Por Priscila Imbaquingo y Geordie Salazar
A Latacunga se llega preguntando, con un buen bloqueador solar y con un paraguas que, a su vez, haga de sombrilla, pues el sol se alterna el protagonismo con la lluvia, bajo el amparo silencioso de ese coloso que es el volcán Cotopaxi. El viento helado nos recuerda siempre que estamos en pleno corazón de los Andes. Bajo la llovizna, músicos y artistas afinan sus instrumentos mientras el público tararea y pide sus canciones favoritas.
Trece bandas fueron las elegidas para poner a cantar, bailar, reír e incluso llorar a los cientos de panelitas presentes. En Ecuador, el pana es el amigo, el pana es el compañero de vida, el cómplice, el compinche, el hermano del alma, y con más cariño aún, el pana es un ‘panela’, un ‘panelita’. Así es el Panela Fest: a la una de la tarde cantas, con algo de melancolía, una balada de Héctor Napolitano, el ‘Viejo Napo’, acordándote de las guitarreadas de vereda o pensando en lo que tocaban los panas de tus viejos hace años; y a las dos de la tarde, con el sol en todo su esplendor, ya jadeas con sonrisas interminables porque Curare arma el pogo y quiebra el frío andino. Es tan fácil ir de un extremo a otro sin sentirlo.
“Tienes que cantar, tienes que bailar, que para eso es un concierto”, le decía un hombre a su hijo, de unos 5 años, mientras lo subía a sus hombros y se acercaban al escenario para escuchar a su banda favorita. Ambos lucían una máscara de diablohuma como sombrero. Luego ya todo fue el hardcore con instrumentos andinos, característicos de esta agrupación que ha hecho del llamado ‘longo metal’ un rasgo inconfundible en el movimiento roquero local. Con Curare se zapatea para el desahogo de la tierra.
El sol llegó otra vez, minutos después, para recibir a Lolabúm, un grupo también capitalino. Al inicio su repertorio fue relajado y el público se sentó a corear las letras hechas ya carne en los fans. Pedro Bonfim, el vocalista líder de la agrupación, presentó el álbum ‘Tristes Tópicos’ y resaltó la importancia de este festival “porque abre espacios para bandas emergentes”, como la suya, que aunque lleva pocos años sonando, ya ha llegado a consolidar un público fiel, numeroso y con proyecciones hacia el inventario de lo memorable. El tema final de inmediato levantó a los panelitas del suelo y los invitó a poguear.
“Esta es una canción de mí para ti, una canción de amor y danza”, es la letra de Sasha me enseñó un nuevo baile, la primera canción que interpretó el grupo guayaquileño General Villamil. Un toque de rock psicodélico costeño al caer la tarde. “Lo único que no nos gusta de la Sierra es el frío”, dijeron los músicos, aprovechándose de la confianza entre panas.
Aunque no todo fue música: hubo malabaristas, artesanos, teatreros. Una rampa fue el escenario de varias caídas de skaters, algunos estaban recostados alrededor, con las rodillas raspadas y sangrantes, pero seguían intentándolo una y otra vez, hasta perfeccionar sus maniobras.
No muy lejos de ellos estaban los grafiteros, los artistas callejeros, quienes sobre su lienzo de concreto lanzaban sus pintas. Durante todo el día trabajaron en sus obras y apenas al llegar la noche se pudo observar el retrato de la modelo: la líder indígena Dolores Cacuango.
Del frío a calor todo el día y por la noche a temblar, pero de la emoción por ver en escena a Da Pawn. Todos los panelitas cantaron cada una de las canciones de esta banda indie. Con un cigarro en la mano y una vibra genial, los músicos nos escucharon corear sus temas y nos contemplaron al deleitarnos con los colores de su música.
Movimiento Original, Sudakaya, Hijos de quien, Biorn Borg, Don de Gente, Natural Dreada, Danzan las plantas y Babylon Fall Sound System fueron también parte del cartel de esta segunda edición del Panela Fest, en Latacunga. El recorrido sonoro fue una breve revisión de propuestas que reflejan los últimos veinte años de producción musical en Ecuador. Del rock experimental, pasando por el progresivo, por el funk, el reggae, el metal, el trance y la electrónica, el encuentro en Latacunga fue la muestra de que la música convive en sus seguidores más allá de los títulos, de los géneros y de las banderas. Pogos, golpes, gritos, coros, abrazos y carcajadas fueron el resultado de cada presentación.
La tierra de la Mama Negra es tierra musical, como Guayaquil, Quito y Cuenca. En un festival como el Panela Fest ganamos todos, desde el emprendedor que diseña pósters con el logo de tu banda favorita hasta el del carrito de comida rápida o el que vende viseras para el sol y gorros de lana para el frío, también el fan, el artista y el organizador. Aquí gana la música y el trabajo emprendido en nombre de ella.