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Pactos de silencio

La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

Una de las muertes más atroces a cargo de fuerzas represoras, en América Latina, fue la del cantautor popular chileno Víctor Jara, en 1973. Habían transcurrido apenas cinco días del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, el mismo que provocó su muerte en el Palacio de La Moneda. En el ex Estadio Chile, cientos de ciudadanos habían sido encerrados por la gendarmería chilena para ser torturados y desaparecidos. El cuerpo de Víctor fue hallado con 44 balazos, en las inmediaciones del cementerio.

Han pasado más de cuatro décadas y la sociedad chilena lleva estos episodios en su memoria aunque mucho se haya intentado borrarlos. La memoria es frágil, pero el empeño por hacer de ella una herramienta de conciencia que impida que estos hechos se repitan, ha mantenido a tres generaciones de pie. Cuarenta años más tarde, el juez Miguel Vásquez ha procesado a 11 militares como autores y cómplices de este crimen. Pero, entre los distintos procesados por los delitos cometidos durante la dictadura del general Augusto Pinochet, auspiciada además por el gobierno de EEUU  e inserta en los planes de la Operación Cóndor, estuvo el ex fiscal militar Ramón Melo Silva, procesado como encubridor de los delitos de secuestro simple y homicidio calificado en contra de Víctor Jara y cómplice del crimen del ex director de Gendarmería, Litree Quiroga.

El pasado viernes 5 de septiembre, y por unanimidad, la Corte de Apelaciones de Santiago concedió la libertad bajo fianza a Melo Silva, a cambio de 500.000 pesos, el equivalente a 850 irrisorios dólares estadounidenses. Aunque los mayores del Ejército en retiro Patricio Vásquez y Hernán Chacón, procesados como autores, no gozaron de este beneficio, la libertad concedida a Melo devuelve al debate ese posible pacto de silencio entre «criminales que fueron condenados y aquellos que no han sido y están en libertad», como lo ha dicho el ministro de Justicia, José Antonio Gómez. ¿Qué tan posible es sanar la conciencia de un cuerpo colegiado que lleva el peso de miles de muertos sobre su lomo? ¿Es capaz un gobierno que se precie de progresista, de ejercer justicia con ecuanimidad para enmendar, al menos simbólicamente, los hechos criminales de un Estado represor?

Ahora que se conmemoran 41 años del golpe de Estado en Chile, de la muerte de Allende y de la muerte de Jara, algo más que sus inmensas canciones de protesta resuena en la memoria de un continente entero.