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Ochentaysiete: dos épocas tras las cámaras

Por Marco Pareja A / @marcoalejop

Para ser sincero, andaba un poco escéptico frente al cine que se hace en Ecuador. Películas iban y venían pero ninguna me atrapó ni me conmovió como lo hizo Ochentaysiete, el más reciente largometraje de Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade, una coproducción con Argentina y Alemania.

El filme relata el pasado de un grupo de adolescentes y su marca indeleble en el presente. Se muestra auténtico, sincero, sin pretensiones. Guarda en su relato una nostalgia muy quiteña, muy ecuatoriana, quizás, y sumerge al espectador en las dos épocas en las que la historia ocurre.

La cinta fue estrenada el pasado 19 de septiembre y esta es una entrevista a sus dos directores, simultáneamente. Sus respuestas son, indistintamente, las de ese creador único que Anahí y Daniel han engendrado:

¿Por qué se llama Ochentaysiete? Supe que en un momento se llamó Tres…

El proyecto empezó llamándose Tres porque era una historia de tres épocas y tres amigos. El número 3 atravesaba varias partes del guión. Poco a poco, en la escritura, las tres épocas se hicieron dos y la historia de los ochentas tomó fuerza. Escogimos el año 1987 porque era un momento en donde teníamos un gobierno que ejercía bastante represión y se vivía un ambiente tenso; además, uno de los personajes principales es Pablo, un chico de familia argentina. En los años 1987 y 1988 es cuando las familias argentinas que llegaron, huyendo de la dictadura, terminan de irse de vuelta a su país. Los que no se fueron hasta ese momento ya se quedaron aquí. Este era un conflicto importante para nuestro personaje, Pablo.

¿Cómo nació la idea, la primera señal o motivación que les dijo: “Esto es para hacer una película”? ¿Por qué la nostalgia, el pasado? ¿Es un tema que les interesa en particular?

Nos interesa mucho el tema del paso del tiempo. Ochentaisiete nació como una historia personal y cercana que se fue moldeando y volviendo independiente de nosotros con la escritura. Una de las ideas de las que partimos fue la de dos amigos que se encuentran de adultos y son muy distintos y han afrontado la vida de manera diferente, a  pesar de haber sido muy cercanos en la adolescencia. En Esas No Son Penas (primer largometraje de Anahí y Daniel) exploramos el universo femenino y en Ochentaysiete queríamos sumergirnos en el mundo masculino y adolescente. La historia empezó con la amistad adolescente de los tres chicos en ese momento donde todo está por hacerse y por sentirse; donde se forma la persona que se va a ser.

DANIEL ANDRADE¿Cuánto tiempo duró el rodaje?

5 semanas, en el 2011.

¿Cómo fue el trabajo con los actores?

Para nosotros, el trabajo con los actores empieza en el guión. La construcción de los personajes y los diálogos se inician y se trabajan pensando en los actores. El trabajo actoral continúa en la selección del elenco. En el guión hay un  esbozo del alma del personaje, pero es el actor el que trae esa cosa intangible, esa energía, y eso buscábamos en el casting. Era una tarea difícil pues necesitábamos dos actores por cada personaje, el adolescente y el adulto. Siempre pensamos que los adultos deberían mantener la energía de los adolescentes. Que cuando uno viera al adulto de alguna manera sintiera que seguían siendo esos mismos chicos. Decidimos hacer un casting grande en número de gente y en tiempo, para buscar a los adolescentes. Este proceso duró seis meses. Fueron muchas llamadas hasta que seleccionamos a los cuatro actores. Una vez escogidos, buscamos los adultos de cada uno. Era muy importante la energía y el compromiso que le darían al trabajo. Una vez cerrado el casting hubo un proceso de construcción del personaje que en este caso dependía de dos actores para cada personaje. Hicimos muchos ejercicios con escenas del guión y en base a la construcción de la vida personal de cada personaje. A pesar de contar con actores profesionales y no profesionales el proceso fue el mismo para todos. En set respetamos mucho el trabajo del actor y tratamos de darle todo el tiempo que se pudiera. Intentamos que los actores llegaran a un nivel de confianza que les permitiera hacer las escenas complicadas emocionalmente. Finalmente, para la construcción de los personajes y la actuación misma, fue muy importante la etapa de edición, donde escoges minuciosamente lo que quedará en pantalla.

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¿Qué tan complicado fue encontrar esa ciudad de los ochentas? ¿Y el trabajo de la dirección de arte: los objetos, el Atari, etc.?

Desde el principio, retratar las dos épocas fue un reto. En la estructura del guión la historia se contaba yendo y viniendo de una época a otra, no era una estructura de flashback que nos ayudaría a marcar más las transiciones. Era importante para nosotros manejar esos dos presentes, ir y volver de una época a otra con toda libertad. Esa era la manera en que queríamos contar esta historia. Por esta razón el trabajo, no solo del arte, locaciones, vestuario y utilería, sino de diseño de sonido, de movimiento de cámara y luz era muy importante. La búsqueda de locaciones tardó seis meses. Fernando Soto, jefe de locaciones, peinó la ciudad en busca de barrios, calles y casas que mantuvieran el aire de los ochentas. Poco a poco fuimos armando lo que sería el barrio de los chicos con sitios que se habían quedado congelados en el tiempo. La búsqueda de objetos, autos, vestuarios y construcción de ambientes fue bastante minuciosa. Alicia Vázquez, directora de Arte, tuvo un proceso de investigación en el que se usaron fotos de la época (de Cristóbal Corral) para tener una idea de cómo era Quito en los ochentas. El arte es algo que se trabaja en silencio detrás de la acción de los personajes, pero que te ayuda a transportarte en el tiempo. Se hizo un diseño de arte al detalle de cada época y cada personaje, manejando diferentes paletas de color y conceptos.

¿Cómo funcionó la coproducción?

Desde el principio fue un proceso muy orgánico. Nuestros coproductores nacionales son gente que conocemos desde hace bastante tiempo y con los que tenemos motivaciones y prioridades muy similares en el cine. Al coproductor argentino lo conocimos porque fue jurado de una edición del festival Cero Latitud, en la que participó nuestra película Esas No Son Penas y le gustó nuestro trabajo. El personaje de Pablo en Ochentaysiete siempre fue argentino, entonces, cuando empezamos a desarrollar el  proyecto fue natural buscar una coproducción con Argentina, sabíamos que necesitaríamos actores argentinos y contar con parte del equipo técnico también sería muy enriquecedor para la película. A nuestro coproductor alemán lo conocimos porque fue uno de los asesores que el CNCine trajo para un taller, para los proyectos ganadores de la etapa de escritura. Él fue asesor de producción y cuando leyó nuestro guión nos dijo que le gustaría participar, así que una vez armado el proyecto lo invitamos. Lo importante en este proyecto es que no solo fueron colaboraciones financieras sino también creativas, teniendo siempre toda la libertad como directores.

¿Por qué la promoción del auto? ¿Piensan que este tipo de incentivos ayudan para que la gente vaya al cine?

El movimiento de películas en las salas de cine es muy intenso y la competencia es dura. Al pensar en la exhibición comercial de la película sabíamos que había que hacer mucha bulla y atraer de alguna manera al público. El Maverick es un objeto muy importante en la historia de Ochentaysiete. Después del rodaje se quedó con nosotros por una serie de motivos. Cuando nos reunimos a dar ideas de qué podíamos hacer para que la gente se entere de la película y vaya a las salas salió la idea de sortear el auto y ha sido el plato fuerte de la campaña.

michel-rodaje-600x400¿Por qué Andrés Crespo para el papel del padre de Juan? ¿Será que es el actor “fetiche” de este momento del cine en Ecuador o algo por estilo?

Vino alguna gente a hacer casting para el padre de Juan y al final el que más se acercaba a lo que queríamos fue Andrés. Nos gusta mucho su presencia y su fuerza. Si bien ha actuado en varias películas, siempre pensamos que debíamos trabajar con él en algo diferente a lo que ha hecho hasta ahora y estamos muy contentos con el resultado.

¿Para qué tipo de público está pensado el filme? No es una peli ordinaria, tiene un tempo y un ritmo muy propios, un tanto alejados de la narrativa comercial…

Cuando escribes, inconscientemente lo estás haciendo para un público, pero la idea de público es una idea un poco difusa.  Básicamente, estás contando una historia de la manera en la que tú quisieras verla contada. Por lo menos eso nos pasa a nosotros. El tema mismo de la película tiene que ver con el tipo de historia que nosotros quisiéramos ver, que disfrutamos. Cuando llegas al tema de la narrativa, de la estructura de la película, lo que intentamos hacer es llegar a ciertos puntos de giro en ciertos momentos, tratar de determinar cómo presentar a los personajes, saber cuándo empieza el desenlace. Las partes de una historia y los tiempos de una historia están ahí, pero al ser una película que sucede en dos épocas, todo se vuelve un poco más relativo.

ELENCO-ADOLESCENTES-600x400El ritmo de la película tiene que ver con los personajes, creo que es eso lo que la determina. Y esos personajes viven en dos épocas a ritmos muy distintos. ¿Fue complicado combinar esos dos ritmos y confrontarlos?

Nosotros pensamos que la película le llega a todo tipo de público. No sentimos que es una película lenta ni una película hermética. La gente que la ve, de edades muy distintas, nos dice cosas increíbles. A muchos les conmueve, les mueve a niveles profundos y eso está buenísimo. Es difícil prever lo que pase con el público. Incluso las películas hechas con una receta para triunfar muchas veces no funcionan. Nuestra posición es ser lo más honestos posibles en el proceso y esperar que eso se vea.

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