Por Gabriela Ruiz Agila
Fotos: Darwin Pizarro
El la noche del 18 de septiembre, Alberto Chimal (1970), escritor mexicano, ultimaba detalles para viajar a Quito. Esta sería su primera visita a la capital ecuatoriana, por lo que sentía gran expectativa. Sobre todo, le inquietaban los lectores y la sorpresa de la ciudad. Sin embargo, al día siguiente, sus planes cambiarían rotundamente. Un terremoto de 7,1 sacudió la Ciudad de México a las 13:14.
La naturaleza impuso su fuerza sobre la ciudad, sembrándola en una catástrofe. Los mexicanos conmemoraban ese mismo día el aniversario del terremoto ocurrido hace 32 años. Sin duda, la coincidencia perturba y deja una huella psicológica en los habitantes de Ciudad de México.
–¿Dónde estabas cuando sucedió el terremoto del 1985? –pregunté.
–En Toluca, de donde soy originario, en el Estado de México. Mi madres es doctora y aquel día ella estaba atendiendo las emergencias.
Alberto tenía 15 años de edad. Su padre y su madre se separaron muy pronto por lo que él creció en una familia materna. Una familia conformada por mujeres donde no faltó nada. Y sin embargo, a la hora del crecimiento, tuvo que comprender que su familia era considerada rara porque no tenía una figura masculina en el centro.
Chimal habla de su primer entorno: “Mi familia era –con mucha ternura– simplemente la existencia. Éramos mi mamá, sus dos hermanas, mi abuela, la tía, dos primas que estudiaban en la ciudad (México) y mi hermana. Estaban mi abuelo, mi hermano, y mi tío -por quien descubrí muchas cosas-, pero el centro de mi familia eran las mujeres.”
El autor de El país de los hablistas (2001) considera que esta condena moral a su familia lo llevó desde temprano a cuestionar lo que se define como “anormal”.
Entre los personajes femeninos que prendieron su imaginación están las protagonistas de los cuentos de Edgar Allan Poe. Mueren, desaparecen y su recuerdo atormenta al narrador –explica–. Annabel Lee, en particular, protagoniza un poema en donde como amante desaparece. De ella hablan sus familiares, los ángeles del cielo. Es la imagen de la mujer dichosa que por la confluencia de fuerzas a su alrededor, y aquellos que confluyen en su destino, la acaban destruyendo. “Esto me afectó mucho”, concluye como lector.
Alberto hacía estas lecturas de Poe y otros clásicos mientras se columpiaba en el parque infantil a sus siete u ocho años. Tiempo después, la banda de rock española Radio Futura musicalizó el poema en 1987, recuerda con alegría de adolescente .
En el cuento de su autoría La partida (FCE, 2015), Alberto Chimal habla de una madre que pierde a su hijo en un temblor. La madre ruega a los dioses. Ellos se compadecen y le regresan un cuerpo herido. El texto se publicó como literatura infantil y, confiesa, tiene que ver con su propia experiencia como niño cuando perdió a su madre.
Se ha dejado fascinar por las escritoras como Ursula LeGuin, Virginia Wolf, Amparo Dávila. pero a lo largo de su vida -reconoce- las mujeres de su entorno, sus parejas, son quienes lo han influenciado de manera definitiva.
Particularmente, su esposa, la también escritora Raquel Castro, lo acercó a la obra de Jean Ray (Bélgica, 1887-1964), narrador de culto, y porciones de la literatura judía. Las historias que ella -Raquel- me ha contado de su propia vida, instruida en un culto protestante, tienen que ver con varios textos que abordan temas religiosos. Por esta razón ese cariño y angustia el 19 de septiembre de 2017, día del segundo terremoto más fuerte en México. Alberto Chimal buscaba a su esposa. Intentaba hablarle por teléfono. Haciendo una reflexión, explica: “La influencia de un escritor va mucho más allá de los libros. Es la gente.”
Alberto Chimal acuñó el término “literatura de la imaginación”, para diferenciar su propuesta de otras en el mercado creciente de la literatura fantástica. Y tiene claro su propósito como narrador: “Mi trabajo literario me ha llevado a plantearme la necesidad que tengo de asumir una posición respecto de la tradición en la que trabajo o contra la que trabajo. Preguntarme cómo es la relación con mi entorno como escritor y como persona. Hay ciertas porciones de lenguaje cotidiano que tienen que ver con lo que a mí me interesa pero que se usan de maneras que me parecen aberrantes. Cuando discursos que se acercan a la imaginación fantástica se utilizan para fomentar el odio, desinformar o engañar, yo no puedo quedarme indiferente. Por eso mi trabajo lo hago desde una posición de acción en el mundo».
Esta declaración política le ha tomado tiempo pero se puede seguir en dos de sus obras: La torre y el jardín (2013) y Él escribe su nombre del libro Los Atacantes (2015). La novela La torre y el jardín trata la forma en que abusamos de la naturaleza y del mundo que nos rodea, pero también de la posibilidad de reconciliarnos con ese entorno. Él Escribe su nombre es un cuento donde el abuso de poder y la violencia de género dentro de una relación regresan como un recuerdo sobrenatural que atormenta al protagonista. Él cambia y se da cuenta de que la violencia le resulta intolerable y debe replantearse su existencia, pero se encuentra inmerso en un ciclo interminable de violencia.
Chimal se considera un aspirante a aliado, un compañero de ruta en la lucha de las causas que considera justas. Esta conversación se mantuvo con el autor a lo largo de sus tres días de visita en Quito, en octubre de 2017. Además de una sencillez y natural sentido del humor, el autor pudo encontrar finalmente a sus lectores con quienes compartió no solo impresiones, sino las estrategias de escritura que le permiten resolver problemas y mantener una disciplina en el oficio de la literatura de la imaginación.
El 22 de octubre, Alberto Chimal llegó a Quito. Su primera impresión de la ciudad fue la posibilidad de que al doblar cada esquina, nuevos personajes aparecieran. La jornada estaría dedicada a impartir el taller Clínica de Escritura, organizado por Editorial El Conejo, a propósito de la presentación de su más reciente libro de cuentos, La ciudad imaginada. En contar las historias de la ciudad consiste el proyecto de más largo aliento del experimentado narrador mexicano. Ha publicado una serie de cuentos bajo este concepto, en México (2009) y Perú (2013).
Por eso los asistentes al taller, alrededor de 15 personas, aficionados o autores con experiencia, participaron para buscar del autor respuestas a los problemas más comunes que se presentan a la hora de narrar cuentos o novelas. Del taller impartido por Alberto Chimal, el 22 de octubre en Quito, recuperamos 10 consejos que podrán ayudarte a mejorar tu experiencia como autor.
El Decálogo de Chimal
1) La idea embrionaria, el impulso inicial
Puede ocurrir –cuenta en forma testimonial– que cuando tú estás escribiendo, la imagen embrionaria intenta aparecer, llegar a la luz. Lo primero que hay que hacer es verbalizarla, es decir, ponerla en palabras. Una vez escrita, se busca la estructura verbal más apropiada. Con este primer paso, habrá que nutrir esta escritura día con día, con lecturas, escritura y con vida.
2) Necesidades del texto: tiempo, extensión, género
Para Alberto Chimal es importante establecer las necesidades de un proyecto de escritura, ya sea que se trate de un proyecto corto o de uno de largo aliento. “La escritura, por más veloces que seamos con las manos, será un proceso lento”, aclara. Esto es típico en el momento que se formula un párrafo e intenta llegar al giro. Ahí empieza una distorsión de la idea embrionaria.
3) Serendipia o lo que es, también, el chiripazo
Alberto Chimal escribe en la pizarra “serendipia”. Se trata del hallazgo de lo que no se ha buscado, explica. Lo que también llamaríamos encontrar algo de “chiripa”. Cuando ocurren hallazgos imprevistos, hay que sacarles partido. En la escritura hay error, distorsión, dificultad y chiripa. Cualquier metáfora que queramos usar, ¡funciona!
4) Estilo
Los problemas más comunes a la hora de escribir tienen que ver con el estilo. Se recomienda elegir una voz, un punto de vista en particular. La aspiración de universalidad es problemática.
5) Temperamento: manejo de la frustración
Si queremos que el texto salga bien a la primera, seremos fácilmente presas de la frustración. La escritura requiere enfrentar el miedo, incluso trabajar con él. Esta es una constante a lo largo del proceso de escritura, y puede convertirse en un obstáculo que el autor supere o no le permite continuar.
6) Revisión
Una vez que se cuenta con un texto que se considera terminado en su primera versión, se inicia el proceso de revisión con un lector externo. La revisión puede venir bajo la forma de reporte, enmienda o adición. Escribir implica una alta dosis de “borrar”.
7) Objetividad
Ver el texto como si no fuera nuestro. Esto requiere un tiempo de reposo o distanciamiento del recuerdo inicial que dio origen a la historia. Hay que investigar las insuficiencias del texto, averiguar por qué no funcionan personajes, giros o estrategias narrativas.
8) Renunciar al privilegio del lector
Derechos como dejarse sorprender o dejarse llevar están vetados para el autor, quien debe dominar por completo lo que quiere contar y cómo lo hará. Mientras escribimos continuamos pensando, y para mejorar lo que queremos decir, es importante separar el proceso de escritura de nuestra voluntad expresa.
9) ¿Necesidad de extenderse?
Hay que considerar el tiempo de corrección y reflexión de lo que hemos escrito. Ampliar lo que se está contando no es un impulso de los novelistas. El impulso de extenderse responde a la necesidad de precisar. La extensión puede potenciar o malograr un texto.
10) El problema del tiempo
El tiempo que se dedica a la escritura demanda un gran volumen de tiempo a solas para lograr concentración, y lectura. Pero la escritura está acompañada también de la vida. Se deben considerar además los plazos de entrega a otros lectores, editores o encargos.