Por Gabriela Montalvo Armas / @mgmontalvo
Para tener una idea del estado en el que se encuentra la Industria Editorial en Ecuador, revisamos algunos de los indicadores que se utilizan a nivel internacional.
Uno de ellos es el del número de títulos publicados por cada 10 000 habitantes. Los cálculos de Cerlalc (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe) para 2016, muestran una media latinoamericana (para 18 países estudiados), de 2,6. Ecuador está ligeramente sobre este promedio, con 2,9 títulos por cada 10 000 habitantes. Muy cerca de Panamá, aproximadamente un punto lejos de Colombia, Brasil, Chile y Costa Rica, y todos estos países son notablemente superados por Argentina y Uruguay, que tienen índices superiores a 6, mientras que en España este indicador es cercano a 20.
Por otro lado, según la Asociación Internacional de Editores, la industria editorial de un país es “saludable” si se publican al menos 500 nuevos títulos por cada millón de habitantes. En el Ecuador, llegamos al 51% de ese indicador. Durante 2017 (último año del que hay datos disponibles), se publicaron 5 246 títulos, de los cuales 4 269 fueron nuevos. Para llegar al mínimo, según esta lógica de medición, Ecuador debería publicar al menos 4 000 títulos más cada año.
Después de recibir algunas críticas, fundamentadas, sobre la patologización del análisis económico, pude reflexionar un poco sobre las implicaciones que esta mirada trae, detrás de la cual casi siempre hay una intención de estandarizar y normalizar. Así que decidí abandonar la idea de la “salud” y pude relajarme un poco al pensar que, tal vez, después de todo, el sector editorial en Ecuador podría no estar tan mal. Sin embargo, el panorama no dejaba de ser desolador. Uno de los principales problemas para poder analizar este sector es, justamente, la falta de información. Y si bien se debe reconocer que dentro de las denominadas industrias culturales el segmento Libros y publicaciones es uno de los más estructurados en cuanto a información y estadísticas, incluso monetarias, y que estos datos han sido recogidos y sistematizados en la Cuenta Satélite de Cultura, todavía están ausentes otros ejercicios necesarios de medición.
En este punto seguramente muchas personas se preguntan qué son las cuentas satélite y por qué es tan importante contar con ellas para quienes trabajan en el diseño e implementación de política pública.
Si bien las cuentas satélite terminan identificando el aporte de un sector determinado a la producción nacional, en términos porcentuales sobre el PIB, su construcción implica levantar muchos otros indicadores, cifras y datos, relacionados básicamente con el consumo, la inversión, el presupuesto público y la balanza comercial (exportaciones e importaciones).
Veamos, entonces, qué podemos decir de la industria editorial: cifras e indicadores macroeconómicos entregados por el Ministerio de Cultura y Patrimonio para una publicación de la CAN indican que el sector Libros y publicaciones alcanzó una producción total acumulada de 739,9 millones de dólares durante el período comprendido entre 2007 y 2015, equivalente al 21% de la producción total de las industrias culturales ecuatorianas (junto a los segmentos Musical, de Artes Escénicas y Audiovisual).
Actualmente, con ocho sectores considerados, el aporte al PIB de las industrias culturales se estima en cerca del 1,8% (nada despreciable si se considera que industrias como la de la Acuicultura y el camarón están entre el 1% y el 2% y la de Hoteles y restaurantes entre el 2% y el 3%). En este mismo período, en este segmento se contabilizaron 4 050 puestos de trabajo a tiempo completo, casi la cuarta parte (24,8%) del total de empleos de la Industria Cultural.
Sin embargo, comprender qué hay detrás de estas cifras requiere de un análisis un poco más profundo. Del total de esos puestos de trabajo, el 85,5% están en el subsegmento Edición de diarios, y solamente un 10,5% está en la Edición de libros. Esto se corresponde con la distribución de la producción del sector, de la que la publicación de periódicos representa el 71%, mientras que la publicación de libros equivale al 16% y otras publicaciones al 12% de ese total. Esto quiere decir que el grueso de la industria no está en la literatura o la publicación de títulos académicos, sino en la edición de diarios.
Si bien esta concentración en la producción de periódicos se repite en casi todos los países, no siempre ocurre en la misma proporción. Por eso, para poder apreciar la verdadera dimensión del segmento editorial en Ecuador, podemos mirar otras cifras macroeconómicas. De acuerdo con la Cerlalc, mientras la industria editorial en Colombia produjo $796 millones en valor agregado solo en 2014, a Ecuador le llevó siete años, de 2007 a 2014, generar $300,7 por el mismo concepto. En ese período, el sector editorial colombiano creció en un impresionante 112%, con un promedio de 16% interanual, mientras que el crecimiento promedio interanual para Ecuador fue de apenas el 2%.
Nuestra balanza comercial tampoco es alentadora. Según datos de fuentes oficiales, publicados por la misma Cerlalc, si bien el vecino país también es un importador neto, sus exportaciones en 2014 alcanzaron $142 millones, y sus importaciones, $158 millones de dólares, con una brecha de 11 puntos, estas cifras dan cuenta de un fluido movimiento comercial. Ecuador, mientras tanto, de acuerdo con datos de Proecuador, presentó exportaciones por $12,13 millones en 2014 e importaciones por $63,43 millones. Estas cifras reflejan un gran déficit de balanza comercial, con una brecha de 81 puntos. Adicionalmente, muestran la desaceleración de este sector económico, pues tanto las exportaciones como las importaciones presentan una importante caída hasta 2016, año en que las importaciones fueron de $41,77 millones y las exportaciones alcanzaron apenas $7,97 millones.
Esta importancia relativa de las importaciones y exportaciones se muestra también en el peso que cada una de estas variables tiene sobre la oferta y la demanda agregada, respectivamente. Mientras que las importaciones representan el 41% de la oferta total en nuestro país, las exportaciones constituyen solamente el 3% de la demanda agregada. Esto quiere decir que en el Ecuador, más de la tercera parte de la producción editorial es importada, mientras que nuestras exportaciones no representan mayor peso dentro de la producción total.
A pesar de todo, las cifras expuestas no son suficientes para determinar la “salud” del sector editorial. Todos estos son datos todavía dispersos, que no permiten una conclusión. Para contar con información macroeconómica más completa, que en algún momento debe ser parte de la cuenta satélite, se requiere aún tener datos referentes a la inversión en el sector, al gasto público y al consumo privado.
Se requiere también información microeconómica, que dé cuenta del tipo de empresas que son parte de este sector. Tampoco sabemos con precisión, aunque lo intuimos, en qué condiciones se producen los libros en Ecuador, cuánto del proceso editorial se hace aquí y cuánto se ha debido llevar a otro lugar. De los 192 actores de la industria (libreros, editores, placistas y distribuidores), registrados hasta 2015 en la Cámara del Libro, actualmente quedan 172. ¿Qué cambió para que sean 20 menos?
Es indispensable contar también con información sobre el consumo, en términos de preferencias, tiempo, gasto, formatos y más. La última encuesta sobre hábitos de lectura, con resultados bastante desalentadores, además, fue realizada en 2012. Siete años después, la tecnología, la economía y otros factores han cambiado bastante y, tras varias Ferias del Libro y la Lectura, podríamos esperar algún cambio respecto de las poquísimas horas dedicadas a leer (1 a 2 por semana), pero sobre todo, con relación al terrible hecho de que la mayor parte de las personas que leen no lo hagan por placer, sino por obligación de estudiar.
Impulsar esta industria empieza con la decisión política de reconocerla como tal. Tiene que ver además con la decisión de concebir un plan de fomento para toda la cadena de producción del segmento editorial. Es un esfuerzo que debe considerar los requerimientos empresariales de las grandes editoriales, pero también las necesidades y las particularidades de las pequeñas y de las independientes. Pensar en las actividades conexas, como la industria del papel y la impresión. Saber que la demanda está más allá de las fronteras y que una inteligente articulación a los principales circuitos de circulación internacional requiere de una verdadera política de reconocimiento y de difusión de las obras de autores y autoras contemporáneos y que no empiece ex post al reconocimiento externo.
La articulación al mercado mundial, por lo menos al regional, depende también del desarrollo de actividades conexas como la ilustración, la diagramación, la corrección de textos y la edición. Es preciso comprender que mover el mercado interno necesita no solo de iniciativas para promover la lectura, sino una clara política pública de adquisición y distribución de títulos en lo que, según la Ley Orgánica de Cultura, debería ser la Red Nacional de Bibliotecas y el sistema escolar. Se trata de pensar en incentivos fuertes y reales para la etapa de circulación, especialmente en las subetapas de la distribución y la comercialización.
En suma, urge abandonar la mirada asistencialista y marginal con la que se ve no solo a este, sino a todos los segmentos del campo cultural. Entender que detrás de una industria hay actores que operan con legítimas lógicas de lucro y ganancia y otros que, desde diversas formas de organización y producción, también deben encontrar la forma de articularse a este mercado que tiene un inmenso potencial.
Faltan las estadísticas sobre lectoría, que con la otra punta del ovillo; en términos comeciales, la demana. ¡Estoy seguro que lo harás! Felicitaciones, buen análsis inicial.
Faltan las estadísticas sobre lectoría, que son la otra punta del ovillo; en términos comeciales, la demana. ¡Estoy seguro que lo harás! Felicitaciones, buen análsis inicial.