Por Marco Pareja / @marcoalejop
Sin duda, el fútbol es el deporte más popular en Ecuador. Nos llenamos de orgullo cuando juega la selección y hasta cantamos el himno nacional a viva voz, como casi nunca lo hacemos. Vestimos orgullosos “nuestra piel” y hasta nos abrazamos con extraños cuando uno de los nuestros mete un gol.
Vivimos el fútbol fuera de la cancha, como hinchas. Pero ¿qué pasa del otro lado?, ¿cómo llegaron esos jugadores a estar entre los mejores de su equipo y de su país? Dreamtown, documental de Betty Bastidas, que tuvo su estreno mundial en el Festival Encuentros del Otro Cine (EDOC), narra el periplo de Aníbal Chalá, joven afroecuatoriano que desde niño quiso llegar a ser un gran futbolista para sacar adelante a su familia.
Este documental es de lo más refrescante que vi en los EDOC. Es una gran historia, de esas que hemos visto miles de veces en la televisión pero en las que nunca un afrodescendiente ecuatoriano es el protagonista. Dreamtown es el clásico viaje del héroe que sortea obstáculos para conseguir su superobjetivo. A la par de la historia de Aníbal, vemos los dos lados de su posible destino: el del éxito y el del fracaso. La historia de Ulises de la Cruz, uno de los mejores jugadores que ha tenido este país, que abrió el camino a Europa para otros futbolistas ecuatorianos y que ahora es asambleísta del partido de gobierno. Y la de Carlos, un joven del Valle del Chota que siempre quiso ser futbolista profesional, pero que nunca lo logró a pesar de intentarlo durante 13 años. Ahora se dedica a la agricultura para mantener a su madre, a su esposa y a su hijo recién nacido.
Pocas veces me he sentido tan a gusto e identificado con un filme ecuatoriano. Es muy gratificante reconocerse de alguna forma en la pantalla. La historia de Aníbal resulta inspiradora, a lo largo de varios años vemos que Aníbal crece como ser humano y como futbolista. Somos testigos de los momentos más difíciles de su vida, como cuando muere su padre porque la familia no pudo comprar una válvula de 20.000 dólares para salvar su corazón. El fútbol para Aníbal, además de ser una alegría, es fundamentalmente su único medio y fin para sacar adelante a su familia y a sí mismo, la necesidad hace que destaque entre cientos de niños, saca fuerzas de los peores momentos y de la adversidad. Sabe que no puede renunciar porque condenaría su futuro.
El fútbol en nuestro país es lo único que les da una esperanza a muchos niños y jóvenes, especialmente de grupos sociales históricamente marginados. Es triste ver todavía cómo el Valle del Chota, por ejemplo, de donde salieron 7 de los 11 jugadores titulares que conformaron la primera selección ecuatoriana de fútbol que fue a un Mundial (2002), conserva su estado de abandono y en muchos casos, de miseria. Algunos jugadores, como el mismo Ulises de la Cruz o Agustín Delgado, han colaborado con su comunidad. Pero aún queda mucho por hacer.
El caso de Aníbal tuvo un final feliz. Ahora juega en el primer equipo de El Nacional y se ha convertido en un referente. Su caso es ejemplar e inspirador, pero no es el de la mayoría. Un deporte que para muchos de nosotros es fiesta y alegría, para otros es su razón de vivir y única aspiración en la vida. Es triste que el destino de muchos ecuatorianos dependa de un deporte corrompido, que mueve millones de dólares, pero que ha quedado reducido a un negocio que flota en medio de una mafia de escala mundial.
Dreamtown tiene el acierto de mostrar esos dos lados de la moneda. De un lance depende todo. Si llegas a ser jugador de fútbol, te salvas; si no llegas a serlo, lo más probable es que tu destino ya esté escrito y que este no tenga un “happy ending”.
Ficha técnica:
Título: Dreamtown.
Director: Betty Bastidas.
País: Ecuador.
Año: 2016.