Diego Ortuño, director de la película ecuatoriana Chuzalongo, habla sobre la creación de la obra estrenada el 31 de octubre de 2024. 

La película representa a Ecuador en los Premios Goya de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España, en febrero de 2025 se conocerá a los ganadores. 

El Chuzalongo, el ser mítico retratado en esta película cargada de fantasía y magia, nos devuelve la esperanza en el país, dice su director.


Por Mayuri Castro / @mayestefi

El 31 de octubre de 2024 se estrenó la película Chuzalongo, una historia que se desarrolla a finales del siglo XIX. Nicanor, sacerdote de un pueblo andino, descubre que la sangre de un niño hace que los cultivos den frutos mágicamente, pero para que el niño viva debe ser alimentado con sangre humana.

La producción de 96 minutos de duración ha recibido algunas condecoraciones, entre esas el premio Agustín Cuesta Ordóñez, de los Premios Municipales para las Artes y las Ciencias 2024 del Municipio de Quito; el premio a Mejor Largometraje Iberoamericano en el Festival Macabro FICH, en México, en agosto de 2024, y el premio al mejor monstruo en el festival de cine Rojo Sangre, de Buenos Aires, Argentina.

En esta entrevista, Diego Ortuño, director de la película, cuenta sobre su interés por llevar al cine las leyendas de la tradición oral ecuatoriana, contadas por los abuelos al calor de una fogata. 

¿Qué temas atraviesan la película? 

Chuzalongo es un proyecto que se volvió muy interesante. En un principio yo quería simplemente contar una leyenda, llevar a la pantalla una leyenda tradicional de nuestro país a través de una película. Pero, al investigar acerca de la leyenda, empecé a descubrir que había un montón de elementos sociales, históricos, que se relacionaban con el desarrollo de esta leyenda. Así, Chuzalongo terminó siendo una película que está enriquecida con un montón de elementos a nivel social, a nivel cultural. 

Dentro de toda esta historia, se abordan tres temas: las necesidades básicas del ser humano, principalmente el hambre, y cómo las personas –por nuestra necesidad de alimentarnos– podríamos hacer cualquier cosa. Y no solo las personas sino, en general, cómo los seres vivos tratan de cubrir esa necesidad.

La otra es la paternidad. El hecho de ser padre no solamente está ligado a la parte biológica, sino que hay muchas personas que son padres sin necesidad de tener vínculos sanguíneos con alguien. 

 Y la otra que es para mí muy importante es la esperanza. Dejar un mensaje de esperanza dentro de un mundo que cada vez es más complicado, pero que también tiene esta esencia mágica, esencia de fantasía que se puede ver en la película y que en nuestros tiempos está muy enfocado en tratar de conservar la naturaleza. Eso es lo que termina representando en cierta forma el chuzalongo de la película, que es un ser que se relaciona con la naturaleza y que, a través de la naturaleza, da un beneficio a la gente. 

¿Por qué llevar al cine la fantasía ecuatoriana, las leyendas?

Antes de hacer Chuzalongo, hice un cortometraje que estaba también inspirado en una leyenda tradicional (Huaca). Por un lado, me interesan mucho las leyendas, tengo un gusto particular por estas leyendas de terror que ocurren en el campo, en áreas rurales, que ocurren en otra época. Pero yo me di cuenta de que las generaciones actuales ya no tienen tanto acceso a las leyendas como antes. Hace algunas generaciones eran los padres quienes contaban estas leyendas a sus hijos, después incluso había una buena época en la que estaban mucho en los libros de texto en los colegios. Pero poco a poco las generaciones más nuevas ya no han tenido tanto acceso a estas leyendas. Sentí que también es parte de un compromiso con nuestra sociedad para mantener nuestra cultura, nuestras leyendas, nuestras tradiciones, transmitirlas o ponerlas en un medio que sea de más fácil acceso para los jóvenes. Me parece que si yo me dedico a hacer cine es importante que a través del cine también se mantenga esta conexión con las leyendas. 

En el fondo terminé encontrando el espacio en el que a mí me gustaría desarrollar mi actividad profesional, que es mantener estas tradiciones y estas leyendas. 

Entonces, a través de la película se quiere preservar la memoria histórica oral del Ecuador, lo que contaban los abuelos alrededor de la fogata, diferentes versiones, ¿esa es la idea que atraviesa tu trabajo? 

Sí, justamente esta imagen que tú describes: estar sentados frente a un fuego contando las leyendas, en la película incluso está empaquetada en ese diseño. La película empieza con un fuego que te da esta sensación de fogata, se escucha una una voz en off que te va contando la historia. Entonces, justamente la idea era transmitirla lo más parecido posible a como se habían venido contando antes las historias. 

Tras cámaras en la producción de Chuzalongo. Foto cortesía del equipo de Chuzalongo.

¿Cuál fue la clave para contar esta historia? ¿Qué la diferencia de otros filmes ecuatorianos?  

Yo creo que hay algo mágico en la historia, o sea, de alguna forma la leyenda particular del chuzalongo, pero en general también nuestras leyendas tienen esa magia que es la esencia de nuestro pueblo, la esencia de nuestras raíces. Una cosa que creo que pasó con esta película es que yo me acerqué a las comunidades para conversar con ellos, descubrir un poco cómo veían ellos las leyendas y cómo veían ellos sus relaciones con el resto del mundo. La actividad del cine en nuestro país ha sido una actividad que se ha dado mucho en las grandes ciudades, porque es difícil hacer cine y es en las ciudades grandes en donde hay el acceso. En esta película creo que hemos tenido el acierto de mirar también hacia el área rural, hacia el campo. 

En Chuzalongo en el equipo incluyo a muchos actores y técnicos de pueblos y nacionalidades indígenas. Creo que eso también enriqueció la película y logró transmitirse a la pantalla lo diversos que somos en el Ecuador, porque somos un país en el que no hay ni solo blancos ni solo indígenas ni solo negros, ni solo citadinos ni solo gente del área rural, ni solo gente de esta época, sino que somos personas que formamos una sociedad súper súpercompleja y muy diversa, y creo que eso se logró transmitir en la película. 

¿Cómo fue el proceso de escoger y armar una versión del Chuzalongo –sé que hay variaciones, diferentes personas la cuentan distinto en diferentes zonas del país–, cómo fue irse por esa línea que se cuenta en la película? 

Es interesante porque la leyenda es bien sencillita y, claro, también está enriquecida con un montón de versiones diferentes, de diferentes sectores del país, incluso en espacios muy pequeños. Nosotros grabamos esto entre Cayambe y Otavalo. Más o menos en ese sector y solo en esa área, ya encontrábamos como cinco versiones diferentes del Chuzalongo. Con tantas versiones diferentes, yo creo que la película se convirtió en una nueva versión diferente, una nueva narración que incluyó elementos que tal vez antes no se incluían. Por ejemplo, en la película se habla del origen del chuzalongo, que nunca lo había visto en ninguna historia. Tenía la intención de convertir al personaje en un personaje más cinematográfico y que esté más sólido a nivel de sus razones y sus motivaciones. El guion para la película partió –principalmente– de la idea de plantear hipótesis acerca de por qué nació la leyenda, encontrar esas razones reales que pudieron haber dado origen a un relato ficticio, de fantasía. En esa búsqueda de esas razones reales y tangibles empezaron a aparecer un montón de escenas que se volvían interesantes, un montón de personajes que eran parte de nuestro folclor y también de nuestras sociedad, y al ir uniendo unos con otros, empezaron a aparecer las primeras líneas como para contar esta historia. Cómo la fe, la religión, la sabiduría ancestral, la realidad social, los abusos, las diferencias de raza empezaron a dar origen a un relato ficticio que buscaba justificar ciertas cosas. Es así como empieza a crearse el guion. En realidad fue una tarea bien compleja, bien larga. A mí sí me dejó bastante satisfecho el trabajo al final, el guion terminado. 

Diego Ortuño y dos actores de la película. Foto cortesía del equipo de Chuzalongo.

Sé que el guion se comenzó a escribir en 2018, pero, ¿cuándo ya se comenzó a grabar? 

La película se grabó en el 2023. Hasta el momento de la grabación fueron cinco años de escritura, pero luego de grabada la película incluso, todavía se hicieron algunos ajustes en el guion, se hicieron unas escenas nuevas que las grabamos después. Entonces, sí hubo algunos elementos que se trabajaron después. Siempre el guion se sigue escribiendo hasta que el montaje está terminado. Al final, sí se puede decir que hubo cinco años intensos de escritura, pero luego hubo un año más de irle poniendo algunos ingredientes que faltaban. 

Entiendo que es tu gusto personal, que tu carrera te ha llevado a explorar las leyendas, pero, ¿por qué arriesgarse a hacer una película de terror o de suspenso en Ecuador? 

Porque siento que la narrativa de terror está metida en los ecuatorianos. Cuando nos sentamos a escuchar las historias de nuestra tierra son historias de terror, la mayoría están enriquecidas con algún elemento adicional de tipo social, incluso hay gente que le pone humor a ese terror, pero en el fondo somos una sociedad que gusta mucho de contar estas historias de terror. Lamentablemente, yo siento que en el cine no se ha explorado esa área. Me parecía interesante empezar a explorar esa narrativa, que es muy nuestra también. 

Sé que habrá proyecciones de la película en las zonas rurales, ¿cómo funcionará esta propuesta? 

Sí, o sea, la historia del chuzalongo nace en las zonas rurales. Y no solo que nace allí, sino que además ha sido cuidada y atesorada en esas zonas. Cuando uno recorre estos sectores, especialmente en la provincia de Imbabura –que la he recorrido–, hay gente que está convencida de la existencia de este ser, están convencidos de que lo han visto o de que tienen muy cercana también la narración de sus abuelos o de sus padres acerca del chuzalongo. Me parece que es importante devolver a estos grupos la historia que ellos han creado, que han convertido, que la han hecho evolucionar, y que después la han cuidado durante mucho tiempo y ahora hay una nueva versión. Para mí es seguir enriqueciendo a este personaje que tiene tanta riqueza histórica y tanta riqueza social. Mi idea es recorrer las zonas rurales, tanto desde Quito hacia el norte como desde Quito hacia el sur, y principalmente Ibarra. Me gustaría llegar incluso hasta Tulcán, porque en Tulcán también hay mucho interés por esta historia. 

La idea es montar una especie de cine móvil que pueda ir con la película recorriendo todos estos sectores y que pueda hacer proyecciones, idealmente sin costo para los pobladores (…), la intención es devolverle a esa gente las mismas leyendas que nos han venido contando.

¿Qué significa para el cine ecuatoriano, para el equipo de trabajo, que Chuzalongo esté en festivales internacionales, nominada a los Premio Goya, que haya ganado un premio del Municipio de Quito y otro premio en México?

La película está representando a nuestro país dentro del concurso de los Premios Goya y en febrero se conocerá a los ganadores.  

Hemos estado en varios festivales internacionales, hemos recibido varios premios. Hoy (10 de diciembre) anunciaron los ganadores del festival Rojo Sangre de Buenos Aires y nos dieron un premio bien interesante que es el premio al mejor monstruo. El Chuzalongo ha sido premiado en Argentina como el mejor monstruo dentro del festival y eso es bonito porque son premios a veces no tan típicos, pero que de alguna forma le dan importancia a este personaje tan nuestro. Para nosotros ha sido siempre una alegría, hemos tenido ya la suerte de ganar cinco o seis premios. Creo que tres fuera del país y tres dentro del país y todos han sido una alegría. Los que se ganan aquí en Ecuador de alguna forma van acompañados de un montón de carga emocional porque en los festivales le han tenido cariño a la película, le han tratado bien y nos han demostrado ese afecto cuando recibimos los premios. Los premios internacionales tienen esa fuerza que en nuestro país es necesaria: tener un reconocimiento fuera del país nos ayuda a que la película tenga relevancia. 

¿Qué se viene para tu futuro como director? 

Hay una cosa que pasó con Chuzalongo que a mí me llenó muchísimo: sentí que la película apareció en la sociedad ecuatoriana en un momento en el que estábamos todos muy bajoneados. Hemos estado en crisis económica, crisis política, crisis eléctrica… yo sentía que todo el mundo estaba superdecepcionado de Ecuador. Todas estas olas de gente que quiere abandonar el país, que ya no cree en el Ecuador y de repente, cuando apareció Chuzalongo en el panorama, hubo muchas personas que a mí me dijeron: ‘Oye, muchas gracias por mostrarnos lo bonito que es nuestro país’, porque si bien es una película de terror y está basada en una leyenda tradicional, una de las cosas que a mí me interesaba era mostrar las cosas lindas que tenemos y la película está llena de paisajes que sirven para que sintamos en dónde estamos. Tenemos una geografía privilegiada, un montón de personas de diferentes razas de diferentes clases sociales y hay personas que se han dado cuenta de que de alguna forma eso nos une. La película nos hace ver que si podemos estar unidos dentro del equipo de producción de una película, también podemos estar unidos como sociedad. Para mí ese es un nuevo reto: tratar de hacer películas que nos levanten el espíritu a los ecuatorianos, que nos hagan creer más en nuestro país y que nos hagan sentir orgullosos de lo que tenemos. Esa es la expectativa que tengo yo para el futuro. 

 Entonces, ¿Chuzalongo transmite a la sociedad ecuatoriana esa esperanza de la que hablabas al comienzo? 

Hay personas que me han dicho, por ejemplo: ‘yo cuando veía la película sentía que me estaban diciendo algo, no solamente que me estaban contando una historia, sino que estaban conversando conmigo acerca de historia, de realidad social, de crítica política’. Al final de toda esta historia, yo sí quería dejar un mensaje más bien positivo, a pesar de que sea una película de terror que tiene ese final importante para una historia de terror, que deje la sensación de esperanza marcada dentro de lo que es el personaje del Chuzalongo.

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Fabrizio Peralta Díaz

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