Por María José Zapata
Como parte de las actividades paralelas programadas por el festival de cine documental Encuentros del Otro Cine (EDOC), se presentó el primer libro de la reconocida montajista chilena Coti Donoso, El otro montaje. Reflexiones en torno al montaje documental, cuya segunda edición fue programada para mayo.
Profesora por más de una década en la Universidad de Chile, Coti nos comparte la prodigiosa experiencia de darle forma a un sueño: reivindicar la labor del montajista, uno de esos personajes que siendo esencial en el complejo proceso creativo, que vive sumido en el silencio.
Coti, ¿de dónde nació el deseo de escribir un libro?
Surge más de un afán académico, pero trascendió ese afán. Inició como una investigación para concursar a un fondo. Ya en el 2014 cuando obtuve el financiamiento tomó forma, lo mismo que ocurre con los documentales (ríe). Ahí comencé a cambiarlo, porque el objetivo inicial era un libro para dar clases. De hecho, se llamaba Montaje en el Aula, pero empezó a crecer y fui notando que el libro podría servir a cualquier persona que esté interesada en el montaje, en el cine documental, en el montaje de cine documental; para cinéfilos, para estudiantes, para profesores, para público amante del cine y del arte. Porque también creo que trasciende ese espacio, hace tanta reflexión que da para más. Lo encuentro muy bonito.
¿Cómo fue el proceso de la escritura?
El libro es un todo orgánico a partir de una dispersión total. Hice una recolección de todos mis apuntes que llevaba anotados desde hace quince años, casi como unos diarios. Revisé esos cuadernos, encontré fotos, dibujos de mis apuntes y muchas citas de todos los libros que tengo. Coincidencias de la vida llegué a una editorial con chicos muy jóvenes que estaban intentando abrir un área de cine. Ellos tienen muy buen gusto y eso me interesaba: que tenga una bonita tapa-contratapa, bien impreso, en una hoja gruesa, que quede perfectito.
¿Cómo te sientes después de que el público lo ha recibido?
¡Estoy feliz! Primero fue como sacarse una mochila de encima porque estuve tres años en el libro, con momentos de mucha frustración y desgano. Ya cuando tenía el 80% escrito no sabía qué hacer, entonces en un rato decidí que sea algo más libre, empecé hablando de teoría, luego de punto de vista, le fui poniendo las entrevistas en medio, igual que una película, en tres meses al inicio del 2017 lo cerré, luego hicimos el lanzamiento a fin de año, todo tan rápido que no tuve tiempo de pensar. Pero en la universidad un profesor que se llama Carlos Flores (Director de FIDOCS ) me hizo un segundo prólogo para el libro y me decía: “Coti, este libro va a golpear, va a golpear”, y yo no pensé en nada de eso, la verdad. Después del lanzamiento me empezaron a llamar de España, Nueva York, México, Perú, gente que está buscando desesperada libros de montaje, ¡es una cosa preciosa!
¿Por qué crees que el libro pegó tanto?
Porque no se habla de eso. Yo hago un taller de montaje documental en la Universidad de Chile y es el único taller allá, entonces era como el bicho raro, pero resulta que no soy tan bicho raro, que hay gente que anda en esto, pero que efectivamente está todo silenciado. El libro es para darle una posición más protagónica, la posición que se merece el motajista, y no por desvalorar al resto del equipo, pero si uno no reconoce la importancia laboral del montajista entonces no está entendiendo nada.
Durante la charla que diste dentro del Edoc, en el Incine, contabas que vienes de la música. ¿Nos cuentas más sobre esto?
Sí, agradezco mucho que vengo de una infancia cultivada, hice teatro, estudié piano, luego guitarra, hasta estuve en una banda de rock (ríe). Mi papá nos compró un laboratorio fotográfico donde revelábamos fotografías análogas y todos éramos cinéfilos. Desde muy chica iba a ver las películas de cine arte que llegaban a la ciudad. Muy importante en la formación de un cineasta ser cinéfilo. También soy psicóloga, que es una carrera muy diversa porque tienes que aprender de biología, sociología, antropología, filosofía. Creo que para el cine uno debería tener una formación muy integral e ir incorporando todo eso al lenguaje cinematográfico.
Entonces, hay aprender de todo un poco…
Sí, porque te llega de todo un poco y, además, debes hacerte cargo de todo un poco. El montajista es el encargado de la continuidad, de que no se note que estás viendo planos sino un todo orgánico. Tienes que tener una cultura y un bagaje de conocimiento de fotografía, de composición de un plano, de luz, de estilo, en algún momento también te haces cargo del sonido, de la música, existen muchas propuestas que tienes que ofrecerle a la película y al director en esa construcción.
Sin embargo, no apuntas al fotógrafo ni al sonidista para el montaje, sino a las personas con formación en guion…
Es lo natural, hay un link directo entre guion, dramaturgia y montaje. Y más aún en el documental, porque se escribe ahí. En ficción se escribe antes, pero en documental es la pluma que usas.
También haz recomendado que el montajista no esté en el rodaje, ¿no?
Es mejor que esté virgen, es decir, que lo que mire por primera vez sean esas imágenes de la representación de lo real. Hay una gran diferencia porque no te encuentras con la realidad, sino con la realidad representada, y si el fotógrafo hace el montaje es muy peligroso.
¿Cómo están las cosas para los montajistas en Chile?
El tema de los montajistas históricamente ha sido complicado, desde los inicios del cine. En el montaje, si bien es lo que determina el lenguaje cinematográfico, siempre somos anónimos. Mi libro también es un poco eso, un homenaje.
Luego del libro, ¿qué proyectos buscas emprender?
Tengo muchos deseos de organizar algo, una especie de diplomado o un máster donde se enseñe solo montaje. Tengo una muy buena amiga, Andrea Chignoli (montajista de la película No, del director Pablo Larraín), que ha hecho más montaje de ficción y quizás armar algo entre las dos, donde eduquemos y formemos montajistas.
Bueno, y, finalmente, ¿cómo ha sido tu experiencia en el Edoc?
¡Fantástica! En Quito tuve una charla en la escuela de cine que estaba llena, además en Guayaquil hice dos actividades, donde la mayoría de asistentes eran estudiantes ávidos por aprender, ¡tomaban nota de todo! Pienso que mientras uno deje algo en alguien, entregando su conocimiento al resto, es un acto generoso que no tiene ningún otro afán. No me voy a enriquecer de esto. Yo soy feliz en el encuentro con la gente.