Inicio Tinta Negra EDITORIAL | La venganza del FMI

EDITORIAL | La venganza del FMI

Ya en el 2014, el gobierno de Rafael Correa volvió la mirada al Banco Mundial en un momento en que reconoció que necesitaba de su ayuda financiera. Dos años después y tras la crisis a la que Ecuador se enfrenta ante el terremoto del pasado abril, el gobierno de Correa anuncia su decisión de aceptar un nuevo crédito, esta vez del Fondo Monetario Internacional.

imagen tomada del sitio www.tercerainformacion.es

La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

“Aunque los ejemplos puntuales abundan, con mucho el mayor rol político que han jugado el FMI y el Banco Mundial ha sido la imposición del paradigma neoliberal en los países del Tercer Mundo. El Consenso de Washington, que predicaba la neutralidad de las políticas económicas…, fue elevado por estos organismos de simple ideología al rango de teoría general”.

Rafael Correa Delgado. Ecuador: de Banana Republic a la no Repúblic. p. 162, primera edición (Random House Mondadori, 2009).

Nada más vergonzoso que recurrir al enemigo, pedirle un favor, reconocer –aunque sea discretamente– que se necesita de su ayuda. Y lo peor: que se note. Es el caso del Fondo Monetario Internacional (FMI) y su entrada en la política económica del gobierno de uno de sus principales contradictores a escala mundial: Rafael Correa.

Hace dos años, ya ocurrió lo mismo pero con la otra cabeza de las finanzas globales: el Banco Mundial. Por eso recurrimos al mismo epígrafe que entonces usamos para relatar el acercamiento que el gobierno de Rafael Correa hizo entonces a este organismo multilateral, al que satanizó desde el inicio de su gestión (Ver el artículo aquí). Ahora le tocó acudir al FMI.

“No queremos saber más del Fondo”, decía en abril del 2007 el presidente ecuatoriano, apenas tres meses después de haber asumido el poder, al tiempo que cancelaba una pequeña deuda de poco más de 20 millones de dólares que Ecuador mantenía con ese organismo. Desde entonces, su discurso no escatimó en proclamas, como aquella de que la revolución es soberana y de que nada ni nadie tenía derecho a dictar recetas económicas de orden neoliberal.

Al poco tiempo de esas declaraciones, en julio de ese año, los ejecutivos del FMI tuvieron que abandonar sus oficinas en Quito en medio del incendiario repertorio de Correa y de su entonces ministro de Economía, Ricardo Patiño, quienes se concentraron en demostrar que la cara visible de la larga noche neoliberal fue y será el FMI.

Sin embargo, en los pasillos de los organismos multilaterales de Washington y de Quito se sabía bien que la rabieta –elevada a categoría de política pública– iba a durar lo que durara la prosperidad coyuntural de los altos precios del petróleo. De ambos lados se sabía que llegaría el momento en que el ‘Jaguar latinoamericano’ se convertiría, por el motivo que fuera, nuevamente en un gatito indefenso. Y así fue. La resistencia duró hasta el 2014. Para entonces, la economía empezó a toser. Los precios del crudo bajaron dramáticamente a finales de ese año y las necesidades de financiamiento se volvieron ingentes.

Sin hacer bulla, los funcionarios de la Presidencia de la República, del Ministerio de Finanzas y del Ministerio Coordinador de la Política Económica mantuvieron conversaciones con los tecnócratas del FMI que estaban en Washington. Mientras tanto, en los cónclaves oficialistas de Ecuador, en las sabatinas y en los aniversarios ‘verdeflex’ se enarbolaban la espada de Bolívar y las barbas de Eloy Alfaro como símbolos de la soberanía y la autodeterminación de un pueblo que le había dicho adiós a esa larga noche neoliberal.

Hasta que en junio del año pasado ocurrió una coyuntura singular: Correa propuso el polémico proyecto de impuesto a las herencias y la gente se le fue a las calles. Una semana antes de que el Papa Francisco llegara a Quito, una misión del Fondo Monetario había arribado al aeropuerto Mariscal Sucre con el propósito de ver qué mismo pasaba con el ‘Jaguar latinoamericano’ y qué línea de crédito sería posible. La visita del pontífice relegó a segundo o tercer plano la incidencia de esa visita.

Los precios del petróleo siguieron cayendo y no se han podido recuperar. China ha prestado lo que puede (o lo que le conviene), pero a Ecuador eso no le alcanza.

El equipo económico de Rafael Correa llegó al 2016 coqueteando con el FMI, pero sin mayores chances de maniobra.  Hay que reconocer la habilidad de los ministros Patricio Rivera y Fausto Herrera para justificar los excesos (en gasto y en verborrea) de la Revolución Ciudadana y a la vez sostener la sonrisa ante los evaluadores del Fondo Monetario. Es algo así como quererse sin que nadie se dé cuenta.

Pero el terremoto del 2016 abril terminó por desnudar una economía que está lejos de parecerse al milagro ecuatoriano o al ‘Jaguar latinoamericano’, etiquetas que tan bien se supieron vender desde los laboratorios de propaganda de la Secom.

Lo que se preveía que iba a pasar, pasó. La semana pasada, el ministro Fausto Herrera confirmó que Ecuador está negociando un crédito urgente con el Fondo Monetario para aliviar las cuentas fiscales que tienen saldos en rojo, más aún luego del terremoto. Tras la venganza del Banco Mundial, que el año pasado tuvo su momento para desquitarse de los malos gestos de Correa, llegó el turno del Fondo Monetario Internacional.

Pero el terremoto del 2016 abril terminó por desnudar una economía que está lejos de parecerse al milagro ecuatoriano o al ‘Jaguar latinoamericano’, etiquetas que tan bien se supieron vender desde los laboratorios de propaganda de la Secom.

Bien sabe el mundo entero que ni un solo dólar del FMI sale de sus cuentas si no está atado a una serie de requisitos u obligaciones para los países beneficiarios. El recetario puede estar escrito y ser público o no. Desde Carondelet se repite que “jamás nos someteremos a los caprichos de esa burocracia internacional”; Correa ha dicho que estos recursos se entregarán «sin condicionamientos»; sin embargo, a minuto seguido nos encontramos con una serie de privatizaciones en marcha, despidos en el sector público, focalización de subsidios, intentos de austeridad… La receta del FMI avanza. De a poco, pero avanza. Y ahora lo hace más rápido que la patria y que la revolución. 

Para unos, la intervención del Fondo Monetario es positiva, pues pone freno al excesivo gasto público; para otros, es lo peor, porque significa el retorno de la larga noche neoliberal. En ambos casos, la ecuación de partida es simple: Ecuador no tiene plata y el FMI tiene esa plata que necesita Ecuador. Adivinen quién pondrá las condiciones.