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Breve instructivo para matrimonios arreglados

Foto: Thinkstock

Por Sandra Yépez Ríos* / @sandrayepezrios

Aunque mucho menos frecuente que hace 10 o 20 años, hoy aún hay un buen número de parejas en Japón que no se conocieron precisamente por casualidades de la vida sino mediante un ultra planificado y bien coordinado proceso operado por sus padres, los padres de su pareja y, casi siempre, la bendita mano de una casamentera.

Para aquellos que consideran que el matrimonio no es precisamente el final feliz de una historia de amor, sino un convenio pragmático pactado por dos personas con el mutuo interés de formar una familia, he aquí este pequeño instructivo de cómo conseguir el perfecto matrimonio arreglado al estilo japonés:

Para empezar, el trabajo deberá ser efectuado casi en su totalidad por los padres, encargados de hacer llegar el curriculum del potencial esposo o esposa hasta las manos de la Omiai Obachan, o abuela del matrimonio arreglado, como se conoce cariñosamente a la casamentera.

El currículum es fundamental para encontrar una pareja apropiada. Este deberá incluir los datos básicos del candidato, una foto de cuerpo entero y un detallado informe sobre el background de su familia: ¿De qué ciudad vienen los padres? ¿En que universidad estudiaron? ¿Cuál es la profesión del papá, a qué se dedica la mamá?… En el matrimonio arreglado es igualmente importante conocer la historia del potencial esposo como la de su familia. “Si el candidato a suegro es dueño de una cantina, por ejemplo, quizás su hijo no tendrá mucho chance de conseguir esposa”, me explica mi informante, que posee gran conocimiento del tema, pero cuya identidad evidentemente no puede ser revelada.

Los currículum pueden venir de cualquier ciudad del país. A ojo de buen cubero, la casamentera valora los candidatos y escoge las parejas; mejor dicho, encuentra el roto para cada descosido (o como se diría en Brasil, la tapa para cada olla). Entonces, ofrece el currículum para los padres.

Mi informante me explica que el interesado no ve ningún currículum hasta que este no haya pasado la aprobación de los padres de ambos candidatos. Luego de tener a los cuatro suegros felices, es hora de encontrarse y ver si “nace el amor”.

“Lo más tradicional es que en ese encuentro participen también los padres, pero últimamente los más ‘modernos’ prefieren tener la primera cita en privado”, detalla mi informante.

Lo más tradicional también es que, tras la primera cita, los interesados comuniquen a la “abuela” si el candidato ha resultado de su agrado. En caso de que no sea así, será ella la encargada de comunicar las malas noticias. “Eso libra a la gente de ciertas incomodidades, pues la casamentera es una maestra en el arte de ser sutil”, dice mi informante. Así, por ejemplo, la abuela convierte algo como: “eres un enano con un aliento a perro muerto” en algo como: “hay distancias insondables y un aura de imposibilidad en la relación”, y la cosa termina en paz. Cuando la respuesta es más feliz, del tipo “es medio enano, pero estoy dispuesta a verlo de nuevo”, la casamentera indica el rumbo a seguir: invítala a cenar aquí, cómprale unas flores allá, haz esto y aquello. Y entonces ya está todo encaminado. Lo siguiente son una serie de citas para presentar a las familias y hablar de la logística del matrimonio, el lugar, la fecha, los invitados; en fin, todas las nimiedades de una boda como cualquier otra. Mientras tanto, se preguntarán mis lectores, “¿qué hay de la acción y la diversión?”. Expongo a mi informante esta duda y, aunque admite que cada caso es diferente, me explica que lo más probable es que no haya sexo ni besos ni abrazos ni manitos sudadas durante este tiempo. Al fin y al cabo, están todos muy ocupados planeando la boda. Como es de suponer, tampoco hay mucho tiempo para sentarse a ver las estrellas, hablar de cuál era nuestro mejor amigo de la infancia o nuestro color favorito. Con todo su pragmatismo, mi informante tiene razón en algo: “hay muchos años por delante para contarse todas esas cosas”.

Así que ahí lo tiene, si usted ha escogido encaminar su vida hacia un matrimonio arreglado al puro estilo japonés, ya tendrá el resto de la vida para ver si le gusta el sexo con su pareja, si le viene bien su manera de pensar el mundo, y si con suerte y un poco de paciencia, de tanto verlo amanecer del otro lado de la cama, un día de pronto le nace el amor…


Sandra Yépez Ríos es periodista quiteña residente en Japón desde el 2012. Fue redactora y luego editora de Cultura y Sociedad en un diario ecuatoriano. Magíster en Estudios de la Cultura, autora del lbro  Para entender a Delfin Quishpe. Reflexiones sobre estéticas populares e identidad, un análisis sobre Delfín Quishpe y la identidad ecuatoriana. Es columnista de revistas en Ecuador y Perú, publica en su blog  y desde agosto del 2015 es colaboradora de La Barra Espaciadora desde Japón.