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Venezuela, el botín por el que nadie mueve un dedo

Venezuela no está sola pero también lo está. La comunidad internacional parece tardar mucho para asumir contundencia en sus intervenciones. Los tratados internacionales –de los que el presidente Nicolás Maduro hace tabla rasa– amparan a la región y al mundo para tomar medidas ante el conflicto interno que es ya alarmante. Un análisis de Juan Francisco Trujillo.

Foto/Carlos Becerra

Por Juan Francisco Trujillo / @JuanfranT

Cada vez parece más claro que no hay una salida institucional posible para Venezuela. El país latinoamericano está avocado a un enfrentamiento entre fuerzas armadas de toda índole y civiles, y se desangra en medio de un descontento social tan difuso como irrefrenable.

La comunidad internacional –esa entelequia tan golpeada por el statu quo a medio camino entre la indiferencia y la impotencia– no lleva a cabo ningún intento de mediación. El diálogo entre gobierno y oposición nació ya abortado. Entre fines de octubre y principios de diciembre de 2016, todo se convirtió en una letanía de acusaciones mutuas –Vaticano de por medio– y no parecen identificarse intenciones, aunque fuesen lejanas, por apadrinar otra iniciativa medianamente similar. En la región, las voces de alarma de Colombia y las recomendaciones de Perú se apagan ante un silencio elocuente.

De entre los países sudamericanos, ninguno provee una posición categórica ni de respaldo ni de rechazo al régimen bolivariano que encabeza el polémico Nicolás Maduro. Los aliados consuetudinarios de la ultima década, como Ecuador o Bolivia, han hablado de respeto a los procesos internos, autodeterminación de los pueblos y soberanía del vecino. En su momento, también han denunciado intentos de golpe de Estado. Los hasta hace pocos meses aliados Argentina y Brasil se sitúan hoy, al calor de sus cambios de gobierno, en las antípodas del chavismo, mientras otros, al estilo de Uruguay se desmarcan del vecino.

La OEA, encabezada por su secretario General, Luis Almagro, consigue poco eco ante sus propios miembros fragmentados y más interesados en bloques regionales que les aporten beneficios. La aplicación de la carta democrática que implicaría una sanción hasta una posible exclusión del bloque no ha prosperado porque hacen falta dos tercios de los votos.

En UNASUR, los pronunciamientos sobre la crisis interna han girado en torno a la invocación de paz y consenso y el organismo ha preferido un perfil bajo. Desde MERCOSUR, los intentos por exhortar a Venezuela para buscar una salida a la crisis no quitan ni añaden nada nuevo al escenario, lo mismo que en CELAC, organismo de integración con carácter simbólico y ningún peso político real.

Venezuela le debe dinero a todos sus socios regionales e internacionales, más interesados en lograr eventuales cobranzas que en aportar con soluciones viables para desentrampar el divorcio entre oficialismo y oposición que ha impedido desde celebrar elecciones seccionales hasta normalizar la actividad comercial.

Rusia se concentra en ser el socio militar del régimen venezolano. Es su principal proveedor armamentístico aprovechando que Caracas ha buscado fortalecer sus capacidades desde el discurso de soberanía y amenaza, y apuntando a posicionar a EEUU como un peligro latente. Venezuela gana entonces un aliado potente y con capacidad de confrontación y persuasión, al tiempo que coopera en materia petrolífera, energética, industrial, aérea y últimamente agrícola.

Por su parte, EEUU sigue importando buenas cantidades de crudo venezolano a pesar de la caída sostenida de la balanza comercial entre ambos países desde 2014. El discurso contrapuesto queda para la diplomacia siempre que el negocio sea rentable. El valor estratégico que puede tener el país caribeño se puede suplir con la presencia reforzada de EEUU en Colombia o Paraguay, buenos aliados regionales de hace décadas.

Desde Europa, nadie mira a Venezuela como una prioridad. Suficiente ha pasado ya solo durante el ultimo año como para mirar con alguna preocupación lo que suceda más allá de sus fronteras. Solo está la prensa española, que hace reseñas sobre crisis multidimensionales y especula sobre la enésima maniobra interna para un aparente derrocamiento del régimen.

China, apalancada en la lógica prestamista de impulsor de megaproyectos desarrollistas con incierto desenlace, es afecta a los regímenes fuertes con los que puede negociar directamente bajo condiciones de beneficio. No se cuestiona sobre legitimidad o solvencia de ningún gobierno aliado. Especialmente si hay de por medio negocios bilaterales por casi 20 000 millones de dólares

Por lo expuesto, puede decirse que Venezuela no es un peligro ni hegemónico ni comercial para nadie, pero tiene al mismo tiempo un potencial petrolero aún desbordado y generosos giros de negocio por aprovechar para la reconstrucción de industrias y sectores clave de la economía, después de las pugnas pro y anti chavistas. Cuando llegue el momento, propios y extraños sabrán aprovecharlo.

Mientras tanto, parece que ningún actor internacional moverá un dedo hasta el preciso instante en que todo el conflicto detone hasta límites insospechados. Esta es la condena de un país polarizado, volcado sobre sí mismo, al que pareciera que le resta poco tiempo.


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1 COMENTARIO

  1. Juan me parece acertado tu análisis; y eso que digamos que estás en el patio del vecino (Ecuador)

    Por mi parte debo decir que tengo las dos visiones, dos formas de analizar el tema, y bueno por parte de Venezuela tengo más criterio ya que hace 4 años decidí irme de allá con la ligera sospecha de que «se iba a poner feo» y hoy ni Nostradamus hubiera dado una predicción más acertada.

    El problema de Venezuela radica en una «inteligencia» que tuvo el finado Hugo Chávez en sus días en el poder. Estrategicamente unió y dividió lo que debía.

    Digo esto con propiedad por que mientras una bonanza petrolera estuvo a USD $100 por barril, el amigo hizo inversiones minoritarias en el país como las llamadas «Misiones» que eran programas de visión populista que se encargaba de generar mendicidad y mentalidad de facilismo por parte del ciudadano común el cual gritaba a los 4 vientos «Gracias a mi comandante tengo x cosa» y generó el odio al sector privado y al opositor con los adjetivos de «escuálidos», «pitiyankis» y «Oligarcas».

    Por otro lado mientras ese sector estaba alegre, también recorrió varios sitios del mundo y decidió implantar su socialismo del siglo XXI el cual aquí en Ecuador me doy cuenta que es un guión que más de uno se calcó fielmente. Argentina, Perú, Paraguay, Ecuador y la Bolivia… Todos con su «monigote» impuesto según el perfil. Hay unió (a fuerza del odiado $) pero lo hizo sino pregúntenle a Antonini Wilson y su fulano maletín.

    Esto rinde frutos cuando la bonanza baja, el país se le alborota y a la hora del té la OEA hace la pregunta de vigor y todos como los monitos nadie habló, nadie escuchó, nadie vió.

    Hoy por hoy esa estrategia es lo que mantiene en pie a un régimen caracterizado por desabastecimiento, inseguridad y sobretodo mucha corrupción. Y lo complicado de sacar a esa gente es que si dejan el poder van presos como vía pequeña y sana.

    Buen articulo espero vengan muchos más.

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