias nazis, a cómo comprar tigres o servicios sexuales por internet, etc. La poesía del mexicano muestra aquello que sabemos que existe, pero que no queremos aceptar. Recurre muchas veces a la ironía –quizá para hacer que el énfasis se ponga en la broma y no en el fondo de la misma y, así, de una manera macabra, desviar la atención del lector–, para lograr decir todas aquellas verdades gore que el público no aceptaría que se dijeran en el habla cotidiana, mucho menos en un poema. Para finalizar, mostraré otro poema en el que se burla de una de mis bandas favoritas y, sin embargo, la razón por la que lo hace está más que justificada. Les dejo el poema Fotografía sexy con temática nazi, para que ustedes mismo lo juzguen:
«La paz mundial es cosa de John Lennon. La inventaron / los Beatles en una sinagoga / mientras comían niñitos ojiazules y hablaban / con la boca llena / (son en todo / vulgares y odiosos: las razas no difieren / tan sólo en su apariencia / sino en su inteligencia / y yo usaría la ciencia / contra su negligencia). / Me dicen que mataron a ese cerdo de Lennon. Vladimir Illich no / envenena ya el aire. / Larga vida en bikini al cuarto reich.»
(Fotografía sexy con temática nazi, Turbo girl: Historia de la mamá del diablo, 2015).