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Los sin razón

Por Juan Carlos Cabezas / @liberjuan

Dicen: la Selección fue una mierda, nadie vale, nada valemos. Y así se sienten seguros,  cobrando el estipendio de su amargura. El técnico es su objetivo principal; dicen que el técnico Rueda solo juega para él y no para el país, que lo hizo todo para asegurarse cuatro años más en el banquillo. ¡Bocazas!

La culpa es de Rueda… cierto, pero no toda. Su principal error fue la mansedumbre de sus sistemas tácticos. Ecuador solo tuvo veneno en la mirada de Enner Valencia, en la concentración de Domínguez y en el entusiasmo renovado de Paredes. El arquero, el delantero y el lateral. ¿Y el resto?

Rueda nos debe algunas explicaciones: ¿cuál fue su propuesta sobre Antonio Valencia?, ¿cuáles fueron sus orientaciones para mejorar el  trabajo de Montero?, ¿alguna vez le dijo que su juego era improductivo?

Hay otros que también creen tener la razón.  Ustedes los conocen, son aquellos que escriben: “Gracias Selección”, repitiendo ideas  destinadas a festejar… que seguimos en el mismo terreno. Para colmo, se mueren por mostrarnos su “grandeza”, su positivismo de manual de autoayuda, su recalcitrante y fotocopiada apertura mental para sobrellevar una derrota que les pesa menos que un maní en la boca. Ni qué hablar de narradores y presentadores que se afilian a las antípodas del sentido común.

Nos quedan, afortunadamente, los seres verdaderos, aquellos que no manejaron como salvajes el pasado 25; los que no pusieron al fútbol sobre la dignidad del resto; los que disfrutábamos una cerveza en paz; los borrachitos, hinchas auquistas, que le dieron el puesto en la Ecovía a una señora con tres niños y luego brindaron a la salud del ‘Dida Domínguez’; ese pelado que se besaba la camiseta Tricolor con garra y ese individuo que le pedía perdón a Vanessa en un cartel, pues lo llevaron “obligado” al Mundial. Me encantaría contar esa historia.

Finalmente, está Susy, una dama taiwanesa dueña de un restaurante vegetariano quien al día siguiente de la derrota aplaudió, en medio de su restaurante, a nuestro arquero. Mientras los comensales circulaban con sus bandejas, ella armó una fiesta. En el abecedario de su alegría estaba escrito algo simple y cierto: la plenitud.

1 COMENTARIO

  1. El juego de la selección me recordó a la profesora de primaria exigiendo: «Niños: marchando en su propio terreno»… una actitud tan propia de estos tiempos. Y sí, Susy, mi amor platónico, siempre encantadora.

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