Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar
Fotos: Darwin Pizarro / Fluxus Foto
Hay miedo, sin duda. Por miedo –entre otras cosas– las salas comerciales de cine en Ecuador se han negado a proyectar el último documental del cineasta Carlos Andrés Vera, Propagandia. Y es de miedo y de censura, precisamente, que habla el filme. Habla de persecución y de corrupción, de Rafael Correa, de los hermanos Fernando y Vinicio Alvarado y de todo el aparataje propagandístico millonario que el gobierno de Alianza PAIS montó entre el 2007 y el 2017.
Propagandia ha sido parte de la selección de la edición 2018 del Festival Encuentros del otro Cine (EDOC) y se ha granjeado un alto nivel de expectativa en las audiencias. Es que esta prohibición por parte de las cadenas más grandes de exhibición en el país ha despertado el rechazo del público y de algunos gremios como la Corporación de Productores Audiovisuales del Ecuador (Copae). Y toda censura es siempre el mejor dispositivo de promoción de lo que se quiere coartar. De todos modos, esto parece ser tan solo una secuela más de aquello que Vera quiere contar en su película.
Carlos Andrés, ¿cómo llega una sociedad al momento en el que no puede identificar que está siendo sujeto de una dominación prediseñada como parte de un discurso político propagandístico?
Creo que para llegar adonde llegamos, hay tres razones: primero necesitas un pueblo golpeado, un pueblo que haya sido engañado muchas veces. Al Ecuador, la democracia le falló, porque el país realmente intentó, desde el regreso a la democracia –a través del modelo democrático y de sus instituciones– superar problemas esenciales como la pobreza, la representatividad del pueblo en el poder, el respeto a las minorías, el respeto por los indígenas, la promoción de nuestra diversidad y construir a partir de esa diversidad. Pero esos modelos democráticos, gradualmente, se fueron transformando en mecanismos de grupos de poder mafiosos para hacer dinero o para mantener el poder. Y creo que tocamos un fondo que no era el más profundo al que se podía llegar, pero un fondo del cual este personaje extraordinario que es Correa –porque no es normal tener un caudillo de esas dimensiones– se aprovechó. Y se aprovechó de una forma muy pensada, muy elaborada. No sucedió espontáneamente. Él tuvo la virtud de aprovechar los rasgos de su carácter y de rodearse de gente que muy hábilmente utilizó las herramientas de comunicación para construir lo que, a mi parecer, fue un gran encubrimiento. Para mí, la propaganda lo que hace es encubrir lo que realmente está sucediendo.
En el documental, varios de los entrevistados hablan de la figura del padre, del hombre, del yerno. ¿Es acaso que Rafael Correa reunía todos los rasgos de la figura del hombre ideal en una sociedad machista como la ecuatoriana?
Esa es la segunda razón. Primero necesitas ese pueblo golpeado, producto de ese golpe, otros sentimientos empiezan a emerger: hay una necesidad de revancha, hay un resentimiento social. Eso está muy dentro de la cultura del ecuatoriano. Por eso uso ejemplos cotidianos que para mí dicen mucho: en Ecuador, cruzar un paso cebra es arriesgado y el que tiene poder en ese momento es quien está manejando el vehículo, y a quien está manejando el vehículo le importa un bledo el respeto que merece quien está caminando. Se trata de un síntoma cultural esto de aprovecharnos del otro en pequeños actos cotidianos.
¿Precedía a Correa esta característica de los ecuatorianos?
Por supuesto. Pero creo que un líder como él la exacerbó. Él era auténticamente así, y como era un líder y un gran comunicador, logró exacerbar esos rasgos que ya estaban en nosotros.
Entonces, fue un espejo nuestro…
Fue un espejo. Y fue un espejo de lo peor, agrandado, multiplicado, porque los liderazgos multiplican ciertos rasgos. Los ecuatorianos no somos solo eso, también somos solidarios, por ejemplo. Pero si no tienes un líder que promueva ese rasgo y que más bien promueve el resentimiento, la división, la sapada, el aprovecharse del otro, entonces eso es lo que va a surgir. A mí me llamó mucho la atención cómo la gente aplaudió el caso de diario de El Universo. Tú podías o no estar de acuerdo con un medio de comunicación, pero, ¡esto de que un presidente pida 80 millones de dólares era aplaudido por la sociedad en su gran mayoría!
Porque teníamos a un superhéroe, ¿no?
Mientras hubo dinero circulando en la economía esa fue la actitud del ecuatoriano respecto del correísmo.
¿O sea que ocurrió solo mientras teníamos el estómago tranquilo?
A eso voy con el tercer elemento. Te hablaba de mucho dolor, de los traumas que afloran por ese dolor y el tercer elemento es el dinero. Vino la época de los altos precios del petróleo y eso permitió que el Estado pusiera muchísimo dinero en la economía a través de la contratación de una masa gigantesca, nunca antes vista, de burocracia, que además ganaba muy bien. Mucha gente por fin podía pedir un crédito, comprar un departamento, un carro, ropa. Había una cierta comodidad económica generalizada. Por lo tanto, los abusos en la política pasaban a un plano secundario. Cuando medías temas como derechos individuales, derechos humanos, libertad de expresión, al público no le importaba porque había una economía boyante, y mientras haya una economía boyante a la gente realmente no le importan temas esenciales que no tienen que ver con los negocios. Ahí es donde puedes identificar qué clase social realmente somos y hablar de Correa como un espejo de lo que somos.
En Propagandia aparece Vinicio Alvarado, el hombre duro de la propaganda correísta, diciendo en una entrevista de televisión –durante los primeros años del gobierno de Correa– que también hay que recordar las cosas buenas que hizo Mussolini, como las carreteras, ¿es muy decidor eso, no?
Claro, y lo es porque no lo dijo un funcionario de tercero o cuarto rango. Lo dijo quien era la cabeza estratégica del gobierno. No solo de la comunicación sino también de muchos aspectos de la política. Y luego, en la entrevista, él se da cuenta de lo que ha dicho y entonces dice algo así como que dejemos de hablar del pasado y más bien hablemos del presente. Y eso también dice mucho, porque ellos siempre están queriendo olvidar el pasado que no les conviene, recordar el que les conviene y hablar solamente de lo que ellos quieren.
¿No has sentido tú en el proceso de la producción de Propagandia una suerte de síntoma colectivo de haber aprendido a ser como nos enseñó a ser esa figura que fue Correa?
No lo sé. Es algo en lo que ni siquiera he pensado. Es posible que el documental empiece a generar esa discusión ahora. Yo, personalmente, me enfoqué en tratar de explicar un fenómeno que creo que no se debería volver a repetir.
Una de las estratagemas del discurso de Correa era aniquilar al otro que le estorbara, y Propagandia habla de eso…
Y por eso mucha gente se pregunta por qué no está Correa entrevistado en el documental, o sus funcionarios. Y hay dos motivos: primero porque están presentes en el documental, aunque no como entrevistados, está su punto de vista. Segundo, porque jamás ellos habrían aceptado una entrevista conmigo si abiertamente, durante muchos años, he sido crítico incluso en exceso de sus métodos, de su forma de hacer las cosas. Pero había otra intención más: yo quería humanizar a los personajes que sí están [entrevistados] en el documental, pues en su momento todos fueron estigmatizados. Si tú eras periodista eras corrupto. Si tú eras oposición, no importaba de qué tipo, eras el pasado y eras corrupto, delincuente. Si tú investigabas eras sicario. Todos ellos son personajes que fueron estigmatizados y que, producto de esa estigmatización que fue eficaz, perdieron años de sus vidas, perdieron sus trabajos, fueron perseguidos, insultados, agredidos o desaparecieron.
Algunos incluso perdieron su vida.
Sí. Entonces, no nos olvidemos de que uno puede estar o no de acuerdo con ellos pero son gente que tiene algo que decir y solo a partir del ejercicio de escuchar podemos empezar a sanar algunas heridas. ¡Todo el correísmo tiene a mis entrevistados como delincuentes y no lo son!
Hay un entrevistado en Propagandia que cumple una función fundamental. Él es el periodista Rafael Cuesta, ex Vicepresidente Nacional de Noticias de Canal UNO, porque con sus gestos y su forma de decir lo que dice es la muestra del miedo. Su rostro muestra arrepentimiento. ¿Tú crees que durante el correísmo se instauró una estrategia para infundir miedo en el país?
¡Por supuesto! Y no solo el miedo. La estrategia implicaba la aniquilación de cualquier punto de vista distinto. Y la anulación de una persona o de un grupo de personas viene de muchas formas. El caso más extremo es que son asesinadas o tienen un accidente. Pero, en la mayoría de los casos viene por el lado del desprestigio. El desprestigio les genera imposibilidad de trabajar y eso genera una crisis económica que los anula, porque cuando no tienes para comprar pan, no puedes pelear, tienes que sobrevivir. Detrás de esto hubo una clara intención, y a través de múltiples mecanismos, de desprestigio y persecución judicial, de anular a la gente. Y en muchísimos casos lo consiguieron.
En tu documental aparecen etapas del correísmo. Una primera etapa en la que la gran esperanza que simbolizaba Correa provoca una intención de enaltecer su figura con una estrategia de propaganda política. Y una segunda etapa en la que esta estrategia como que se va de las manos y empieza a generar corrupción o a exacerbarla, surgen estrategias de ocultamiento, de encubrimiento para protegerse entre ellos, de modo que la estrategia de propaganda política inicial deviene en una estrategia cuasi mafiosa…
Pero para mí ocurre muy rápidamente. Para mí la propaganda fue siempre el mecanismo para ocultar la corrupción. Siempre.
¿Desde el inicio?
Sí. La primera vez que Correa se va fuertemente en contra de la prensa es cuando se revelan los ‘pativideos’, en el 2007, antes de cumplir un año de su presidencia. Los ‘pativideos’ revelaban una serie de conversaciones clásicas de las mafias políticas, acuerdos por debajo de la mesa para proteger intereses. Es en ese momento cuando ellos empiezan a usar la propaganda para desacreditar a los medios de comunicación y los empiezan a llamar corruptos, sicarios. Los videos que publicó la prensa demostraban que los corruptos eran ellos, porque estaban actuando a espaldas de la gente, estaban además negociando con gente que ellos mismos habían criticado y, sin embargo, los corruptos eran los periodistas. De ahí en adelante, no hubo más que la profundización, la sistematización y el perfeccionamiento de esa táctica.
Ficha técnica
Director : Carlos Andrés Vera
Productora: Jimena Villarroel
Fotografía: Miguel Garzón
Edición: Fernando Tapia
Sonido: Carlos Andrés, Vera y Miguel Garzón.
¿Tú eres de quienes piensan que Ecuador no vivió la oportunidad de cambiar, realmente, con la emergencia de la figura de Rafael Correa, sino que desde el día cero estuvo condenado a lo que ahora podemos comprobar?
Yo creo que hay un par de ejemplos de presidentes que lo hicieron decentemente: Jaime Roldós, cuya presidencia fue interrumpida y –sin que hayan sido gobiernos honestos que puedan ser tomados como ejemplo–, hubo gobiernos con cierta institucionalidad, como el de [Rodrigo] Borja, por ejemplo. O momentos, como cuando tenías a un Febres Cordero abusando del poder, y también tenías a un Congreso que ponía ciertos frenos con Raúl Baca como su presidente.
Roldós, Borja y Baca provenían de una marcada tendencia de izquierda, y Febres Cordero es el gran referente de la derecha, por lo menos desde el retorno a la democracia. ¿Qué pasa con un Correa que llega con un discurso de izquierda, revolucionario, y que, conforme pasan los años, empieza a vaciarlo de sentido?
Tanto Raúl Baca como Roldós eran auténticos políticos, con una marcada ideología, coherentes con su forma de ver las cosas. Febres Cordero también lo era, siempre de mano dura, extremo y abusivo, pero de frente un abusivo. Y Correa era un farsante. Correa jamás participó en una manifestación de izquierda, jamás lo encontrarás en una sola foto con movimientos sociales de izquierda. Es hasta cierto punto sorprendente que todo este colectivo de izquierda que lo apoyó sabiendo que nunca estuvo con ellos en las calles peleando por los derechos de nada, de pronto lo hayan puesto en un pedestal tan elevado. Y yo insisto en un rasgo que para mí relata la mayor farsa de Correa y que también es un elemento de propaganda, su uniforme: camisa blanca con motivos indígenas precolombinos, haciendo alusión a las culturas ancestrales. Y como nunca en la historia del Ecuador, Correa concesionó los territorios indígenas, los invadió y se los entregó a la China. Hubo pueblos enteros que fueron desplazados, hay pueblos que han desaparecido, hay hasta el día de hoy setenta indígenas ocultos en la selva porque les acusó de terroristas cuando estaban defendiendo su territorio. Y, sin embargo, él se viste de indígena. ¡Él es un gran farsante! Es un personaje que, de ideología, no tiene otro norte que el fascismo. Es un ‘facho’ de cuerpo entero con un uniforme y con un discurso de izquierda. Que este personaje que puso al Ecuador en una alfombra para China, que regaló millones de kilómetros cuadrados a mineras chinas, territorios indígenas, se vista de indígena y hable en kichwa, es el retrato de un farsante. ¡Es propaganda! ¡Es mentira!
Pero, hablas de una propaganda violenta…
¡Por supuesto! ¡Es fascista! Es el máximo farsante que hemos tenido en el poder en el país.
Muchos de los símbolos en los que creyó más de una generación aquí en Ecuador, en América Latina, en el mundo, se cayeron como piezas de dominó durante los últimos años. La clase política formada bajo los principios de la izquierda de las décadas de los cincuenta y sesenta empezaron a desertar de esto que hoy pasa. Sin embargo, hay todavía quien defiende y conserva un discurso que se muestra hasta ridículo. ¿Es posible hablar de una especie de lavado de cerebro?
Sí. Mira, yo no tengo un problema con las ideologías, salvo que sean fascistas. No tengo un problema con la izquierda. Mi problema es con los farsantes y con los delincuentes, y esos pueden disfrazarse con cualquier discurso. Después de ver cómo han actuado y de ser testigo de todo lo que han robado y cómo lo hicieron, no tengo la menor duda de que ellos tienen cero fe en la democracia, de que en el Foro de Sao Paulo, ellos se dieron cuenta de que tenían que llegar al poder por la vía democrática y por el discurso de la izquierda, que era lo que en ese momento estaba tomando fuerza otra vez. Tomar los grandes símbolos –como Castro en Cuba–, renovarlos, hablar del socialismo del siglo XXI, pero no fue nada más que propaganda.
Pueden decirte todo lo que quieran sobre pueblos ancestrales, pueden cantar todas las canciones de Silvio Rodríguez, pero no son gente de izquierda. Son personas que no creen en la democracia sino en un modelo absolutista y piramidal de Estado, donde no haya instituciones sino una sola voz de mando, un solo partido de mando. Pero si ellos dicen eso, nadie va a votar por ellos. Estos personajes, que son ‘fachos’, se vistieron de izquierda, le pusieron folclor, música y colorido a sus discursos y a sus campañas, pero son una banda de fascistas y, en el fondo, unos grandes delincuentes.
Carlos, en Propagandia, el excandidato presidencial Guillermo Lasso tiene una presencia preeminente, así como el último proceso electoral en Ecuador, que llevo a Lenín Moreno al poder. Habiendo sido tú parte del equipo de campaña de Lasso, ¿no es tu documental una respuesta propagandística a la propaganda?
Yo creo que ese es uno de los mayores riesgos que corro con esto. Por eso mi actitud respecto del trabajo ha sido no pretender imparcialidad. Es público que yo trabajé con él y que le apoyé, y por lo tanto, está clara cuál es mi impresión personal de él. Por eso también me parecía importante contar la historia desde el inicio y mostrar a las víctimas desde el inicio y poner en el documental muchísimas voces que no son partidarias de Lasso. De hecho, el tema de Lasso era inevitable, porque así como se fueron contra Ruth Hidalgo, Juan Carlos Calderón, [el general Jorge] Gabela, así también se fueron contra Lasso, con los mismos mecanismos. Yo creo que el Ecuador de ese momento, simpatizando o no con Lasso, optó mayoritariamente por otra alternativa. Que haya sido Lasso quien haya montado ese caballo de cambio es mérito, pero es coincidencia para efectos del documental. ¿Por qué la última elección es tan importante? Porque es el momento en el que ellos pueden perder el poder. Es la primera vez en diez años en que ellos no la tienen fácil. Perder Carondelet significaba correr el riesgo de que todo este aparato mafioso sea desenmascarado.
Proapagandia se estrena prácticamente al cumplirse el primer año del gobierno de Lenin Moreno, heredero del correísmo. Hemos visto que esa herencia devela extremos de corrupción, tú has dicho incluso que se convirtieron en una red de crimen organizado. ¿Qué crees que se nos viene?
Yo pienso que Moreno empieza a presionar por ciertos cambios de fondo porque no tiene otra manera de sobrevivir. Si tenía que defender a [Jorge] Glas, iba a hundirse con él. Porque Glas es indefendible e impresentable. Entonces Moreno tenía la obligación, más que ética, de supervivencia. Si Moreno hubiera tomado esa decisión desde una perspectiva ética lo habría hecho antes de aceptar que él sea su vicepresidente, porque Moreno sabía perfectamente quién era Glas.
Y sabía perfectamente quién era Rafael Correa.
Por supuesto. Por eso digo que los motivos de Moreno no son éticos sino de supervivencia. Moreno fue parte del correísmo, es consecuencia del correísmo y está sentado en Carondelet por el modelo correísta. Hay dos cosas, realmente, que no podía defender: Glas y la economía. La mesa no estaba servida. De hecho, casi que no hay mesa. Y en esas circunstancias no le puedes mentir al país si quieres sobrevivir. Los negocios con China están ahí intactos y cuando hablamos de corrupción en el gobierno de Correa hablamos de China. China es el gran foco de corrupción del gobierno de Correa y China está intacta en Ecuador. Lo que hay es un personaje que por supervivencia ha tenido que tomar ciertas medidas que le alejan de sus progenitores. Dicho eso, yo no veo en Lenín Moreno al cerebro maquiavélico, fascista, tan mafioso y tan oscuro como Correa. Si bien la corrupción persiste en el gobierno y si bien no hay ética en sus acciones, hasta él mismo ha visto que lo que hicieron antes va más allá de cualquier límite.
¿No hay propaganda morenista capaz de desbancar a la propaganda correísta?
Yo creo que ese modelo se ha desmontado, por lo menos por ahora. Pero el problema del Ecuador es que Moreno no está sentado en Carondelet por su capacidad de gobernar sino porque tenía buenos números en las encuestas. El principal problema que enfrentamos ahora los ecuatorianos es que estamos en manos de un incompetente.
Carlos Andrés Vera Estudió Comunicación Audiovisual en la UNIACC (Chile) y se especializó en Dirección Cinematográfica en la Escuela Internacional de Cine y TV (San Antonio de los Baños, Cuba). Desde 2002, es presidente de la productora Cámara Oscura. Editor de la revista SoHo Ecuador desde 2003 a 2017, ha realizado varios cortometrajes y documentales y brindado talleres de cine en varias universidades y centros profesionales. En febrero de 2008, fue seleccionado, entre más de 3 000 aspirantes, para formar parte del Berlinale Talent Campus, organizado por el Festival de Cine de Berlín. En 2017 se graduó del masterado en dirección, escritura y producción cinematográfica de Stafordshire University en alianza con Raindance, Inglaterra.