Por Marco Pareja / @marcoalejop
La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento.
George Orwell, 1984
Durante los años 30 del siglo pasado, en Italia, el pronombre lei, que quiere decir ella o usted, en español, fue prohibido. Se lo reemplazó con el vosotros y con el tú. Lo que pretendía el gobierno de la época era “italianizar” el lenguaje y borrar de los textos, de la cultura, de la memoria y del uso cotidiano las palabras que habían contaminado su idioma. A este plan se lo denominó autarquía lingüística y es este el tema central del documental Me ne Frego!, dirigido por Vanni Gandolfo a partir de una idea de la lingüista italiana Valeria Della Valle.
Es un relato que cuenta cómo la dictadura fascista de Mussolini reemplazó varias palabras del italiano que tenían algún origen diferente a este idioma o que eran vocablos de otros países, como Francia, y que no respondían a sus intereses dominadores y propagandísticos. El régimen autoritario elevó los caracteres de su idioma a monumentos y los convirtió en grandilocuencias de cemento y piedra. Un ejemplo claro es la letra M, símbolo de bienvenida al Duce cuando visitaba alguna ciudad, o la palabra Dux, que quiere decir líder y se refiere específicamente al liderazgo de Mussolini. Palabras como chofer, realizador o cóctel fueron reemplazadas. A esta última se le cambió por arlequín. Los textos escolares y la enseñanza en las universidades se transformaron en doctrinas fascistas y nacionalistas, libros en los que Mussolini era el protagonista y el creador de un maravilloso porvenir. Ni el cine ni las artes se salvaron, peor aún los medios de comunicación, que funcionaron como pilares a la hora de controlar y someter al pueblo, como sucede aún hoy con todo gobierno totalitario.
La palabra y la oratoria fueron herramientas indispensables de Mussolini, quien desde inicios de los años 20 proponía la abolición paulatina de la burguesía y sus costumbres sociales, intelectuales y lingüísticas. También regiones originarias de otros países y ciudades, como Trieste, vieron afectada su vida por la italianización. Las consecuencias: el desplazamiento de etnias como la alemana y el cambio de apellidos y nombres de sus habitantes.
Este gran aparataje propagandístico poco a poco perdió terreno y poder hacia finales de los años 30, cuando empezaba la Segunda Guerra Mundial, e Italia decidió apoyar a la Alemania de Hitler. La dictadura, sin embargo, inició la escritura de un nuevo diccionario que regiría el idioma para siempre. No podían faltar las citas de Dante, Petrarca, y junto a ellos, Mussolini. Estas citas mostraban el uso correcto de las palabras en el contexto adecuado, enalteciendo los principios y proyectos fascistas. Tristemente para ellos, el diccionario no llegó a terminarse, quedó en la letra C. Les fue privado el placer de definir la palabra Duce.
Este documental aborda un tema complejo que podría resultar incluso aburrido para la mayoría, pero lo resuelve con recursos inteligentes. El uso, por ejemplo, del stop motion –una mano entra en escena y sustrae a Mussolini como si fuera recorte de revista, para jugar con este en la realidad–, la música que nos recuerda al hipnótico Philip Glass y lo más importante, el material de archivo de la época que durante 58 minutos nos traslada con vividez a la cotidianidad de esa Italia fascista. Imágenes y tomas del pueblo, de Mussolini, de jóvenes y niños preparándose con arma en mano para defender a su país, fueron seleccionadas con precisión. Gracias a un inteligente montaje esta es una precisa narración de este capítulo nefasto de la dictadura de Mussolini.
Es enriquecedor también el archivo sonoro. Escuchamos propaganda de la época y a un actor de un filme fascista corregir en medio de la escena una palabra mal empleada. A Gandolfo no le hicieron falta cabezas parlantes ni una forma clásica de hacer documentales. Él sabe que la imagen habla por sí sola y esto se agradece. La animación tradicional de textos y la voz en off son dos recursos muy eficaces.
Me ne Frego!, eslogan del fascismo italiano y que en español quiere decir No me importa, es una obra justa, cuya importancia, al contrario de su título, radica en el hecho histórico y lingüístico muy específico que cuenta, en la forma y cuidado con que lo hace, para recordarnos que el lenguaje de un pueblo es inherente a su libertad, y este es el mayor derecho de la humanidad.