Por Marco Pareja / @marcoalejop
En diciembre del 2014, Cuba y Estados Unidos anunciaron la histórica normalización de sus relaciones diplomáticas luego de más de medio siglo de hostilidades. Uno de los puntos en negociación propuesto por los norteamericanos era que Cuba debía procurar mayor acceso a internet para sus habitantes. Entonces, a los pocos días llegó la noticia de que en un futuro cercano se abrirían varios puntos wifi en la Isla y que aplicaciones como Netflix ya estaban disponibles para los cubanos. La noticia me llenó de alegría y me generó grandes expectativas, sobre todo, en relación con el acceso a información y el consumo de contenidos digitales a través del streaming.
Casi medio año después de aquel anuncio viajé a La Habana y comprobé que la situación no se acercaba ni un poquito a lo que yo imaginaba. Sí, algo ha cambiado en la capital cubana, pero no precisamente en lo que al acceso a internet se refiere. Ahora hay más restaurantes particulares y algunos otros negocios que más o menos ofrecen los mismos productos. Por lo demás, la situación continúa igual, aunque muchos han fortalecido su esperanza de que “la cosa cambie” en un futuro no muy lejano.
La noche del Día del padre, un amigo me anunció, emocionado: “¡ya vi el primer capítulo de la tercera temporada de Hannibal!”. Con el asombro de rigor, pues ese capítulo se había estrenado unos pocos días antes en NBC, en EEUU, le pregunté: a ver, ¿cómo es eso? y él me presentó El Paquete. Gracias a él, esto había sido posible.
Un día fui a una sala de cine habanera. Intenté ver una película cubana que estaba de estreno pero una falla en el software del proyector me lo impidió. Hice un segundo intento, esta vez en el cine Chaplin, y el proyector no falló. Vi el nuevo filme de Abel Ferrara, Welcome to New York, protagonizado por Gérard Depardieu –quien, de paso, posee negocios en la isla–, y más tarde conseguí la revista de Cine Cubano, recién salida del horno, pues la habían presentando minutos antes, en una especie de rueda de prensa. Un interesantísimo artículo de Álvaro P. Abrahantes sobre el consumo de contenidos en la era digital en La Habana me llamó la atención: luego de un resumen de lo que Cuba representó en términos tecnológicos para el mundo y América Latina –antes y después del triunfo de la Revolución y luego de explicar las causas del aislamiento digital de Cuba y de que el país exhiba las tasas de conectividad más baja de la región–, relataba que: “se creó entonces un movimiento espontáneo, se consiguieron cables y puntos de acceso inalámbricos, y las redes sencillas se interconectaron, creando complejas telarañas que tienen en La Habana su más formidable exponente, hoy con más de 9 000 computadoras interconectadas”.
Gracias a este fenómeno, la circulación de contenido digital ha aumentado, no solamente de audio y video, sino también de software, libros, revistas, etc. Tanto así que familiares cercanos ya habían visto series como Breaking Bad y esperaban los nuevos capítulos de Game of Thrones.
Esta compleja red ha dado nacimiento a lo que todos los cubanos llaman El Paquete, que consiste en un disco duro de un terabyte de capacidad, repleto de contenido, que semanalmente es actualizado y circula por las casas y barrios de La Habana. Es a través de El Paquete que los cubanos y residentes pueden consumir series actuales como Hannibal y peliculas estadounidenses del momento, “que es lo que al cubano le gusta”, me decía mi amigo, aquella noche. Para él, El Paquete no es un fenómeno tan underground o ilegal como parece. Claro, se supone que si te ven en la calle con ese disco te lo deberían quitar, “pero circula normalmente sin problemas”. Además, se preguntaba: ¿cómo es que con la velocidad de conexión a internet tan lenta que existe en la Isla el paquete se actualiza cada semana? ¿Quién se encarga de eso? Según él, este Paquete es un producto oficial, travestido de ilegal, y del cual el gobierno cubano debe tener conocimiento. Parece ser que se valen de El Paquete para crear la ilusión de acceso a contenidos digitales, que, además, no es gratuito y debes tener una computadora para copiar el material y verlo. Este dispositivo es una especie de Netflix cubano, un simulacro de streaming.
Como dice ese artículo: «No se ha inventado nada en Cuba, solamente se ha adecuado a las circunstancias específicas de una isla bloqueada que tiene un notable subdesarrollo tecnológico y una infraestructura en su mayor parte obsoleta».
Todavía los cambios propuestos aquel diciembre están lejos de ser realidad en Cuba.Recientemente se abrieron los prometidos puntos wifi en La Habana, pero no son gratuitos. Un cubano con un salario de unos 20 dólares al mes, deberá pagar 2,00 dólares por la hora de internet. Bueno, al menos es un avance. Y, claro, si tienes algún smartphone, tablet o computadora desde donde acceder al servicio. Sin ser pesimista, me adelanto a aseverar que muchas páginas estarán bloqueadas y censuradas y que el acceso a contenido por streaming seguirá siendo una quimera. El tiempo lo dirá.