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El tesoro de los incas está en Tipón

En tiempos en los que el agua se ha convertido en un bien despilfarrado y poco valorado para las sociedades urbanas, Tipón, en Perú, nos recuerda el sentido de la vida a través de las corrientes hidráulicas que construyeron los incas. El imperio inca supo cómo hacer uso responsable de este recurso, y este lugar, muy cerca de Cusco, nos obliga hoy a revisar nuestros hábitos en relación con nuestro elemento vital.

Por Gabriela Muñoz

Como el agua, el ser humano fluye. Muchas veces se estanca, se limpia, se renueva y vuelve a fluir para que sus ciclos puedan continuar. En eso pienso mientras observo una de las más inspiradoras obras de la ingeniería hidráulica construida hace más de 600 años por los incas. Se trata de Tipón.

Según las crónicas del inca Garcilaso de la Vega, este sitio fue construido como un refugio del inca Yahuar Huaca, derrocado por darse a la fuga durante una rebelión. Se dice también que fue un centro ceremonial, donde las poblaciones se reunían para agradecer por las cosechas y cuenta la leyenda que fueron reverenciados como los jardines reales de Viracocha, dios de los incas.

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Tipón proviene de la palabra quechua timpuj, que significa “estar hirviendo”. Este nombre seguramente se debe a las formas que toma el agua al correr por los canales y al caer burbujeante, llena de vida. El agua en Tipón es cristalina y corre limpia ante mis ojos. Yo bebo de ella. Algunos me miran extrañados, otros hacen lo mismo. Se acercan tímidamente a un canal, la toman entre sus manos y la beben para refrescarse. Caminar por las terrazas y jardines de Tipón me lleva a imaginar a hombres y mujeres por los andenes, danzando, inclinando su cuerpo hacia el sol, levantando sus ojos hacia el cielo azul, sonrientes. Imagino sus movimientos, sus vestimentas coloridas y sus pies descalzos sobre la hierba.

Tipón se encuentra a 25 kilómetros al este de Cusco, en el Distrito de Oropesa, provincia de Quispicanchis. Asentado sobre una colina, se trata del único complejo arqueológico cuya infraestructura sigue en funcionamiento. Son 239 hectáreas las que conforman este complejo arqueológico vivo. En él se construyeron los recintos y jardines reales de Yahuar Huaca, con fuentes y canaletas, 13 andenes agrícolas, dos canales de distribución de agua y fuentes ceremoniales articuladas por un canal matriz que se divide para surtirla.

En la parte norte de Tipón se encuentra un sitio de observación, desde donde se podía divisar la ciudad. Dicho observatorio es conocido como Cruz Moqo: “cumbre donde hay una cruz”, y también como Qosqo Qhawarina, que significa “desde donde se divisa el Cusco”.

dsc_0245Esta obra de ingeniería hidráulica permitió irrigar grandes extensiones agrícolas de los poblados de Pukara, Rayanpukro, Pukutuyopampa, Qasanapampa, que están a sus alrededores, y así enfrentar las épocas de sequía.

El agua fue muy importante para las culturas preincas y para el mismo imperio Inca. Para el mundo andino, el agua proviene del dios Viracocha, creador del universo. Según el mito de creación inca, del lago Titicaca surgieron Manco Capac y Mama Ocllo, fundadores del imperio. El agua era un recurso sagrado para los pueblos andinos. Eso se refleja en cada obra de ingeniería, en cada mito, leyenda y acto ceremonial.

Los pueblos incas y preincas emplearon tecnologías y sistemas de aprovechamiento racionales que permitieron no solo irrigar tierras áridas y abastecer de alimento a cientos de pobladores, sino la regeneración de los ciclos vitales de los recursos que abastecían y daban vida a los pobladores, incluso en épocas de sequía extrema. Por eso, el agua ha sido uno de los mayores tesoros de los pueblos originarios en el mundo. 

En Tipón el agua no se agota, sigue viva, fluyendo como en aquellas épocas, aunque en el resto del mundo hayamos olvidado su importancia.

El tiempo se detiene para mí: el llamado del guía parte mi mundo en dos. Todo lo que está aquí no existe en otras tierras. Está olvidado. Las represas hidroeléctricas roban el agua a los ríos, secan la tierra en los veranos, agotan la vida.

Atardece en Tipón. Dejo al grupo y al guía hacer lo suyo, pero yo decido quedarme, sentir las voces del agua y de los seres que allí aún habitan. Quiero sentir los pasos de los antiguos caminantes de estas tierras. Escucho el silencio del valle y siento el sol flanqueando mi piel.

Mis ojos se cierran y miran cómo el agua corre por mi cuerpo. Ya sin gente el sol se pone. Debo salir. Una última fotografía de Tipón. Pronto volveré. Illapa, dios del trueno y de la lluvia, me mira y sonríe. Unas cuantas gotas de agua empiezan a caer.

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