Por Marcelo Cruz
“Imagínate que eres Homero y que un dios te ha dado la opción de recuperar tu vista por tres segundos. Observa y escribe”.
Ricardo Sumalavia
“Perfume del ciruelo
Asciende a lo alto
Anillo de la luna”.
Yosa Buson
Ricardo Sumalavia (Lima,1968) nos presenta su obra: Enciclopedia Mínima (con prólogo de Leonardo Valencia) reeditada bajo el sello editorial Cactus Pink, dirigida por Santiago Peña Bossano.
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La brevedad, para algunos autores, es una tarea ardua. Pero no en el caso de Ricardo Sumalavia –en palabras de Fernando Iwasaki uno de los mejores microcuentistas en lengua española– quien se une a una selecta lista de maestros como Juan José Arreola, Salvador Salazar Arrué ‘Salarrue’ o Augusto Monterroso. La naturalidad y fluidez con que plasma sus palabras es tal vez su logro más importante. El lector puede paladear (sentir) cada fonema y saber lo que ocurre.
Al oficio de cuentista Ricardo lo une con el de poeta, como si fuera un maestro zen o un buen discípulo de Basho, a quien admira. Sus textos se mecen en un ritmo suave y constante, como si una flauta de bambú dejara escapar su nota más leve, apenas perceptible. Sin embargo, también Ricardo da giros rápidos como los de las ciudades que dibuja: Lima, Seúl; visita lugares concurridos como la calle de las prostitutas o una estación de tren, una habitación llena de profesores donde podemos encontrarnos con un lector en serie, o una lectora, o una vecina checa que resulta ser actriz porno, e incluso varios gatos que merodean a nuestro alrededor bajo la mirada atenta de una urraca y de un niño hindú.
El libro se compone de seis partes, en cada una vemos un trabajo sesudo y limpio. Parafraseando a Arreola, Sumalavia libera a su obra de innecesaria palabrería, por ello sus personajes se desplazan con armonía absoluta. Las historias atrapan al lector y lo van despedazando de a poco, como pirañas a la espera de presa. Estos relatos construyen una topografía que bien podría ser un tatuaje. Línea a línea el autor nos abre levemente puertas hacia su mundo narrativo, personajes que no buscan autor, sino lector, porque esta enciclopedia requiere de una voz sensata, histriónica y amena con la cual emparentarse.
Abrir al azar y leer uno o dos relatos de Ricardo nos demuestra que todo lo bueno es breve. Por ello el título de este libro me parece adecuado, ya que siempre –de manera recurrente al menos– hemos de volver a esta enciclopedia a temblar al borde de la página, como dirá Leonardo Valencia, o sentir cómo un cuchillo se desliza obedientemente hasta apuñalarnos. Ricardo Sumalavia nos regala una obra contenida –una pequeña caja musical– que atesora diamantes, cada uno con un brillo diferente.