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La memoria y el olvido del buen cristiano

La dictadura y la violenta represión del gobierno del general Efraín Ríos Montt, en Guatemala, son la materia prima de El buen cristiano, el documental que Izabel Acevedo presenta en la decimosexta edición del festival Encuentros del Otro Cine (EDOC). Esta es una reseña de la obra y de los hechos, una radiografía de la justicia y de sus debilidades.

Fotograma del filme que muestra a Rigoberta Menchú.

Por Lluvialexandra Tapia / @alexandratxh

Coincidencialmente, casi toda América Latina sufrió la epidemia de los golpes de estado dirigidos por militares que se tomaron el poder en los años 70. A Guatemala le tocó el turno entre 1982 y 1983, con Efraín Ríos Montt como su líder. Por suerte (si a esto se puede llamar suerte), estuvo en el poder poco tiempo. Sin embargo, el daño causado fue tristemente irremediable, porque en el camino se perdieron más de 1 700 vidas de la población maya ixil.

Hay una frase que dice que la justicia tarda pero llega, aunque a veces parece que lo hace a medias. Y tal vez por eso, luego de tantos años y con la memoria presente, en el 2013 y ya en avanzada edad, el militar cristiano ya vestido de civil debió acudir al menos sino responder del todo a la justicia, a mirar de frente a sus víctimas. Y es justamente en este momento de la historia de Guatemala donde aparece El buen cristiano (2016), el documental de Izabel Acevedo que es parte del festival Encuentros del Otro Cine, en su decimosexta edición.

Uno de los momentos más fuertes y tristes del filme fue escuchar la historia que Francisco tenía para contar al ser uno de los sobrevivientes de este genocidio. En su declaración recuerda cuando tenía 6 años, cuando su familia fue perseguida, cuando debieron huir montaña adentro. Su papá –un padre de familia dueño de una tienda para la comunidad– fue asesinado y su cuerpo fue rescatado por los vecinos. Él y su hermana fueron separados y llevados junto con otros niños a un lugar parecido a un campo de refugio-orfelinato-prisión dirigido por militares. A Francisco se le quiebra la voz cuando recuerda que al volver a ver a su mamá ya no la reconocieron, que a su padre nunca más lo volvieron a ver pero al menos descubrieron dónde estaba su cuerpo, al que van a dejar flores y velas encendidas.

Conmueven los ojos aun llenos de inocencia de su hermana, quien escucha la historia que ella misma vivió y que ya no recordaba. En el mismo lugar donde quedaron recluidos, ahora concluyen que después de todo corrieron con suerte porque si los militares los separaban tal vez nunca en la vida se habrían reconocido como hermanos. El vacío, la tristeza, sus lágrimas y la sensación de abandono.

Pero el documental se enfoca en el juicio. Volvemos ingenuamente a la esperanza que se haga justicia. Algo tarde, al menos. Justicia por respeto a las víctimas, por curar heridas, por eso de que el mundo es redondo y hasta por ese miedo que te mete la iglesia cuando te dice que en esta vida se paga todo.

Pero en un documental no hay final perfecto. Funcionarios y parientes del juzgado declaran que nunca vieron aldeas destruidas, que no recordaban haber visto humo de los incendios provocados en las montañas. El mismo Efraín Ríos Montt declaraba que casi era un héroe y usando a Dios de por medio, mirando de frente a la jueza, fue capaz de decir que no tuvo que ver en el genocidio. Él también es humano. La cámara encuadra su sonrisa al escuchar los alegatos de uno de sus abogados, y es que yo quisiera suponer que ni él mismo se los creía.

Ya casi al final del juicio, la cámara muestra al reloj. Ahí el tiempo pasa y finalmente la jueza lee el veredicto, y como es natural, existe un silencio sepulcral, interrumpido por rostros de mujeres ixil que intentan sonreír y levantar los brazos cuando escuchan: “¡Culpable!” y atestiguan la proclama de una condena a 80 años de prisión. Yo también siento ganas de respirar profundo.

Pero la sabiduría popular dice que la alegría del pobre dura poco. A los 10 días de finalizado el juicio, se anula el veredicto.

Izabel Acevedo la directora, fue capaz de contraponer a víctima y victimario y de dejar al público con el corazón y la rabia flotando en la sala. Los asistentes tan solo somos capaces de caminar lentamente, sin mucho ánimo, con desesperanza.


Ficha técnica:

Nombre: El buen cristiano

Año: 2016

Director: Izabel Acevedo

País: México