Por Andrea Romo / @andre_romo
Sejong, COREA DEL SUR.- En medio de la pandemia, Corea del Sur es el ejemplo de país al que todos se refieren. El pasado 20 de enero, este país registró su primer caso de COVID-19 y la situación se mantuvo bajo control hasta que la curva se disparó a partir de la paciente 31. Una “superspreader” en la ciudad de Daegu, que contagió a decenas de personas y generó un cerco epidemiológico de más de 1 000.
Este fue el punto que elevó la cifra de contagios de decenas a miles, pero también fue el elemento que puso a prueba la capacidad del gobierno coreano para contener la propagación y, sobre todo, que desafió a las personas para cambiar sus hábitos diarios y pasar de días activos a días de encierro. ¿Lo notable? El gobierno coreano no instauró una cuarentena obligada ni restringió la movilidad. Sin embargo, la gente se quedó en casa y así se logró contener el ritmo de contagios y armar cercos epidemiológicos precisos. Se habla de una recomendación de distanciamiento social.
Pero ¿qué fue lo que hicieron las autoridades coreanas para lograrlo? Corea desplegó su capacidad tecnológica e innovadora para desarrollar test rápidos y aplicaciones móviles para monitorear y mantener a la población informada en tiempo real. A través del uso de big data, se procesó la información de las tarjetas de crédito de los pacientes para armar sus rutas de movilidad y cruzarlas con las de otras personas que pudieron haber estado en esos mismos espacios, para prevenirlas y atenderlas. Corea ha realizado más de 380 000 pruebas de COVID-19 con sistemas que incluyen drive-thru y cabinas en calles.
Por otro lado, el comportamiento de las personas y su respuesta ante la situación fueron clave. El gobierno no obligó a nadie a quedarse en casa, y a pesar de ello, millones de personas lo hicieron, las clases y las actividades que no requerían presencia física se cancelaron o se volvieron online. Los restaurantes que no cerraron optaron por la venta de comida para llevar y los comercios abiertos extremaron medidas de prevención. Por ejemplo, los supermercados proveen desinfectante para las personas y los carritos de compras. Se promueve el distanciamiento social, hay desinfectante por todos lados, incluso en buses y paradas, nadie sale sin mascarilla y, sobre todo, hay un alto sentido de responsabilidad por los demás. Corea desplegó su potencial tecnológico e innovador, sí, pero eso habría sido insuficiente si las personas hubieran pasado por alto la responsabilidad que tienen de vivir en sociedad. A pesar de no ser una obligación, desde el 25 de febrero solo he salido por comida y, como yo, millones de personas han salido solamente lo necesario.
La sociedad coreana tiene un alto sentido de disciplina y respeto por el otro. En un contexto en el que el gobierno informaba constantemente y con transparencia, el rol de las personas se centró en cumplir las disposiciones de distanciamiento social e informar sobre recientes viajes o síntomas. Cuestiones que parecen simples, pero salvan vidas. Más que una imposición, el sentido común sobre permanecer en casa y ser extremadamente precavidos primó. Las personas entienden que la suma del cuidado de cada individuo garantiza un entorno seguro para todos los que ahí interactúan.
Por otro lado, academia, empresa privada y gobierno entienden el valor que generan las personas. Los productos innovadores que crearon para afrontar la pandemia no salieron como respuesta tecnológica a la crisis, sino que fueron el resultado de un trabajo de innovación pensado en cómo darle valor y transformar en insumo la información que las personas generan todos los días, para desarrollar mecanismos que los protejan y no los vulneren, con el apoyo de esa tecnología.
La dinámica dentro de las ciudades cambió, pero este cambio no dejó de lado a las personas, sino que fue el resultado de lo que las personas con sus nuevos hábitos crearon. Por lo tanto, no es una imposición que rompe relaciones entre todos los que ocupan la ciudad, sino que las transforma, porque ahora el objetivo es conservar la salud y la vida de cada individuo.
Más allá de las ventajas tecnológicas que tiene Corea, logra un gran éxito conectando a las personas y a esos actores de la academia, del sector privado y del gobierno, para generar respuestas que aprovechen el valor que generan las personas en su día a día. A pesar de que millones de personas se quedan en sus casas, aparentemente sin hacer nada, siempre son esas personas el centro de la toma de decisiones y, tal vez por eso, son tan eficientes. Las medidas no se enfocan en un solo grupo, sino en el bienestar de todos con cada una de sus particularidades: el de los contagiados, el de los que se quedaron en casa, el del personal médico, el de aquellos que sí podían ir a trabajar, el de los extranjeros, el de todos.
Ahora, al publicarse esta nota, el gobierno coreano ha decidido extender su recomendación de distanciamiento social hasta que se extinga la posibilidad de contagios. «No tenemos otra opción que continuar con una intensa campaña de distanciamiento social por un tiempo», dijo el primer ministro surcoreano, Chung Sye-kyun, según reporta la agencia EFE.
La vida, una vez pasada la emergencia, podrá no ser la misma, pero los principios de una sociedad respetuosa y responsable con sus semejantes y con su entorno seguirán siendo la base de toda comunidad.
Andrea Romo es ambateña, tiene 26 años y es especialista en gobiernos locales, desarrollo sostenible y ciudades. Ha trabajado para la Organización Internacional para las Migraciones y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en varias ciudades de Ecuador. Miembro del think tank liberal Libre Razón y cofundadora de la organización Altivos Ambateños. Reside en Sejong.