Inicio Tinta Negra Las becas, entre la urgencia y la demagogia

Las becas, entre la urgencia y la demagogia

La pregunta de entrada es si el Estado necesita de los becarios o los becarios del Estado. ¿Quién le es funcional a quién?

Fotograma del filme de Alan Parker basado en el álbum The Wall, de la banda británica Pink Floyd.

La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

Wrong, do it again! If you don’t eat yer meat, you can’t have any pudding. How can you have any pudding if you don’t eat yer meat?

Roger Waters

¿Para qué sirven las becas universitarias? Las becas, en primera instancia, son ayudas económicas que pueden ser otorgadas por el Estado u organizaciones privadas para que las personas con menos recursos cursen sus estudios o realicen investigaciones. Sin embargo, esa idea inicial no siempre resulta la más apropiada.

Si bien las subvenciones para que los más pobres tengan acceso a las aulas es encomiable, a nivel universitario el tema se vuelve más complejo, no solo por el costo y el beneficio, sino por a quién le cuesta y quién se beneficia. La pregunta de entrada es si el Estado necesita de los becarios o los becarios del Estado. ¿Quién le es funcional a quién?

Pasamos así del estricto plano institucional, de los deberes y derechos del Estado frente a sus ciudadanos, al ejercicio de visiones políticas que están dejando de lado a los estudiantes y poniendo sobre la discusión pública intereses particulares.

De un lado tenemos al presidente Rafael Correa anunciando que reasignará las transferencias del Estado a las universidades, con el fin de que sea el gobierno el que maneje directamente un millonario fondo de becas y establezca los perfiles y requisitos de los potenciales beneficiarios.

Del otro lado, las universidades pierden una millonaria suma que, si se queda en el Estado, les obligaría a ser menos dispendiosas, más eficientes y a limitar su capacidad académica.

¿Y los becarios? Tanto en un lado como en otro, los estudiantes corren el riesgo de convertirse en carne de cañón de una batalla por dinero y por poder.

Un gobierno que exageró su gasto durante una prolongada bonanza económica está ahora angustiado porque se gastó la plata. O, si le tomamos la palabra, invirtió en carreteras y megaproyectos. Lo malo es que ni las carreteras ni los megaproyectos sirven para pagar, por ejemplo, a los proveedores del Estado, o para cumplir con los compromisos de deuda. Si a eso sumamos las últimas y audaces operaciones para apropiarse de los dineros del IESS… Con ese contexto, resulta muy difícil de creer aquella idea de que la reasignación de los fondos a las universidades se realiza pensando en los más necesitados.

Además, por las malas y descalificando o poniendo apodos, el presente Rafael Correa no logrará que se entienda el criterio técnico y la justificación académica para retirar los recursos a las universidades.

¿Y los becarios? Recibirán la subvención directamente del Estado, en los términos que decida el Estado. O sea, del gobierno. O sea, de Rafael Correa. Y en un periodo electoral (todo el 2016 y los primeros meses del 2017), el riesgo es que los becarios sean víctimas de un proyecto demagógico y clientelar.

Los centros de educación superior, de pregrado y postgrado, han recibido un buen porcentaje de sus ingresos del Estado. Solo la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) se han beneficiado con más de $ 200 millones durante el régimen de Correa. ¿Todo ese dinero fue a becas?, ¿dónde está la justificación de cómo se gastaron esos recursos estatales?

Las rendiciones de cuentas a los estudiantes son tan básicas que no dicen nada. No queremos desconocer los méritos académicos de la UASB y la Flacso que, sin duda son universidades de prestigio internacional, pero es necesario señalar que sus niveles de transparencia en cuanto al manejo de recursos estatales dejan mucho que desear.

Del resto de universidades, ni hablar. Muchas siguen siendo el búnker de caciques locales, quienes tras el anuncio de Correa de crear un fondo de becas para repartirlas en todo el país, paradójicamente, se frotan las manos.

¿Y los becarios? Seguirán sumidos en el desconocimiento. Solo sabrán que recibieron una beca, pero jamás entenderán el porqué ni la lógica que está detrás de su buena suerte.