Por Karina Sánchez / Tolstoi Librería*
La Feria Internacional del Libro de Quito 2015 (#FILQ2015)
Hace poco se llevó a cabo la Feria Internacional del Libro de Quito (#FIL2015) en las instalaciones del Museo Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. La elección del espacio fue adecuada, al contrario de lo que sucedió el año pasado –de paso que es un buen pretexto para llamar la atención sobre una reestructuración del guion museográfico de dicha colección.
Hubo una mejor organización del espacio, se brindó un stand gratuito a las editoriales y librerías pequeñas y se tomó en cuenta a lugares alternos fuera de la Feria para la realización de eventos y conversatorios. Se preparó una nutrida agenda, aunque fue poco difundida y estuvo lista a pocos días de empezar el encuentro. Hubo cambios de última hora en la agenda, a la vez que omisiones y errores. (Para futuras ediciones, el Ministerio de Cultura debería pensar en crear una página web exclusiva para la Feria y contar con una información pormenorizada de cada aspecto y de cada eje que se le quiera dar a la feria). Faltó una mayor difusión de las distintas actividades en las redes sociales y en los medios de comunicación. Por lo menos se le debería dedicar 6 meses a la organización de un programa sólido que vaya de la mano con el Plan Nacional de Lectura –en el que el Ministerio dice estar trabajando–, al mismo tiempo que se deberían revisar las funciones de la Cámara del Libro, a la que le incumbiría ir más allá de la logística del evento.
¿Qué garantiza el Estado ecuatoriano para articular mercados en el sector editorial?
Pero, ¿para qué sirve o debiera servir una Feria del libro?, la designación de un país invitado no solo debería proyectarse para la difusión de autores internacionales, sino que debería estar acompañada de un contacto entre editoriales foráneas y librerías locales. El stand de Chile trajo una interesante oferta editorial, pero muy pocos libros, y no se hacían descuentos para librerías…
La agenda que se preparó giró en torno a autores, intelectuales y académicos –y está bien que sean ellos los protagonistas–, pero no se organizaron jornadas profesionales para gente del sector editorial y de librerías. Una feria implica la articulación de mercados y redes que fortalezcan el pequeño sector editorial local, que influiría en la difusión y la anhelada internacionalización de los autores nacionales.
La publicación de las obras ganadoras del premio organizado por el Ministerio de Cultura debería contar con diversos ejes que se articulen para una verdadera divulgación de los autores premiados: ediciones bien cuidadas –con poco presupuesto es posible hacer algo modesto, pero impecable–, la formación de una biblioteca básica de autores nacionales contemporáneos y distribución a librerías. Una política en torno al libro tiene que eliminar trabas burocráticas engorrosas que impiden la circulación de las publicaciones de las instituciones públicas.
Las ferias del libro convocan gente, hay un público con muchas expectativas en torno a estos eventos, de modo que las instituciones públicas a las que les concierne su organización deberían prestarle un mayor interés. En otros países, el sector cultura genera toda una industria que contribuye a la economía, de modo que todos los esfuerzos que contribuyan a fortalecer esta esfera son una inversión y no un gasto.
Por otro lado, la librería Tolstoi estuvo presente en la Feria Libre Libro, organizada por la Universidad de las Artes en Guayaquil, gracias a la invitación de María Paulina Briones. Esta feria, que promovió la edición independiente –a diferencia de la FIL– balanceó de mejor manera eventos con autores y editores y articuló redes entre gente del sector editorial y librero. Los editores están en contacto con los autores, pero los libreros están en contacto con los lectores y son una parte fundamental en la cadena de circulación.
Este tipo de ferias deberían replicarse en otras ciudades del país, en donde la oferta editorial es escasa o nula. Estas dos ferias me han permitido reflexionar sobre los prejuicios de los centros con respecto a las periferias como, por ejemplo, que en las ciudades pequeñas no existe público o no se lee… Los públicos se construyen y los libros y la lectura están justamente para eso, para derribar prejuicios.
*Karina Sánchez es librera. Dirige Tolstoi Librería, en Quito, hace 5 años.