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La cultura no está en boca de ningún candidato

La cultura no existe en los discursos ni en las propuestas de los ocho candidatos a la Presidencia de Ecuador. Quien la nombra, de casualidad, habla de memoria. En Ecuador no existen industrias culturales. El Estado ecuatoriano no ha transversalizado las políticas públicas en materia cultural con el manejo de la economía ni con los sectores productivos. La cultura es un cero a la izquierda para el gobierno saliente y, al parecer, para cualquiera que lo reemplace.

Imagen de bgfons.com

Por Javier López Narvaéz

La resaca que le sobrevino al debate presidencial del pasado miércoles 25 de enero trajo una sensación amarga. Y empezó a manifestarse con timidez en las redes sociales: la cultura, otra vez, fue la gran ausente.

En un espacio que estuvo destinado a discutir temas importantes que marcarán el rumbo de nuestra sociedad durante, por lo menos, los próximos cuatro años, a nadie, ni a los candidatos ni a la moderadora, se le ocurrió siquiera garabatear un perfil de propuesta para el desarrollo profesional de las actividades creativas, y está claro –por lo que se escuchó aquella noche en la Cámara de Comercio de Guayaquil– ­que el sector cultural no es una prioridad en la agenda de ningún aspirante al sillón de Carondelet.

El hecho preocupa, no solo porque entendemos el valor simbólico contenido en cualquier manifestación cultural -desde las más cotidianas como la gastronomía o el lenguaje, hasta las más pretenciosas e intrincadas, como las instalaciones de arte contemporáneo-, ni porque conozcamos de la importancia que ese valor simbólico tiene para la conformación y la existencia de las sociedades; sino también, y sobre todo, porque de sobra sabemos que hoy en día, un alto porcentaje de la economía mundial gira en torno de la comercialización de bienes y servicios culturales; es decir, de los productos de las industrias creativas y del entretenimiento.

En un estudio publicado por el BID en 2013, se estima que las actividades culturales y creativas inyectarían 2,2 billones de dólares anuales a la economía mundial, lo que equivale a alrededor del 230% del valor de las exportaciones petroleras de los miembros de la OPEP en 2012. No, no leyó mal. La cultura, las actividades creativas y los productos del entretenimiento, son capaces de mover esas cifras porque sus productos son la quinta mercancía más transada del planeta.

Es más, el comportamiento de los mercados en tiempos de crisis demuestra que el mercado de bienes y servicios culturales es menos volátil que el de commodities: en 2009, cuando las ventas petroleras cayeron en un 40%, las exportaciones de bienes y servicios creativos solo bajaron un 12%, y su recuperación fue mucho más rápida durante los siguientes dos años.

Es decir que una política inteligente de inversión estratégica para el desarrollo de industrias culturales en Ecuador no solo podría ayudarnos a paliar los efectos de la recesión económica, sino que encendería la primera luz del túnel incierto del cambio de matriz productiva.

El que los ocho candidatos a la Presidencia de la República ignoren todo esto no es más que la punta de un iceberg que es mucho más grande y denso por debajo de la superficie electoral: el conjunto de la sociedad ecuatoriana todavía vive una realidad decimonónica y pueblerina en la que se priorizan los conocimientos técnicos, las ciencias exactas, y las carreras tradicionales por encima de las ciencias humanas, las artes y la generación de contenidos.

Como consecuencia, vivimos inmersos en una sociedad bipolar, donde en un polo están quienes, de manera consciente o inconsciente, menosprecian a las actividades artísticas y creativas (quienes hayan dicho o recibido frases tales como “quieres ser artista, ¿y de qué vas a vivir?” “Eres artista, pero, ¿en qué trabajas?, saben a lo que nos referimos); y en el otro están los artistas, quienes tal vez como mecanismo de defensa terminan sintiéndose seres superiores al resto de sus congéneres, por lo que asimilan como normal un sistema parasitario en el que defienden a capa y espada su condición de independientes mientras lucran y viven de subsidios y prebendas, ya sean del gobierno central, los gobiernos seccionales o ambos. A su vez, las instancias burocráticas encuentran en ciertos artistas y su obra el sostén perfecto de campañas y discursos oficiales, cuando no son asumidos como el relleno alegre de las fiestas populares. De esta manera se cierra el círculo vicioso cuyo saldo no podría ser más desalentador: en Ecuador no existen industrias culturales.

Por eso sorprenden, por ejemplo, las alusiones a la industria cultural del Ecuador que se hacen en el plan de gobierno del candidato oficialista. Si bien es cierto en los últimos años aumentó la circulación de bienes y servicios de algunos sectores tales como el fonográfico y el cinematográfico, y aunque los indicadores de la UNESCO sostengan que el peso económico de la cultura en el PIB ecuatoriano es del 4,76%, todavía no alcanza para congratularnos de contar siquiera con industrias incipientes. De hecho, el propio Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador cuenta con estudios más conservadores que sitúan nuestro PIB cultural en el 1,68%, mientras que, de acuerdo con el diagnóstico del sector fonográfico publicado por dicha Cartera de Estado en 2012, hasta ese año, 0 empresas ecuatorianas que tuvieran alguna actividad económica relativa a la música figuraban registradas en el SRI.

Todo está por hacerse. Es necesario comprender el hecho de que la existencia de un mercado de consumo, como el de la música chicha, por ejemplo, no quiere decir que exista una industria. La industria es el conjunto de procesos y actividades que tienen como finalidad transformar las materias primas en productos elaborados con la finalidad de insertarlos en el mercado. Ello requiere la concurrencia de un conjunto de actores, individuos y empresas, cuyo trabajo particular y en red beneficia cada uno de los momentos de los procesos productivos. Industria es el conjunto de todo eso. ¿De qué industria podemos hablar cuando en Ecuador, los autores y compositores, que son los encargados de proveer de materia prima al sector musical, no pueden vivir de su oficio de componer? La realidad es que el país sigue sin tener una sola editora musical porque la producción y venta de repertorio no es negocio, ¡porque no hay industria!

Tampoco garantiza que exista industria el hecho de que haya crecido la producción. Según el Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017 (PNBV), la producción cinematográfica del país había crecido un 300% en los últimos años. Aún cuando esta cifra fuera cierta (lo cual es dudoso al no existir un estudio serio sobre el tema), es necesario tomar en cuenta que las condiciones de esa producción siguen siendo las del subsidio estatal a través de concursos sostenidos por entidades gremiales y monopólicas tales como el Consejo Nacional de Cine, sin que exista una articulación natural y sana con otros eslabones de la cadena de valor, como por ejemplo las salas de exhibición comercial.

Las películas ecuatorianas todavía no son negocio para las salas de cine. De acuerdo con Frédéric Martel, sociólogo y periodista francés autor de Cultura Mainstream: cómo nacen los fenómenos de masas (Prisa Ediciones. España, 2012), la rentabilidad del cine no reside tanto en las entradas como en la venta de canguil. Las cifras muestran que cada espectador promedio gasta alrededor de 2 dólares en canguil, y los números más altos se dan en las películas de acción. Esto último se debe a que –dice Martel– dentro del grueso del público que va al cine, que corresponde a jóvenes menores a 25 años, las chicas siguen a los chicos para ver películas de acción, mientras que los chicos rara vez las siguen a ellas para ver otro tipo de películas. Tomando en cuenta estos datos, sería bueno saber cuántas películas de acción a lo Triple X o Misión Imposible se cuentan en el 300% que consigna el PNBV. ¿Por qué el grueso de la producción de cine nacional sigue enfrascada en el cine de autor? Básicamente porque el sistema de producción local no le exige rentabilidad a la obra, ¡porque no hay industria!

Así las cosas, es preocupante el desinterés por el sector cultural que muestran los candidatos. No solo los que debatieron en Guayaquil, sino todos. Más preocupante aún es que las pocas propuestas que se conocen en torno al sector cultura siguen desconectadas con los sectores de la economía y la producción. No hacía falta introducir un tema específico de cultura en el debate del 25 de enero. Bastaba con aterrizar los temas a la realidad del mundo contemporáneo.

Solo por poner un ejemplo, en el tema de mercado laboral, nadie les ha contado a los candidatos que la inversión en Industrias Culturales y del Entretenimiento puede generar 107 millones de empleos para jóvenes en América Latina y el Caribe. ¿Qué porcentaje de esos empleos le corresponderán al Ecuador?, según lo que se dijo durante el debate, 0. Cada vez que dicen que combatirán el desempleo y subempleo, e impulsarán la inserción laboral de los jóvenes capacitando mano de obra (Lasso y Pesántez), con estímulos tributarios del tipo disminuir el IR de la empresa privada y similares (Lasso, Espinel y Bucaram), con flexibilidad laboral: trabajo por horas y fines de semana (Pesántez, Zuquilanda y Viteri), atrayendo empresas extranjeras para que ellas generen empleo (Pesántez), impulsando proyectos de carreteras e hidroeléctricas desde las facultades de arquitectura e ingenierías de las universidades (Zuquilanda), con planes nacionales de servicios básicos, reforestación, manejo de cuencas hidrográficas y otros (Moncayo); o bajando costos de producción (Viteri); lo que están diciendo es que van a replicar un modelo de producción desgastado, que nos mantendrá en el tercer mundo como país productor de materias primas y de mano de obra barata.

Tampoco se les ha ocurrido que la generación de contenidos a través del cine, la TV, la música o la literatura también son espacios, y mucho más efectivos, para el ejercicio de la libertad de expresión (algo que nuestros vecinos colombianos entienden muy bien, lo cual explica el dominio del rating de una teleserie como La Niña en ese país, mientras se debatía el tema de la paz previo al referéndum de octubre 2016). Tampoco han pensado que las actividades artísticas y culturales sirven como medida de prevención y superación de situaciones de violencia, inseguridad y consumo de drogas, como se ha visto que funciona en ciudades como Medellín o Sao Paulo. No. El horizonte de nuestro próximo presidente es demasiado básico. Demasiado primario. Vamos a elegir a un presidente del siglo XIX.

La apuesta debería ser por la generación de contenidos. En vez de capacitar mano de obra para la construcción, aprovechar el recurso creativo, que es el recurso natural mejor distribuido en el mundo y del que podemos sacar más provecho; estimular la capacidad de pensamiento crítico y de generación de ideas y sacarle provecho a la diversidad cultural tan rica y vasta contenida en un territorio pequeño como el nuestro. Al final del día, la cultura y las artes son tanto o más necesarias que las ciencias exactas, porque las ciencias pueden explicar a los átomos y a la materia, pero si los átomos conforman la materia, y la materia nos conforma a los seres humanos, y a su vez nosotros conformamos a la cultura, la cultura vendría a ser el perfume de los átomos. Y el mundo siempre preferirá a las flores por su perfume, nunca por sus espinas.

2 COMENTARIOS

  1. Es equivocado decir que la cultura no es prioridad para ningún candidato presidencial. Para Paco Moncayo es el sexto objetivo de su Plan de Gobierno. Basta ingresar en su página web. Allí se puede ver que Paco Moncayo prioriza el tema, defiende la autonomía de las instituciones dedicadas a la cultura, en especial la Casa de la Cultura Ecuatoriana; propone un Plan Nacional de Lectura, una Política Nacional del Libro, el fomento de las expresiones culturales, la defensa y preservación del patrimonio cultural; una política nacional de museos y espacios culturales, el fomento de la pluriculturalidad; una Política nacional de museos y espacios culturales; una Red Pública de Infraestructura Cultural, un plan de fomento de los talentos artísticos juveniles y, algo en que hace énfasis el señor López, autor de la nota, un Plan Nacional de Fomento de la Industria Cultural. Ya que no se ha tenido la acuciosidad de hacerlo, copio aquí el capítulo relativo a cultura del Plan de Gobierno de Paco Moncayo:
    OBJETIVO 6: POTENCIAR EL DESARROLLO CULTURAL Y DEPORTIVO DEL PAÍS
    CULTURA
    160. Valorar y promover las expresiones culturales de la diversidad del país y respetar la
    autonomía de sus instituciones, especialmente de la Casa de la Cultura. Eliminar la
    tendencia a dirigir y monopolizar la dirección de las actividades culturales que no son
    estatales, sino de la sociedad. Al mismo tiempo, promoverlas y financiarlas
    adecuadamente.
    161. Llevar adelante un Plan Nacional de Lectura y una Política Nacional del Libro, que
    fortalezca la red de bibliotecas públicas escolares y la difusión de bibliotecas familiares.
    162. Garantizar la preservación y protección integral del patrimonio cultural y natural y de la
    ciudadanía ante las amenazas y riesgos de origen natural o antrópico.
    163. Garantizar el derecho a la comunicación reservando cuotas mínimas de programación
    para la producción nacional de diferentes géneros y formatos, para contenidos de
    carácter educativo.
    164. Establecer criterios de cobertura territorial para la oferta de bienes y servicios culturales
    y creativos.
    165. Generar una política nacional de museos y espacios, tanto físicos como virtuales y en los
    medios de comunicación, dedicados a la memoria histórica.
    166. Impulsar las expresiones culturales de la diversidad del país, promover su
    descentralización y fomentar el respeto a la interculturalidad. Desarrollar un programa
    de fomento y difusión del arte indígena en sus diversas disciplinas y tradiciones.
    167. Promover la investigación del patrimonio nacional ecuatoriano y su exhibición en
    espacios nacionales e internacionales.
    168. Promover la Red Pública de Infraestructura Cultural a nivel de los gobiernos locales para
    facilitar el contacto de los ciudadanos con una oferta cultural de calidad.
    169. Impulsar un Plan de Fomento del Desarrollo de Talentos Artísticos Juveniles, que entre
    otras iniciativas promueva orquestas juveniles.
    170. Impulsar asociaciones locales de jóvenes que fomenten el desarrollo artístico y uso del
    tiempo libre.
    171. Formular un Plan Nacional de Fomento de la Industria Cultural.

    • Mezclar Cultura y Deporte desde el título, y más aún, querer volver a unificar en un solo ministerio a educación, cultura y deporte, como quiere Moncayo, es exactamente la mentalidad siglo XIX de la que habla el texto.

      El Objetivo 6 que usted indica, no hace más que confirmar lo dicho: las pocas propuestas que se conocen en torno al sector cultura siguen desconectadas con los sectores de la economía y la producción. La referencia a la industria que hace al final no es más que un enunciado que no evidencia propuestas reales.

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