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Los EDOC, un ejemplo de independencia

Foto: Diego Cazar B

Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar

El cine documental se ha convertido en una de las herramientas más eficaces para mostrarnos las costuras de nuestra especie. Con el desprestigio de los medios noticiosos tradicionales, que ocultan o exhiben noticias de acuerdo a cuántos réditos comerciales retornarán o a qué político de turno quieren agradar, el cine independiente o ‘cine de lo real’ se aparta de la verdad única y nos demuestra que el relato de la vida humana no es más que un entramado de microrrelatos, todos ellos tanto o más válidos que la historia oficial.

El festival de cine documental Encuentros del Otro Cine (EDOC) es ya uno de los eventos más importantes de la región. Muchos desafíos pusieron a prueba la capacidad de convocatoria de la última edición, la número 14, pero el resultado fue más que favorable. A pocos días de que terminara la cita, con Quito y Guayaquil como sedes, con salas llenas, una asistencia de 15 730 espectadores solo en Quito, actividades paralelas como coloquios, conciertos, funciones al aire libre, ponencias, conferencias y clases magistrales, queda confirmada la garantía de que los EDOC son ya un un imán en la región.

Pero, ¿quién está detrás de todo? Durante el acto de inauguración, antes de la proyección del documental Citizenfour, de Laura Poitras, se destacó el trabajo de traducción y subtitulación, por ejemplo. ¿Y el resto de ese equipo invisible que suele ser el alma de las cosas grandes? A vista de pájaro, los EDOC son el fruto del trabajo de aproximadamente 50 personas, entre productores, escritores, diseñadores, comunicadores, periodistas, críticos, traductores… La primera etapa reúne a un comité asesor de programación, conformado esta vez por 13 personas, y encargado de mirar aproximadamente cuatrocientas películas. Luego de seleccionar las que serán parte del festival, viene el proceso de negociación con cada productor y director para importar las copias de exhibición. Este año, fueron 123. Entonces, viene la etapa de traducir y subtitular. En esta ocasión se hizo este trabajo con aproximadamente 30 películas. Luego, hay un equipo que redacta un catálogo que circulará durante todo el festival y que servirá al espectador como guía. A continuación, está el trabajo de producción: acondicionar salas, celebrar acuerdos de exhibición, verificar el equipamiento de las salas, organizar la visita de los invitados y organizar actividades paralelas.

Quizás la apuesta por una programación internacional y por no concentrar la convocatoria en propuestas solo nacionales o latinoamericanas –como se acostumbraba a fines del siglo XX en la región– ha sido el mérito que sostiene esta iniciativa independiente con creciente interés. Una de las muestras de esto –aunque parezca un hecho aislado– es que el gran público está cada vez más necesitado de aproximarse al cine: durante las funciones de los EDOC, un grupo de espectadores demandó que las películas tengan subtitulación con indicaciones para personas sordas. Este solo hecho provocó la inmediata reacción del Estado ecuatoriano a través del Consejo Nacional de Cinematografía, cuyo director, Juan Martín Cueva, asumió el compromiso de poner en circulación, a más tardar a finales del 2015, 30 películas pertenecientes al Sistema Nacional de Difusión, subtituladas con adaptación para espectadores sordos. “Quisiéramos que de ahí en adelante sea sistemático con toda película de nuestro Sistema de Difusión”, me dijo Juan Martín, en una conversación vía chat.

Manolo Sarmiento, director ejecutivo de la corporación Cinememoria, es, quizás, el único director de cine en Ecuador que ha pensado en esta sección del público de cine. Su documental La muerte de Jaime Roldós cuenta con subtitulación para personas con discapacidad auditiva.

Es lunes, pasado el mediodía. Manolo está en las oficinas de Cinememoria –una especie de guarida para guardabosques enclavada en el parque La Carolina, junto al Jardín Botánico de Quito–. Manolo despide al guionista Alfredo Mora Manzano luego de discutir algunos detalles operativos después de que han terminado los EDOC 14.

Manolo, es cierto que muy pocos nos preguntamos sobre los esfuerzos financieros, las gestiones que hacen posible un festival de esta magnitud. ¿Cómo se mueven estos asuntos en los EDOC?

Los EDOC confirman su presupuesto semanas antes de empezar. El presupuesto ha crecido mucho desde el primer año hasta ahora, pero –con la única excepción de cuando teníamos una ayuda de la fundación Hivos, por diez años–, todos los auspicios o ayudas se confirman en la víspera. Eso, a pesar de que hay instituciones con presupuesto mayor ahora que antes, como el Municipio de Quito, el Ministerio de Cultura.

¿Cuáles son las instituciones públicas que están participando?

En este año dependemos de tres apoyos centrales: el Municipio de Quito, que aportó con 80 000 dólares; el Ministerio de Cultura, que aprobó una subvención semanas antes y aportó con 70 000 dólares, y el CNCine, que aportó con 50 000 dólares. Hay otros apoyos adicionales de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a través de su imprenta; de la Embajada de Suiza, el Instituto Goethe, la Fundación Humboldt, la Alianza Francesa, la Universidad de las Artes…

Una de las características de los EDOC es realzar el componente formativo, ¿por qué esa apuesta?

Porque en gran medida los EDOC son un espacio de formación de cineastas o de futuros cineastas. A mí me encanta que la gente joven y todo el mundo quiera hacer documentales. El festival siembra el deseo de crear una obra, lo que quiere decir que es un espacio de formación de público y de formación de cineastas, en comparación con otros festivales que buscan más bien ser un mercado. En Ecuador no tenemos la posibilidad de tener un mercado o de que el festival cumpla la función de ser una vitrina para el mercado local o regional, porque, desgraciadamente –y esa es una conquista que está pendiente– la televisión ecuatoriana y los circuitos de difusión cinematográfica no ofrecen a su público documentales, entonces, exhibir tu película en los EDOC no te abre las puertas del mercado audiovisual local. En otros festivales sí ocurre eso. Yo supongo que los gerentes de programación de los canales de televisión del Ecuador ni siquiera se enteran de que los EDOC se realizan porque no les interesa.

Los EDOC destacan ciertas piezas en cada edición. ¿Por qué los puntos altos de esta edición fueron el documental sobre Edward Snowden, la película de Mauricio Samaniego sobre Alfaro Vive Carajo o la más votada, La sal de la tierra, de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, dedicada a la obra del fotógrafo Sebastião Salgado?

A mí me sorprendió lo de la votación por La sal de la tierra. No me lo esperaba. Después, lo discutimos con el equipo y sí, es que Salgado tiene mucha llegada en el Ecuador. Hay mucha gente que admira su trabajo y lo sigue. Pero, bueno, cada año, lo que hacemos es leer el tipo de películas que nos llegan. Hay años en que hay más películas con contenidos duros, políticos, como Citizenfour, y otros años en que eso no es tan preponderante. En este año hubo muchas películas que se agruparon en la sección ‘Ciudadanos, alienígenas y testigos’ (We come as friends, de Hubert Sauper; The look of silence, de Joshua Oppenheimer; War of lies, de Matthias Bittner; Uyghurs, prisioners of the absurd, de Patricio Henríquez…), películas muy duras sobre el momento geopolítico contemporáneo. ¡Todas hablaban de lo mismo!

Se siente un mismo síntoma: sin que nadie lo haya planificado, confluyen las temáticas…

¡Exacto! Todas atraviesan al Ecuador, porque el Ecuador de hoy es un Ecuador muy insertado en lo contemporáneo, genera expectativas, porque tiene un gobierno con un discurso que se declara de izquierda, porque negocia con China, que es el nuevo actor geopolítico global, porque le da asilo a (Julian) Assange, porque recibe a miles de refugiados colombianos y de otros países, porque su gobierno tiene una tendencia a censurar, le gusta mucho controlar la palabra. Entonces, esa sección este año se volvió preponderante. Snowden abrió el festival, entre otras cosas, porque –en efecto– Ecuador ayudó a Snowden a salir de Hong Kong. Y más que el gobierno, como tal, lo hizo una persona, nuestro cónsul ecuatoriano en Londres de la época, Fidel Narváez. Snowden participó en un coloquio en el New York Times Talks, y allí él agradece expresamente a Fidel.

El documental es un género que no puede evitar apartarse de la política. Sin embargo, los EDOC han sido muy hábiles para limpiarse de cualquier estigma de una u otra tendencia y muestran diversidad de opiniones. Por ejemplo, está el documental sobre la última campaña presidencial de Rafael Correa, Instantes de campaña, del director Tomás Astudillo, que sin ser propaganda oficial, es todo lo contrario a otros que son muy críticos con el régimen ecuatoriano…

Yo creo que el público percibe a los EDOC como un espacio crítico, no sé si de izquierda, pero sí crítico, de discursos independientes, irreverentes, que desafían al poder político y económico, y me parece importante que el público lo perciba así y le parezca normal que se financie con fondos del mismo gobierno, y que nadie se espere que por tener fondos del gobierno la programación del festival tenga que ser complaciente con una ideología o con una tendencia política. Creo que el público percibe a los EDOC como un espacio independiente y lo es, porque no hemos tenido ningún condicionamiento ni lo hemos recibido –por suerte– nunca. El festival es importante porque cumple el papel de anfitrión de estas películas y nuestro trabajo es relievarlas. Obviamente, no pasamos propaganda ni videos institucionales, y desde el momento en que un cineasta nos prueba que su película es independiente, aunque él tenga convicciones políticas totalmente pro o anti, y la peli tenga calidad y pase el filtro de nuestro comité de programación, es una peli nuestra, entonces, la hacemos nuestra aunque defienda ideas que no sean las nuestras.

Desde el punto de vista del discurso político, ese es un ejercicio democrático…

Sí, y es comprensible que ese papel no lo pueda cumplir un funcionario político. Tú no le puedes pedir al ministro de Cultura que presente una película como la de Pocho Álvarez, que denuncia un acto de abuso de autoridad por parte del mismo gobierno para el cual él trabaja. Un festival independiente sí puede tener ese papel y yo destaco ese papel de ser anfitriones y respaldar y dar nuestro voto de confianza a los cineastas y servir de puente entre ellos y la audiencia.

¿Y crees que hay respuesta de ese público, o de los terceros, una vez que ya los EDOC han hecho lo suyo exhibiendo su selección documental?

Yo echo en falta la reacción en los periódicos, porque ya nosotros cumplimos el papel de anfitriones y de presentar las películas, y al otro día debería haber un periódico donde manden al diablo, otro donde elogian, y eso no hay…

En un medio atiborrado de cine de canguil, que los EDOC se mantengan vivos y saludables por decimocuarto año consecutivo ya es todo un triunfo. ¿A qué se debe el atractivo de este encuentro, Manolo?

Evidencia una necesidad, una carencia. Quito es una ciudad con pocos espacios de encuentro en torno a actividades culturales –para no hablar de Guayaquil y de las demás ciudades–. Pero el EDOC no es un ministerio de Cultura, ¡es un festival! Debería haber muchos más festivales como el EDOC y creo que hay que hacer un esfuerzo grande para tener espacios de difusión independientes, tanto política como comercialmente. El público necesita eso y busca en el EDOC ese espacio. Hay que hacer un esfuerzo para tener más salas. La gente siempre nos pregunta por qué los EDOC no van a otros barrios, y eso es porque la gente espera que los EDOC suplan cosas que no les corresponde. Somos solo un festival que llega a un grupo de gente interesada que quizás estadísticamente no es representativa de la ciudad, pero simbólicamente sí lo es. El EDOC te dice que en la ciudad hay que construir comunidades. En la ciudad hay un público para el rock como lo hay para el cine documental. Debería haber un público para los cortometrajes, un festival de cine de animación, un festival de cine de terror, otro de ciencia ficción, de cine asiático, de cine africano…

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Diego Cazar Baquero (Quito, 1977) es cofundador y editor general de La Barra Espaciadora. También es editor de la revista Rocinante, de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo. Periodista, antropólogo visual, escritor y músico, ha publicado los libros de poemas Más caras tras máscaras, Telarañas las pupilas y Caleidoscopio. Escribe también para el suplemento cultural cartóNPiedra, de diario El Telégrafo, de Guayaquil, y ha colaborado con varios medios impresos de Ecuador.

3 COMENTARIOS

  1. Estimado Diego
    ¿Podrías especificar que significa la afirmación sobre Instantes de Campaña: «es todo lo contrario a otros que son muy críticos con el régimen ecuatoriano…»?

    • Hola, Tomás. Mi percepción es que Instantes de campaña no es propaganda política frontalmente, trata de evitar serlo, sin embargo, termina siendo «todo lo contrario a otros (documentales de los EDOC) muy críticos con el régimen». O sea, no es –a mis ojos– muy crítico, sino todo lo contrario. Saludos.

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