Por Damián De la Torre Ayora / @damiandelator
Parecería que a uno se le puede escapar la realidad, pero también parecería que nada -ni nadie- escapa de Jorge Luis Borges. Sin duda, el escritor argentino se ha convertido en el sistema operativo de nuestra literatura, donde su palabra no tiene fronteras y traspasa todas las expresiones artísticas. Por eso, el cine, desde sus múltiples formas, no queda exento de su mirada.
De ahí que, desde un cuento corto borgeano, en los Viajes de varones prudentes, quede expuesto el fracaso que implica el buscar representar a la realidad, pues no se puede coincidir con ella pese al rigor con el que se la documente. Entender esto resulta un acierto en la propuesta del teórico Christian León, ya que ha entendido el valor de saber perder. Y este entendimiento lo va desarrollando, página a página, en La pulsión documental: Audiovisual, subjetividad y memoria, un libro publicado en coedición por la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB) y Editorial El Conejo.
Se trata de una investigación dividida en tres partes. En la primera, León, reconocido crítico cultural, se concentra en conceptualizar lo referente a la imagen y cómo esta se aborda en el cine documental. A través de aproximaciones teóricas y de la revisión de estudios, sistematiza distintos enfoques para analizar al documental contemporáneo.
En la segunda parte, realiza un aterrizaje en el cine documental ecuatoriano, donde priman dos vertientes: en una primera se engloba a aquellas películas que apelan a la memoria por medio del archivo, el cual permite un viaje al pasado; y, por otra parte, está lo autobiográfico, el recordar o indagar vivencias familiares y cómo estas búsquedas personales construyen una genealogía más intimista.
El tercer apartado abarca un solo ensayo: Un aura siniestra: La desconcertante materialidad del cine. Posiblemente, uno de los textos de mayor riqueza en cuanto a forma y fondo de lo que se presenta en el libro. León, en gran parte, se despoja del lenguaje académico, sin perder el rigor, para reflexionar sobre sus preocupaciones en cuanto a las problemáticas que se desarrollan en el cine documental. Esto lo hace a manera de epílogo, entendiendo que, al igual que la vida, el cine está marcado por una teatralidad tragicómica.
Si bien el primer apartado resulta interesante al permitir que el lector se aproxime al campo conceptual en torno a lo cinematográfico, la segunda parte del libro se concentra en lo que sucede en el entorno del cine documental ecuatoriano, el cual continúa cosechando éxitos fuera y dentro del país y cuenta con un mayor reconocimiento del público. Esto, pese a que la gente aún prefiera más a la ficción.
Eso sí, como lo deja en claro el autor, cada propuesta asume un gran riesgo en un país donde se han dado retrocesos en cuanto a las políticas que acompañen a la producción audiovisual. Una situación que se agudizó en 2015, cuando se inició una serie de recortes presupuestarios, y que complicó aún más una vez que el Instituto de Cine y Creación Audiovisual (INCCA) fue absorbido por el Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación (IFCI), en 2020.
Christian León presenta su libro este 16 de marzo, a las 18:00, en la sala Manuela Sáenz de la Universidad Andina, en Quito.
Esta realidad, que devela el descuido por parte del Estado y un escaso compromiso desde lo privado, no deslegitima la labor de los cineastas y gestores culturales en su apuesta productiva. Como bien señala León, se hace lo que se puede “dentro de lo deseable y lo posible”. De ahí que resulte significativo señalar el aporte del Festival EDOC, no solo como la posibilidad de dialogar con documentales extranjeros, sino como el espacio para acercarnos a lo que se realiza en el país, así como el lugar de estreno para producciones nacionales que han contado con galardones y con el gusto del público.
Así lo demuestran películas como Abuelos, de Carla Valencia; El grill de César, de Darío Aguirre, y Con mi corazón en Yambo, de María Fernanda Restrepo, que ejemplifican, justamente, las exploraciones íntimas del mundo familiar y a lo biográfico como la arcilla para moldear a la imagen. Por su parte, hay otras producciones como La muerte de Jaime Roldós, donde, además de abordar un tema tan sensible como inacabado, queda clara la importancia de una sistematización del archivo para generar memoria. Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera ratifican la importancia de una foto, un documento, una entrevista, entre otras variables, para soldar cada eslabón de una cadena de hechos que permiten el recordar.
Todo esto se encierra desde una reflexión sobre cómo las subjetividades han dado paso a una escritura del yo (íntimo). León, entre un vaivén al estilo de radiólogo y traumatólogo de la imagen, explica el trabajo para construir imágenes en documentales que abordan temas como la masculinidad y lo femenino, cómo se reelabora el cine doméstico, y qué sucede en otros espacios como el cine desde la cosmovisión indígena.
En su epílogo, León muestra una mirada más íntima, esa que venía trabajando en apartados anteriores. Más allá de la construcción conceptual, el compartir sus sensaciones al mirar determinados documentales da paso a un ejercicio de alteridad con el lector, el cual termina empatizando cuando se refiere al misterio de la imagen, a esa fugacidad que, pese a que la veamos una y otra vez, se vuelve un instante irrepetible, como cada segundo de la vida.
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