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El cielo y el infierno solo duran 90 minutos

Imagen tomada de pasealvacio.net

Por Anaís Madrid / @anaistamara

Si todos sabemos que Miguel de Cervantes escribió el Quijote, un título como Messi, autor del Quijote, resulta pesado. Otros pensarán que es justo, pues creerán que Messi es tan creador como lo fue Cervantes… Se trata de otra copia como la que hizo Pierre Menard de la mano de Borges, en 1944. Juan Sasturain, en 2007, comparó un gol de Messi en el Camp Nou frente al Getafe con el gol de Maradona en el arco inglés, en el 86. Menard no quería escribir otro Quijote, quería escribir el mismo, sin quitar ni poner. De igual manera, Messi, sin querer, fue autor de una obra maestra que ya existía. Aunque parezca imposible, el milagro de Maradona se repitió 20 años después: El de Messi no era ni mejor ni peor: era, de un modo inquietante, igual. No hizo otro gol parecido ni lo copió ni lo imitó ni lo tradujo: simple, increíblemente, lo hizo otra vez.

Una manera de ver fútbol se encuentra en las palabras. Aunque el hincha jamás renunciaría a la televisión, tiene otra opción menos gregaria en caso de crisis. La médula del fútbol alcanza para el cuento, la novela, la poesía y el periodismo narrativo; relatos sobre partidos, retratos de jugadores, odas a goles, crónicas de la hinchada. Para suerte de los aficionados, escritores y periodistas han sido salpicados por la alegría y por la tristeza de los partidos y han logrado registrar la magia y la ficción que ocurren en el césped. Para Juan Villoro «no hay grandísimas novelas de fútbol porque el fútbol en sí mismo es una novela». Después de los noventa minutos es posible reconocer al héroe y al villano y aceptar la tragedia o el milagro.

Al hacer un barrido de publicaciones futboleras, tres libros saltan a la vista: La guerra del fútbol (1992), de Ryszard Kapúscinski; Fútbol a sol y sombra (1995), de Eduardo Galeano, y Puro fútbol (2000), de Roberto Fontanarrosa. El libro de Kapúscinski es un clásico ejemplo en el que el fútbol es pretexto para hablar de otras cosas: Honduras y El Salvador disputaban su clasificación al Mundial de México 1970. La victoria de Honduras, en el primer partido, provocó el suicidio de una joven salvadoreña de 18 años. El 3 a 0 a favor de El Salvador, en el segundo encuentro, desencadenó el resentimiento del público. El pase a México 1970 fue el detonante de un conflicto bélico que duró 100 horas y tuvo 20 mil muertos. La crónica del polaco parte de la clasificación mundialista para describir los conflictos sociales que arrastraban ambos países. Eduardo Galeano, en un ejercicio menos periodístico, comparó el fútbol con la guerra: «Hay partidos que terminan en batallas campales, hay fanáticos que encuentran en el fútbol un buen pretexto para el ejercicio del crimen y en las gradas desahogan los rencores acumulados desde la infancia o desde la última semana (…) Entre los casos de más triste memoria se podría citar, por ejemplo, la matanza de 39 hinchas italianos del club Juventus a manos de los hooligans ingleses del Liverpool, hace poco menos de 20 años». Sobre Fútbol a sol y sombra, el uruguayo dijo que rinde homenaje al fútbol, «música en el cuerpo, fiesta de los ojos, y también denuncia las estructuras de poder de uno de los negocios más lucrativos del mundo». Y en un intento literario antes que periodístico, están los cuentos de Roberto Fontanarrosa. El clásico argentino, el penal como sentencia máxima y el hincha son algunos motivos de sus narraciones. Pero hay más; el fútbol y la literatura son una pareja que contenta a los aficionados de cada lado.

cuando_nunca_perdiamosAsí como los hinchas se reúnen a hablar de su equipo favorito y a tomar cerveza, Antonio Munné, durante la temporada 2010-2011, invitó a quince escritores culés para contar de dónde vino y cómo viven su pasión por el Barcelona. Cuando nunca perdíamos (2011) muestra la «pluralidad del Barça». Munné renuncia al pensamiento único y abre camino a españoles y latinoamericanos para escribir sobre el Barça como ellos lo ven. Cruyff, Ronaldinho y Messi, su infinita rivalidad con el Real Madrid, la era de Guardiola, la felicidad efímera y la tragedia fueron los temas favoritos de la distinguida selección de hinchas entre los que están Juan Villoro, Enrique Vila-Matas, Jordi Soler y Daniel Samper.

Los once de la tribu (1995), Dios es redondo (2005) y Balón Dividido (2014), de Juan Villoro, son imprescindibles para quien busque fútbol en palabras. Aunque Villoro es fiel creyente del fútbol también lo critica. En Los once de la tribu supo retratar el caos del hincha. Lidiar con la especulación, el destino, el dolor, la fantasía y, lo más importante, con el tiempo, no lo consigue cualquiera. «Durante 90 minutos no hay forma de detener el reloj». Aunque el fútbol es la escapatoria de la vida se dedica a matar el tiempo. Un partido tiene tres tiempos: el real, el de compensación –que solo lo conoce el árbitro- y el que separa al espectador de su vida. En el fútbol somos lo que somos. «No está dominado por una tiranía anatómica». Es un deporte democrático. «Un gordito bajito, que le paga con una sola pierna y no salta a cabecear puede ser Puskas, Sívori o Maradona. Un joven alto, espigado, no muy rápido, puede ser Beckenbauer o Sacchi».

dios redondoDios es redondo, uno de los libros más conocidos del mexicano, propone mirar el fútbol desde el  misticismo pensando en el milagro y en la tragedia, en el cielo y en el infierno, en los ángeles y en los apóstoles. En el libro se encuentran los mundiales Francia 98, Corea y Japón 2002, los galácticos de la temporada 2003-2004, la muerte de Diego Armando Maradona, la Alemania de Fritz Walter y otros acontecimientos más que suficientes para niños y viejos, madridistas y culés, devotos y ateos. Pero Villoro no solo sabe escribir sobre fútbol, también sabe predecirlo. En una entrevista para CNN en Español, un día antes del partido México vs. Brasil, hizo tres predicciones sobre el Mundial 2014 realmente asombrosas: el empate de dicho partido en la Fase de Grupos, la sorpresa que daría Colombia y un hecho con el que Brasil superaría el escándalo del Maracanazo. En mayo de 2014 publicó Balón dividido, el perfecto abreboca para ver el Mundial. A diferencia de Dios es redondo, se trata de un libro con historias contemporáneas y espíritu crítico. En él se dedica a mirar la cultura del espectáculo, la intimidad y la afición desde figuras como Piqué, Shakira, CR7 y Messi. Balón divido, asegura el autor, «es una reflexión sobre cómo vemos la sociedad del espectáculo con sus luces, con sus sombras, y cómo la afición determina de alguna manera lo que es el fútbol».

Dicen que España tiene dos capitales: el Santiago Bernabéu y San Mamés. Para fortuna de los madridistas, Javier Marías recupera su infancia cada domingo en el Bernabéu. Madridista desde niño, vio jugar a Di Stéfano y Puskas en los 50. Salvajes y sentimentales (2010) recoge textos publicados entre 1992 y 2000 en El País y en El Semanal sobre fútbol español. Marías, como Vladimir Nabokov y Albert Camus, jugó futbol; fue extremo izquierdo en la infancia y esta pieza de ánimo autobiográfico evidencia la conciliación entre fútbol y literatura.

Al más puro estilo de dos amigos que miran el partido juntos a pesar de que no apoyan al mismo equipo, Juan Villoro y Martín Caparrós mantuvieron una correspondencia durante el verano de 2010. Las cartas fueron publicadas en los portales web de Letras Libres de México y Soho de Colombia, pero no fue hasta mayo de 2012 que apareció el libro íntegro Ida y vuelta. Como si fuera un partido, Caparrós aprendió a esperar y a leer cada jugada de Villoro porque atacarlo fue un desafío. «El problema era que hablábamos de fútbol. El fútbol es uno de los temas menos prestigiosos de este mundo». El choque entre el mexicano y el argentino dura casi 200 páginas: pelotazo a Villoro, pase a Caparrós, toquecito a Villoro, pase a Caparros, devolución a Villoro, pasecito a Caparrós… Jugadas veloces que no tardan más de cuatro páginas. «En la vida las cosas no se definen, como en el fútbol, es un instante extraordinario».

En las antologías de crónica periodística es refrescante encontrar fútbol, o cualquier otro deporte. En La eterna parranda (2011), de Alberto Salcedo Ramos, está El árbitro que expulsó a Pelé. Se trata del retrato de Guillermo Velásquez, alias El Chato, quien antes de ser árbitro profesional fue boxeador. El 17 de julio 1968, el Santos enfrentó a la selección colombiana en un partido amistoso. El Chato validó un gol fuera de lugar para Colombia y los brasileños perdieron la cabeza. En el minuto 35 Pelé vio la tarjeta roja por reclamar y dejó la cancha diciendo “ese tipo está loco”. «De 28 personas que tenía la delegación brasileña –recuerda El Chato-, me agredieron veinticinco. Los únicos que no me pegaron fueron el médico, el periodista y Pelé». La delegación de Brasil recibió una demanda de parte del Chato y la crónica de Salcedo Ramos el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 2002.

el infierno y el cieloParecería que quedó poco para la poesía. Pero cuando la colección Visor llegó al título 800 premió a sus lectores con una antología muy original. En Un balón envenenado (2012) los autores se presentan como hinchas de… y en pocas líneas cuentan cómo viven el fútbol. Es una oportunidad para descubrir la afición de los escritores. Esta colección de poemas se nutre del fútbol de la calle, de los equipos que nunca conquistarán un campeonato, de los milagros y tragedias que han dejado los Mundiales, de la magia de hombres emblemáticos como Platko (de Rafael Alberti), Pirri (de Manuel Alcántara),  Maradona (de Mario Benedetti) y Beckham (de Miguel Ávila Cabezas), de las hazañas del madridismo, del himno del Atlético de Madrid. Gioconda Belli, Blanca Varela, Clara Janés, Raquel Lanseros y Ángeles Mora son las voces femeninas del volumen.

Este año, el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales dijo que «cada cuatro años sucede lo más importante de lo menos importante», en el programa De Zurda. La conciliación entre fútbol y literatura logra perpetuar ese instante capaz de paralizar a los corazones más escépticos y arrancar los gritos más enérgicos. Escaparse de la vida abriendo cualquiera de estos libros o muchos otros que no están aquí, es como ver a Iniesta escuchando el silencio frente al arco holandés en Sudáfrica 2010 en cámara lenta.

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