Por María Gabriela Montalvo Armas
… cambiar el centro de atención
desde el mercado hacia la “sostenibilidad de la vida”
Pensamos que las tareas relacionadas a crear,
al igual que las de cuidar,
están en el centro mismo de esa vida.
Doméstika, 5to Encuentro de Arte, Trabajo y Economía
Arte Actual – FLACSO
David Throsby, uno de los más importantes economistas que se han dedicado al estudio del ámbito cultural y artístico, dice al inicio de su libro “Economía y Cultura” que para un/a economista acercarse a la cultura es algo así como que el chico feo de la promoción pretenda bailar con la más hermosa de la fiesta.
Más allá de la crítica que se pueda hacer a los estereotipos que describe Throsby, en su frase, y en todo su trabajo, lo que hay es un profundo sentimiento de respeto hacia el ámbito de la Cultura, y lo que intenta decir es que en el diálogo entre estos dos campos la Economía, lejos de pretender un aire arrogante, se presenta de forma sencilla, animada por la idea de poder ser útil a algo que considera bello, pero sobre todo, valioso.
Seguramente antes de escribir su libro, durante sus muchos años de investigación, Throsby tuvo que pasar por momentos en los que constató que en los ambientes artísticos o culturales, como lo explicó Xavier Dupuis, “se tiende a mantener una interpretación o ecuación simple: economía igual a dinero, dinero igual a capitalismo, (capitalismo) igual a derecha, (derecha) igual a enemigo”.
La verdad, esta casi instintiva asociación que persiste en el mundo artístico y cultural tiene sus razones. Quizás la más importante de ellas tiene que ver con la misma Economía; con el hecho de que en determinados momentos históricos, fue asociada a su instrumental matemático y cuantitativo, de la mano del liberalismo político y económico que dio paso al análisis marginal y a la teoría del equilibrio general y con ellos al inicio de la microeconomía y al nacimiento del homo economicus, con sus consecuentes postulados de racionalidad, minimización de costos y maximización de utilidad.
El nuevo paradigma del libre comercio/libre mercado imprimió una fuerte presión en la disciplina económica por alcanzar objetividad y así fue como se relacionó cada vez más con las matemáticas, como menciona Alma Espino, en un intento de “captar la interacción precisa entre las fuerzas de mercado –oferta y demanda–, a través de leyes exactas, extraídas de la física, sobre los sistemas sociales.”
En una relación de extraña reciprocidad, el sistema de mercado convirtió así a la Economía, en una ciencia rigurosa, objetiva y respetable, a cambio del orden social que ésta contribuyó a construir y legitimar.
No es extraño entonces el recelo que, desde las demás ciencias sociales, se planteó a la Economía.
La segunda gran fuente de resistencia para mirar las múltiples relaciones entre Economía y Cultura viene desde los Estudios Culturales. Fueron Adorno y Horkheimer, con la Escuela del Iluminismo, quienes plantearon por primera vez el término Industrias Culturales, para explicar el fenómeno de producción masiva de contenidos simbólicos, sobre todo audiovisuales y radiofónicos. Esta producción en masa tendría para ellos la grave implicación de extraer el aura a las obras de arte, a través de los procesos de reproductibilidad técnica que son los que permiten la casi-infinita reproducción de las mismas, poniéndolas a disposición del mercado y alejándolas de la contemplación.
Con semejante presentación, queda claro que la Economía, y más aún sus herramientas matemáticas y cuantitativas, se hayan convertido no solo en el feo de la fiesta, sino en el bully de todo el colegio y parece más que obvio que nadie quiera bailar con él.
Sin embargo, y justamente porque soy economista, y he pasado más de diez años tratando de llevar a la pista al arte y la cultura (al ámbito de lo cultural), es que insisto en señalar las virtudes, las bondades y la belleza de mi campo.
Y es que la Economía es mucho más que ecuaciones e indicadores. Surgió de preocupaciones filosóficas sobre el bienestar humano y su fin se dirige a estudiar la forma de alcanzarlo. Y también la relación entre Economía y Cultura va mucho más allá de las industrias culturales, sobre todo según las entendieron Adorno y Horkheimer. Nosotros las vemos con una connotación de proceso en el que hay mucho material para analizar.
La Economía, cuando se comprende que trata no solo de renta y distribución, sino de satisfacción de necesidades humanas y de formas de organización y producción que implican relaciones de poder, retoma su vigor original y se vuelve a ubicar como lo que es: una ciencia social. Para nosotros, las cifras, los indicadores, la cuantificación, son herramientas que nos permiten, con toda la simplificación que ello implica, acercarnos a comprender mejor no solo las lógicas del dinero, mercancía y capital, sino, y sobre todo, cómo se sostiene la vida.
En este punto debo compartir con ustedes que además de ser economista, soy feminista militante y que mi formación y mi acción profesional se han visto profundamente marcadas por el Feminismo.
Son feministas las estudiosas e investigadoras que al considerar la potencia de las herramientas económicas han logrado medir y cuantificar las brechas salariales, de empleo, de acceso a recursos, de propiedad; expresiones materiales de las diferencias que se construyen para hombres y mujeres en el ámbito simbólico y cultural.
Son feministas las economistas que han medido y cuantificado, que le han puesto precio a algo que era considerado fruto del amor maternal, como el trabajo doméstico y las tareas de cuidar.
Son feministas quienes han deconstruido y rediseñado una serie de indicadores económicos no solo para que tengan enfoque de género, sino para que midan lo que queremos saber.
Gracias a estas demostraciones cuantitativas, rigurosas, objetivas, respetables, hemos conseguido hacer evidente la desigualdad.
En este momento a nadie se le ocurriría negar, por ejemplo, la brecha salarial. La misma OIT reconoce que en EEUU, las mujeres ganan 79 centavos por cada dólar que gana un hombre; y que esto es más grave para mujeres afro, que ganan solo 64 centavos y aún más para las latinas, que reciben 56.
Según las encuestas de empleo del INEC, en Ecuador, la brecha salarial es de 20 puntos. Por cada dólar que ganan los hombres, las mujeres ganan 80. En el área rural, las mujeres reciben 68. La brecha de participación en el mercado de trabajo es de 30 puntos. Mientras los hombres están integrados en un 80% al mercado laboral, las mujeres en aproximadamente 50%.
Existen países como Islandia que comprendieron, luego de un paro femenino general, que los cuidados no solo aportan al PIB, como lo demuestran nuestras cuentas satélites de trabajo de cuidados, sino que son todo lo que sostiene la economía y el movimiento del capital.
A partir de estos números se hacen más análisis cuantitativos, se desagregan los indicadores, se hacen estudios cualitativos que explican factores subjetivos, como el tema de la maternidad, el miedo al acoso, al maltrato, la falta de apoyo familiar, y otras variables que explican la persistente desigualdad.
Para nosotras, haber pasado del uso de herramientas a construir una corriente de pensamiento crítica a la Economía tradicional, sacudir postulados aparentemente intocables como el de la neutralidad o el de la racionalidad, constituyen verdaderos logros. Desde los diversos feminismos estamos orgullosas de lo que hemos conseguido con la Economía Feminista.
Tal vez por haber sido testigo, en muchos casos vivencial, de estas conquistas feministas, pero además, por presenciar, desde la otra orilla, como varios sectores como el ambiental, el de la educación, el de la salud, el del deporte, se esfuerzan por ser parte del análisis económico y aprovecharlo para constituirse en prioridad, no del desarrollo, sino del bienestar, es que no logro resignarme ante el rechazo que se siente desde el ámbito cultural.
Desde esos espacios de los que vengo, desde todo lo que me mueve en lo personal, hago nuevamente una invitación sensible y honesta a quienes están en el campo del arte y la cultura para que puedan mirar más allá de la visión que un determinado paradigma imprimió a la Economía y acepten nuestra invitación para bailar.
Mientras avanzaba en el texto, recordaba mi época de activista ecologista y las reflexiones de Joan Martínez Alier, precursor de la economía política que evidenciaba los vacíos de la economía tradicional y brindaba argumentos para la lucha por los otros valores de la naturaleza. La actualización de estas visiones y su traducción al sector cultural es indispensable para la misma lucha política en defensa del sector cultural.
Adorno y la escuela de Frankfurt no hacen la crítica que dices, estás mezclando la crítica a las industrias culturales con el texto de la reproductibilidad técnica de Benjamin y en base a eso dices que no le paramos bola a las indusrtrias culturales por auras…La economía no es neutral, como bien dices cuando metes las economias feministas, no se entiende por qué no logras entender la critica marxista a las industrias culturales.