Por Paola Cevallos Cazar
Nueva Zelanda, un país ubicado en Oceanía, con una superficie muy similar a la de Ecuador (268.021 kilómetros cuadrados), pero con una población de apenas 4,9 millones de habitantes, es uno de los países con menor número de muertes relacionadas con la Covid-19 y de los que mejor ha manejado la pandemia. En apenas ocho semanas desde que se registró el primer caso, a finales de febrero, redujo considerablemente las tasas de contagio comunitario y cinco meses después, lamenta 22 fallecimientos y una cifra similar de contagios que no significan problema alguno para su sistema de salud, pues no necesitan hospitalización.
¿Cómo se dio la evolución de los contagios versus las políticas del gobierno neocelandés?
Con los ojos puestos en Asia y Europa, y observando la rápida evolución del virus y su potencial de contagio, las autoridades de Nueva Zelanda decidieron cerrar parcialmente las fronteras antes de que se registraran casos a escala nacional, primero restringiendo vuelos desde China, y luego desde Irán.
Las fronteras se cerraron finalmente el 19 de marzo, luego de una decisión sin precedentes en Nueva Zelanda, que se tomó cuando el número de contagiados era de apenas 28 casos y no había muertes registradas.
El país del Señor de los Anillos utilizó como estrategia de salud pública un sistema de alertas con categorías que iban del nivel 1 al nivel 4, y cuyas implicaciones se resumen en el cuadro a continuación:
Fuente: Página oficial de COVID-19 del Gobierno de Nueva Zelanda. Diseño: Jonathan Venegas / LBE.
La decisión de escalar a alerta nacional Nivel 3 el 23 de marzo, y a Nivel 4 dos días más tarde, generó reacciones diversas: por un lado, los grandes y pequeños empresarios clamaban por una flexibilización de las medidas que les permitiera generar al menos una parte de sus ingresos. La oposición conservadora de centro-derecha vio la oportunidad de criticar las medidas adoptadas por el gobierno de Nueva Zelanda, enfocando su discurso en el impacto económico. En contraste, varios grupos de la sociedad, respaldados por académicos y especialistas epidemiológicos, esperaban medidas más restrictivas que permitieran controlar la expansión del virus.
En respuesta, el discurso del gobierno emitido por la primera ministra, Jacinda Ardern, fue siempre claro: la salud y el bienestar de las personas son prioritarios, ya que si se registran menos contagios, menos muertes y mayor número de recuperados, mayor es la probabilidad de reactivar la economía.
“Debemos pelear duro y debemos hacerlo temprano”, fueron las palabras de Ardern al anunciar las medidas de restricción en el país. Pero a este discurso fuerte le acompañaron políticas de apoyo para los sectores empresarial, laboral, social y de salud. La inversión económica inicial para enfrentar la pandemia fue de aproximadamente 12 000 millones de dólares, lo que incluyó subsidios salariales, incentivos fiscales, aumento de beneficios estatales para personas sin trabajo o de bajos ingresos e inversión en salud para la compra de maquinaria y equipamiento médico. Hay que tomar en cuenta que los beneficios estatales para la población neocelandesa comienzan con un valor básico de 213,10 dólares a la semana para una persona soltera, y 375,17 a la semana para una madre o padre solteros con un hijo. A partir de ahí hay otros rubros que aumentan de acuerdo a la situación particular. Cada caso se detalla en el sitio web del Ministerio de Desarrollo Social de Nueva Zelanda, el equivalente al Ministerio de Inclusión Social y Económica, de Ecuador.
Junto con el paquete económico, el arma más potente que utilizó el gobierno de coalición de centro-izquierda-ambientalista fue el Rastreo Rápido de Contactos para identificar de manera oportuna los nuevos casos e implementar el aislamiento inmediato, y así, prevenir una mayor transmisión del virus. Para asegurar un correcto enfoque en la estrategia de salud pública adoptada por el gobierno, a inicios de abril se condujo una auditoría privada por medio de la prestigiosa Universidad de Otago, cuyos resultados fueron socializados ampliamente y cuyas recomendaciones se tradujeron en ajustes de política y liberación adicional de fondos para el sistema de salud y el fortalecimiento del sistema de Rastreo Rápido de Contactos.
La respuesta de la población
Los neocelandeses o ‘kiwis’, como se les conoce coloquialmente, aceptaron las medidas impuestas por el gobierno debido, en parte a:
- La posibilidad de acceder a teletrabajo
- Subsidios gubernamentales que habilitaron a los trabajadores para acceder al 80% de sus ingresos
- Subsidios a empresas
- Apoyo continuo a los ciudadanos del percentil de ingresos más bajo, que siguieron teniendo acceso a los bonos estatales.
La ‘normalidad’ familiar cambió drásticamente. Las personas se obligaron a adherirse a la llamada burbuja familiar, dejando de lado la participación en eventos y en mercados de comidas y ferias artesanales. Reemplazaron las visitas a parajes naturales para ejercitarse y realizar actividades al aire libre, algo que caracteriza a los ‘kiwis’, pero las restricciones permitían solamente caminar alrededor de la manzana, o dirigirse hacia el área de recreación que esté ubicada a máximo 5 minutos en auto desde casa. La Policía en las calles controlaba que las personas motorizadas no rompan las restricciones de movilidad.
La camaradería ‘kiwi’ fue evidente. Los neocelandeses iniciaron una campaña de caza de osos de peluche en la que los niños, en sus paseos diarios por sus barrios, debían encontrar la mayor cantidad de osos de peluche que los vecinos habían puesto en sus ventanas.
Pero las iniciativas de confraternidad, de humanidad, no vinieron únicamente desde la población. Jacinda Ardern -la gobernante más joven del mundo- declaró al Conejo de Pascua y al Hada de los Dientes, dos personajes muy populares para los niños neocelandeses, “trabajadores esenciales”.
La solidaridad y el compañerismo se pusieron de manifiesto también cuando, al verse obligados a vivir despacio y dejar de lado el ajetreo, los otrora reservados ‘kiwis’ se paraban a dos metros de distancia a saludar a los vecinos que no conocían antes del aislamiento, y a preguntar si se encontraban bien. Vecinos consternados por personas de la tercera edad o con enfermedades crónicas, cuya burbuja familiar contaba solo con una persona, se aseguraban de hacerles compañía por teléfono, de dejarles algo de comida en la puerta de su casa o de ofrecerles hacer las compras del supermercado, si es que el peso y la distancia eran un impedimento.
En su conferencia de prensa del 6 de abril, explicó a los niños que seguramente el Conejo de Pascua no podrá dirigirse a todas las casas u organizar actividades de búsqueda de huevos de pascua, ya que deberá permanecer en su propia burbuja familiar y cuidar de sus conejitos. Además, instó a los padres de familia a alentar a sus pequeños a dibujar y colorear huevos de pascua y a pegarlos en las ventanas de las casas, para que los niños del barrio pudieran ir en busca de los huevos de pascua, una experiencia un poco diferente a la de los años anteriores, pero que ha permitido mantener las costumbres latentes durante la pandemia.
La cohesión social y las organizaciones sociales privadas
Otro factor importante en la batalla en contra del virus fue, y continúa siendo, la participación de organizaciones sociales y comunitarias privadas, que han movilizado sus bases de manera intensa, para hacer frente a las necesidades de aquellos grupos que ya no califican o han agotado su elegibilidad para la ayuda gubernamental.
La preparación y entrega de paquetes de comida, suplementos médicos, la provisión de alojamiento de emergencia y transicional (financiada por el gobierno), así como el apoyo y soporte presupuestario, emocional y mental, han sido llevados a cabo por organizaciones como el Ejército de Salvación, Bancos de Comida Comunitarios, Organizaciones Culturales Maoríes, la Cruz Roja, entre otras.
Los lineamientos y condiciones claras para permitir su funcionamiento por parte del gobierno posibilitaron la colaboración y el dinamismo de estas organizaciones. Y el surgimiento de nuevos voluntarios, incluyendo figuras deportivas o célebres, puso de manifiesto el tejido y la cohesión social.
Esta actitud se enlaza perfectamente con el liderazgo sobrio pero compasivo de la Primera Ministra, quien resume la actitud ‘kiwi’ frente a esta pandemia con la siguiente frase: “Seamos fuertes, seamos amables, vamos a estar bien”.
Lecciones aprendidas
Las lecciones aprendidas de la experiencia en Nueva Zelanda para otros países de características similares, o incluso para Ecuador, se pueden resumir en los siguientes puntos:
- La credibilidad política, apoyada por comunicación constante, transparente y clara, facilita la cooperación ciudadana e incita a la participación social.
- Lineamientos claros y un ambiente favorable a la creación y funcionamiento de organizaciones sociales amplifica los servicios ofrecidos a la población más vulnerable, y posibilita mayor participación del sector privado.
- La cortesía y el respeto ciudadano, contrario a la viveza criolla, juegan un papel muy importante en la consecución de objetivos para el bien común.
- La participación y libre expresión de la academia y de otros grupos de interés promueven el diálogo social y el establecimiento de políticas gubernamentales eficaces.
- La inversión en servicios públicos es fundamental para el bienestar, especialmente la inversión a largo plazo en los sistemas de salud y de educación.
- La planificación y el soporte técnico a las políticas estatales, en lugar de la práctica del populismo, tiene resultados eficaces y aumenta la confianza y credibilidad en los gobernantes.
Al terminar julio del 2020, Nueva Zelanda es reconocido en el mundo entero por haber vencido la pandemia. El número total de muertos es de 22, y una cifra similar de casos de contagio son atendidos en sus domicilios.
Paola Cevallos es Máster en Estudios para el Desarrollo. Se interesa en las políticas públicas y los proyectos comunitarios. Trabajó para el Ejército de Salvación en el área de Servicios Comunitarios y Vivienda Transicional. Es quiteña y reside en Nelson, Nueva Zelanda.