Inicio Tinta Negra Alberto Montt: «Mis ilustraciones son máscaras de Tigua»

Alberto Montt: «Mis ilustraciones son máscaras de Tigua»

@César Morejón

Por Diego Cazar Baquero / La Barra Espaciadora

Alberto Montt, el humorista gráfico, artista plástico y diseñador ecuatoriano-chileno que nació y creció en Quito y que adoró cada detalle macondiano de este hueco andino (incluidas las empanadas de morocho), estuvo hace unas cuantas semanas en la capital ecuatoriana para ser parte del jurado de un concurso que, como a otros miembros del mismo, le dejó una suerte de sinsabores.

Este apátrida que aun siendo hijo de chileno y de ecuatoriana no se siente ni de aquí ni de allá, acaba de cumplir el pasado 22 de diciembre 41 años y es padre de Laura, una pequeña de tres años que ya distingue a su progenitor a través de sus dibujos. Es curioso que sus dibujos y sus pequeñas historias sean tan eficaces entre públicos adultos y críticos como su autor, así como en los niños. Eso lo prueban dos de las ilustraciones que acompañan esta entrevista, hechas por Anahí, una pequeña quiteña de diez años que se deja sorprender con el humor de Montt y, sin conocerlo en persona, lo imagina “algo viejito, de barba y pelo un poco canoso… ¡Viejito pero divertido!”. Las ilustraciones de Anahí son sus interpretaciones de dos viñetas de Alberto. Detalles más, detalles menos, estas imágenes son producto de lo que son capaces de hacer los personajes y los momentos monttianos, aunque él mismo no se la crea mucho y peque de modesto.

Esta conversación se publica ahora, dos meses después de esa visita que Alberto Montt hizo a Quito, como una celebración de su aniversario pero también como un homenaje a la niñez que pervive en su obra y a esa gran niñez universal a la que dedicamos esta edición, y que ahora está embanderada por la mirada de Anahí.

Un aguacero de esos que bien conocemos los quiteños se había empecinado en romper el viento de la ciudad, esa tarde. Nosotros, en el vestíbulo de un hotel de La Mariscal, hablábamos con el ruido del agua como fondo.

¿Cuál es la relación hay entre tus ilustraciones y los textos que las acompañan?

Cuando yo ilustro lo que estoy haciendo es hablar desde mí con la mayor honestidad posible. yo crecí leyendo literatura, terminé teniendo acceso a humor y literatura que me fueron forjando un pensamiento crítico. De una u otra forma, la ironía y el humor fueron parte de ese proceso de formación de mi ego o persona. Las viñetas terminan siendo ‘mi querido diario’: este soy yo en el dibujo, en la vida normal, cuando hay una reunión con un  empresario… no hay mucha variación.

¿Alguna vez tus dosis diarias no fueron diarias? ¿Cómo empezó todo?

Comenzaron siendo diarias. Ahora ya cada vez menos. En un principio fueron un ejercicio y al rato me di cuenta de que era un ejercicio que me generaba mucha satisfacción, entonces me propuse traducir una idea al día, ni siquiera buscarlas sino solamente traducir algo que ya esté en la cabeza. Entonces fueron diarias durante dos años y esos dos años tenía quince visitas al día…

Pero eso ha crecido considerablemente…

Si, estoy como en cien mil visitas al día…

¿Acaso la periodicidad de tu trabajo te distingue de otros humoristas gráficos?

Es que yo lo tomé desde un principio como un ejercicio para mí, para mantener la testa en movimiento. No había la intención de mostrar al mundo ninguna de esas mierdas. Yo lo hice porque sentí que me servía: ¡puta, yap, weón, no juego futbol, no hago abdominales, entonces muevo la cabeza!

¡Y la pluma!

Bueno, yo no considero que soy un dibujante -desde la perspectiva de la corrección del dibujo- muy bueno. Académicamente tengo mil errores que tienden a repetirse y eso se ha convertido en un estilo…

¿Cuáles errores, por ejemplo?

Me cuesta mucho hacer un cuerpo entero, mis personajes siempre están en plano americano… No sé donde comienza la cabeza y dónde comienza el cuello, mis personajes no tienen cuello o no tienen hombros… Entonces, anatómicamente yo no puedo dibujar, no puedo hacer un retrato, y en esa necesidad de encontrar un camino alternativo para comunicar termino encontrando un estilo. Mi estilo personal es la repetición de errores y ahora, desde la perspectiva de que el dibujo es una herramienta que me es muy eficiente para comunicar una idea puntual, sí, funciona, pero cuando veo ilustraciones de gente que realmente puede, yo me siento caquita de cuy…

Pero, supongo que no te sentiste así, por lo menos desde que llegaste a ser parte de los autores de Ediciones de la flor, en el 2010, ¿o me equivoco?

¡Cuando llegue a Ediciones de la Flor sentí que me había graduado! Ya después de eso qué. Y bueno, mi primer libro fue en 2010 pero mis conversaciones con Divinsky fueron en el 2008 y 2009, y cuando recibí el mail: ‘Hola, Alberto, soy Daniel Divinsky. Quería almorzar contigo porque he visto tu trabajo, quiero tenerte en la editorial…’ (gesticula con una sonrisa victoriosa y recuerda, señalando a varios seres invisibles de su memoria…) ¡Para todos ustedes que se burlaban de mí cuando estaba en el colegio y no atendía a clases por dibujar!

¿El colegio lo estudiaste aquí, en Quito?

Sí, en el Pensionado Universitario.

Tú has dicho varias veces que lo que Ecuador te dio es el impulso de bombardear ideas, dinámicas…

Sí. Lo que me pegó mucho de Ecuador fue el que es una sociedad con un pensamiento mágico alucinante: esa religiosidad que hay en el ambiente, ¡ese bajar a Tandapi y tener un diablo de cuatro metros weón!

Te ha quedado grabado todo eso…

Pero, ¡cómo no, si mis ilustraciones son máscaras de Tigua!

Cebollero (versión)
Cebollero (versión)

Además, tú confrontas mucho a lo religioso, pones en enfrentamiento a Dios y al Diablo con mucha frecuencia…

Hay dos patas: una es que todo mi pensamiento crítico gira en función de lo que está bien y mal, que no son entes absolutos (bueno, para un cura, violarse un niño está bien, para mí está mal…) Pero es en todo, desde lo sexual hasta lo político, se cree que lo que para ti está bien, para mí está mal, y ninguno de los dos es verdadero. Entonces, las figuras de Dios y la figura del Diablo, como representantes del bien y del mal absolutos, me parecen muy atractivas. Luego está el tema de usarlos, porque me parecen visualmente muy atractivos. Para mí la Escuela Quiteña es la gloria: ¡un cristo de Caspicara es la maravilla! Y de repente, cómo puedes estar admirando esta cosa tan maravillosa si sabes que es un weón clavado con dos clavos, sangrando con moretones, y si sabes que, además de eso, fue un indio que estuvo clavado con moretones… y aún así apreciarlo… Todo eso gira en torno a las figuras del bien y del mal. Luego está el rollo de la religión, que, obviamente, en nuestra sociedad judeocristiana latinoamericana, tiene mucho peso.

¿Tú eres ateo?

¡Pero, categóricamente!

¿Desde algún momento en especial?

Cuando comencé a pensar… A los doce o catorce. Me di cuenta de que el catolicismo era muy idiota, tenía demasiadas incongruencias. Pero como venía de una sociedad en la que tienes que creer en algo, te pones a buscar: tomas ayahuasca, cantas Hare Krishna en un templo en (las calles) Esmeraldas con Guayaquil. Entonces uno está en constante búsqueda, y cuando eres joven, es muy rico encontrar que alguien tiene una respuesta a algo que tú no entiendes. En algún momento te das cuenta de que es una herramienta de manipulación…

¿Hubo un momento específico en el que lo descubriste?

No. Yo creo que es acumulativo. Como cuando terminas con una novia, piensas en ella todos los días y de repente un día te levantas y ya no la piensas más…

¿Así fue de radical tu decisión, desde entonces hasta hoy?

Sí, Dios fue esa novia de mierda que me hizo sufrir mucho tiempo… y ahora yo hablo mucho al respecto porque siento que es un tema que hay que tratarlo, porque no hay una tendencia a generar debate al respecto. Solo te presentan una verdad ‘revelada’ y ¡no se discute! Y con esa verdad revelada pueden cancelar el aborto, prohibir la drogas, el sexo prematrimonial, darle impunidad a una banda de violadores de niños… Entonces hay como una serie de elementos que me joden mucho de la religión dentro de nuestra sociedad.

Y en Latinoamérica es muy normal, por ejemplo que se quiera controlar a partir de la moral el comportamiento de la mujer, ¿no?

Y una moral que está dictada no por un grupo de hombres de la Edad Media sino por un ser superior poseedor de todo el amor del universo, que está buscando para ti el camino perfecto y preciso, entonces, ¿de qué me estás hablando?

Es también muy recurrente en tu obra la oda al antihéroe, al antiheroísmo… ¿por qué?

Sí. Es que yo siempre fui el que no conseguía novia en fiestas, nunca fui bueno para los quiños, jugaba mal el fútbol, entonces era como que, igual, a este weón le pueden pasar cosas buenas… y por eso también tengo mucho del superheroísmo, ¿cachas? Tomo mucho a personajes como Superman o Pacman, que son seres ‘perfectos’, y trato de sacar al pelotudo que es realmente el ser humano, porque somos una manga de giles…

Has dicho en entrevistas anteriores que Spiderman te evoca un vuelo lisérgico, ¿no?

Y, sí (divaga mirando al infinito)… Es que al final son todos ridículos… Los superhéroes nunca lograron entrar en mi vida, y veo todas las películas pero desde la perspectiva del weón que se está burlando…

Pero, saliendo un poco del tema de los superhéroes tradicionales, y volviendo los ojos a América Latina, en la cultura del Cono sur está muy presente la figura de El Eternauta, que también es de Ediciones de la Flor…

Sí, El Eternauta es una biblia, pero eso, más que superheroísmo es que la Argentina en algún momento se destetó de la grafica europea y norteamericana y comenzó a generar algo que la ha hecho tan grande como es… No tienes un solo humorista gráfico sino, como cincuenta weones que nos dan una patada en la raja a todos los demás en este momento…

Leche (versión)
Leche (versión)

Tú eres un bloguero y cibernauta empedernido…

¡Yo no sería nada sin el Internet a nivel de comunicación!

¿No crees que la región, por lo menos, carece de un hábito extendido de leer o hablar con imágenes? ¿No crees que nos limitamos a entender el mundo solo a través del lenguaje escrito?

Se ha cultivado muy poco el lector de lo visual… Se ha producido poco y por lo tanto no ha habido consumo, no ha habido alfabetización visual. En Chile está empezando. En Argentina ¡ni hablar, son unos monstruos! Están México o Brasil… Colombia es muy fuerte, pero poco a poco se está haciendo algo… Cuando estoy en Chile hay mucha gente que me pregunta cómo es que me sigue tanta gente afuera si mi humor es chileno; cuando llego a Argentina me dicen que es alucinante que un chileno tenga un humor argentino; en México me han dicho lo mismo… entonces, la gente no se da cuenta que la frontera desapareció cuando llegó la tele

¿Te lo han dicho aquí en Ecuador?

No. Aquí se enteraron de que soy ecuatoriano hace año y medio…

¿Qué piensas de Liniers?

Liniers es un monstruo, nos abrió puertas a todo el mundo, habilitó espacios que antes no eran del humor, porque antes se entendía que el humor era la risa. Liniers le dio la vuelta a eso: el humor no es la risa, tiene que ver con el contar y generar emoción, sorpresa, puede causarte dolor… La obra de Liniers no es una tira, Liniers funciona cuando ves diez mil y eso lo vuelve enorme. Y no busca un gag, busca hacerte cómplice de un mundo. Yo andaba ayer por La Carolina y había por ahí vi unas gigantografías de Bonil, que eran gags: un tipo meando en un árbol y el árbol meando encima del tipo… ¡Está bien, pero es eso! Si ves un conjunto de Bonil no vas a encontrar lo mejor o lo peor, es solo eso. Cuando ves a Liniers o lo odias o lo amas, ¡porque esa es la obra!

¿Tú también trabajas en función de construir una obra?

No, no, no. Mi ánimo no es llegar a… ni hablar de ser un Liniers porque eso es inalcanzable. Quizás ser un referente para alguien que está empezando en la misma labor, pero mi humor sigue siendo de nicho…

Pareces muy modesto, pero tus ilustraciones transitan también entre varias generaciones. ¿No puedes dejar de depositar en tus dibujos mucha niñez, no?

Bueno, es que es el primer lenguaje…

¿Crees en ese primer lenguaje?

Por supuesto, muchas veces empiezas a dibujar antes que a hablar… Trabajé mucho con el teatro infantil y es probable que algo de ese lenguaje se traduzca… cuando trabajas con el humor creo que evocas lo común, y no creo que haya nada más común que la niñez.

¿Qué es lo que sientes por Quito cuando la visitas ahora, ya residente de Santiago de Chile?

Amor-odio. Lo encuentro alienante, odio las veredas, odio el irrespeto del weón en el auto, amo la empanada de morocho… amo la neblina en la González Suárez, odio el tráfico a Cumbayá, ¡odio lo que hicieron con Cumbayá, mataron Cumbayá cuando hicieron este centro comercial enorme! …amor-odio.

Ya no la sientes como tu casa…

No.

¿A Santiago?

A Santiago la siento como mi casa pero porque es mi casa.

Sitio web En dosis diarias: www.dosisdiarias.com