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Los recuerdos en viñetas

La novela gráfica se convierte así en una expresión de memoria histórica. Una herramienta de archivo social diferente. Se podría decir que el cómic se vuelve el vehículo y el conductor cambia de acuerdo a la finalidad. Ya lo dijo el historiador mexicano Rafael Sánchez Villegas: “El pasado no es territorio exclusivo de los historiadores”.

Por Jorge Hernández

“Al cómic tienes que reducirlo a la esencia, es un gran medio para artistas que no recuerdan nada” – Art Spiegelman, Metamaus.

Los recuerdos no solo quedan en fotografías o en letras impresas. La publicación del tercer volumen de la exitosa novela gráfica El Árabe del Futuro (2014-presente) de Riad Sattouf refuerza al cómic como crisol de la memoria. El autor recopilará en 5 tomos su niñez en Siria y Libia. Con lo que deja un aviso claro: los recuerdos, cada vez más, son dibujados en viñetas.

En el libro Cómics, Una historia global, desde 1968 hasta hoy, de Dan Mazur y Alexander Danner, se destaca la facilidad de la novela gráfica para presentar “episodios complicados y traumáticos de vida”. La memoria entonces se proyecta en dibujos y encontramos historias como Epiléptico: la ascensión del gran mal (2001–07) del ilustrador francés David B. Obra que detalle a detalle ventila su intimidad, la deja a la observación de todos y cuenta por recuadros la relación con su hermano epiléptico. Dibujó su autobiografía.

Este género es definido por el ensayista francés Philippe Lejeune como un “relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad”. Los temas elegidos por la caricaturista Alison Bechdel son una muestra de ello. Trazo por trazo orienta su búsqueda de conocimiento hacia sí misma con novelas gráficas como: Fun Home (2006) y ¿Eres mi madre? (2012). Allí retrata los demonios familiares: la declaración de homosexualidad de su padre después del matrimonio y el suicidio de él. Además, describe la relación con sus progenitores -un libro para cada uno- y su vida como lesbiana y feminista.

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La memoria de un individuo se convierte en una visión de la historia de una sociedad. Alison Bechdel, con su discurso feminista y en pro de la comunidad GLBTIQ, describe un Estados Unidos homofóbico y retrógrada para una sociedad cada vez más diversa en la década de 1970. Alrededor de ese mismo lapso, Riad Sattouf -desde su experiencia como caricaturista de la revista francesa Charlie Hebdo- describe con humor un Medio Oriente antisemita, conservador, orgulloso, incoherente y estrellado culturalmente contra Europa. La novela gráfica se convierte así en una expresión de memoria histórica. Una herramienta de archivo social diferente.

Se podría decir que el cómic se vuelve el vehículo y el conductor cambia de acuerdo a la finalidad. Ya lo dijo el historiador mexicano Rafael Sánchez Villegas: “El pasado no es territorio exclusivo de los historiadores”. Por ejemplo, Joe Sacco es ilustrador, pero desde el oficio del periodismo cose los recuerdos para generar un cómic-reportaje, como Palestina (1996) o Notas al pie de Gaza (2009); Paralelamente las viñetas podrían ser un transbordador, cuando un libro pensado como autobiografía quiere mutar a novela gráfica. Es el caso del cómic El diario de Ana Frank (2006) adaptado por Sid Jacobson y Ernest Colón; o la transformación de la biografía Che, una vida revolucionaria (1997), del periodista Jon Lee Anderson, a una novela gráfica dibujada por José Hernández y adaptada por el mismo autor en el 2015. Las posibilidad con el dibujo se amplían y no hay género puro.

Fun home, de Alison Bechdel.
Fun home, de Alison Bechdel.

La marca del ratón

Maus (1977–91) es la referencia de la novela gráfica por excelencia. Con este premio Pulitzer (1993), Art Spiegelman va narrando la historia de su padre Vladek, antes y durante el Holocausto. Los judíos son ratas; los nazis, gatos; los polacos, cerdos; los franceses, ranas; y los estadounidenses, labradores retrevier: inusuales recursos gráficos y lingüísticos utiliza para relatar la historia, imágenes basadas en nociones culturales que llevó a una facción de la población polaca a protestar por su referencia porcina.

La animalización de los personajes y el contraste pasado/presente -con la entrevista entre padre e hijo y el Holocausto- , logra retratar la crudeza del exterminio y al mismo tiempo la humanización de Vladek, para no caer en un acto de revictimización. En su lugar aporta varias dimensiones sobre su padre: es un sobreviviente, pero también la representación del estereotipo de un judío. Para Michael Rothberg, profesor de la Universidad de California, “Spiegelman elabora un relato que reflexiona sobre la experiencia del trauma, inscribiendo su historia”.

La publicación de Maus sirvió de inspiración y obras similares lo sucedieron. Marjane Satrapi con Persépolis (2000–03) relata los efectos de la Revolución Islámica (1979) de Irán en su familia y en ella, causando su autoexilio a Francia. Li Kunwu, de la mano de P. Ôtié, dibuja Una vida en China (2012–13) y desglosa la vida de su padre y la suya, para representar la transformación de la República Popular de China: desde Mao Zedong hasta hasta Deng Xiaoping. Mientras en Latinoamérica la novela gráfica y los recuerdos se centran en las dictaduras setenteras o en la violencia política, como manifestación de una herida abierta que debe ser dibujada.

Una vida en China, de Li Kunwu
Una vida en China, de Li Kunwu

En Colombia encontramos Los Once (2013), de los hermanos Jiménez, desde la fábulación -con clara influencia de Maus– relata la traumática toma del Palacio de Justicia por parte de la guerrilla M–19; en Perú, desde el periodismo, Jesús Cossio ilustra Rupay (2016), compilando varias crónicas gráficas de la sangrienta violencia de Sendero Luminoso; o en Chile, con la etiqueta de cómic documental, Los años de Allende (2015) repasa el gobierno del exgobernante de izquierda y el proceso de golpe de estado que se planeaba desde que se entró al Palacio de La Moneda. Pero existen excepciones latinoamericanas donde las viñetas son vías de catarsis: Paola Gaviria, alías ‘PowerPaola’, narra su niñez y adolescencia entre Ecuador y Colombia en Virus Tropical (2011). No cabe duda de que la novela gráfica se pondera como una vía de ebullición de los recuerdos del autor y un proyector de la historia de un país, de un pueblo.

Los años de Allende.
Los años de Allende.

Jorge André Hernández es periodista y fotógrafo amateur. Lector crónico. Amante de las letras y las imágenes: al final, las historias.