Por Julia Ortega / @ortegajulia

El logotipo del Festival Equis hace de la estructura de la letra E el signo matemático de un igual, y de la letra X la forma en que se unifican las vocales O y A para ahorrar la escritura de dos palabras en femenino y en masculino, algo así como una sexta vocal. Al final de la palabra, un optimista y exponencial “01” anuncia que este es el primer festival de muchos más.

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El Equis-Festival de Cine Feminista de Ecuador –que tuvo lugar entre el 26 de noviembre y el 1 de diciembre, en Quito y Guayaquil– proyectó 34 películas, de ficción y documental, enfocadas en igualdad de género. El Festival Equis ganó fondos concursables en la Convocatoria del Instituto del Cine y el Audiovisual (ICA) 2018, lo que equivale a la tercera parte de su financiamiento. A lo largo de un año, consiguieron las otras dos terceras partes gracias a la gestión de sus codirectoras, Estefi Arregui y Virginia Sotomayor.

El afiche del festival muestra las manos de una persona abriendo un orificio de una liviana pero tensa malla transparente. Esto deja una apertura que le permite respirar. Con ojos cerrados y en tonos rojo magenta y azul morado, el rostro toma aire por la nariz y la boca levemente abierta. El cuello se confunde con una silueta que, a primera vista, aparenta ser hombros desnudos del cuerpo, recubiertos por una lámina de plástico, pero observando con cautela, también puede ser la silueta de un cuerpo del que sale la cabeza, justo entre las piernas, a manera de parto. “En el logotipo tienes el símbolo de igualdad –me explica Virginia–, la idea era mostrar a estas personas quitándose este como velo, a través del cual vemos nuestras vidas. Justamente, el feminismo propone quitárnoslos y las expresiones son de alivio, de felicidad”.

El concepto gráfico lo desarrollaron Estefi y Virginia, junto a Daniela Hurtado, de Achú. Las fotografías son de Dayana Valdivieso, de Dayoko estudio.

«El feminismo te va descubriendo más a ti misma –continúa Virginia–, te vas queriendo más a ti misma, te sientes más segura y al mismo tiempo te desprenden un montón de ataduras, de limitaciones que el sistema nos ha puesto y que están tan naturales en la vida que no nos damos ni cuenta. Esa también es la propuesta del festival”.

EQUIS es conversar sobre el género

Estefi Arregui y Virginia Sotomayor dejan claro que este es un festival de cine independiente e internacional, no competitivo. Ella conciben a este como un espacio creado para generar conversación alrededor del género, la identidad y la sexualidad, promoviendo la diversidad y la igualdad de derechos, oportunidades y libertades para todas las personas, «es decir, feminismo, dicen.

«Quisimos hacer un festival no competitivo –aclara Estefi– porque nos parece que es un poco contradictorio hacer un festival de cine feminista que sea competitivo. Es como replicar estos modelos, muy patriarcales, en los que tienes que luchar para ser el mejor y no hay una colaboración o una horizontalidad. Digamos que los sistemas patriarcales se manejan de forma piramidal, nosotras quisimos generar un festival que sea horizontal”.

Para ella, los incentivos son formar parte de un espacio que está creado para generar un impacto y un cambio en la sociedad, y esperan tener muchas ediciones más. “El festival ha empezado con bastante fuerza y creo que termina siendo una alegría y placer también, como directores, tener una película en un festival que se propone un cambio en la sociedad.”

Cine comunitario: una herramienta para ejercer derechos

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De izq a der: Carolina Dorado, de Ojo al Sancocho; Carla Morales, de El Churo Comunicación; Juana Francis, de Mujeres de Asfalto; Jaqueline Gallegos, de AfroComunicaciones; Gabriela Gómez, de El Churo Comunicación; Mercedes Quizhpe, de Chaski Warmikuna; Ana Acosta, de El Churo Comunicación. (Ana Benítez y Claudia Herrera cubren el evento por parte del Festival)

El jueves 28 de noviembre, en el auditorio Bolívar Echeverría, del Fondo de Cultura Económica, se proyectaron 7 cortometrajes de cine comunitario feminista.

El Laboratorio de Cine y Audiovisual Comunitario Ojo Semilla de Ecuador y la Muestra Útera de Antofagasta de Chile fueron sus participantes.

Los cortometrajes de cada uno fueron:

  • Ojo Semilla: En la comunidad hablamos las mujeres (5min) + Ella vendrá (9 min) + En el mundo marino caben todos los mundos (5min) + Akcha (3min) / Ecuador / 2017-2018
  • Muestra Útera:  Apropiaciones sudacas (2min), Floida (14min), Él dijo que me iba a gustar (5min)

La característica principal de estos trabajos es la participación de la colectividad. La producción se convierte en un espacio de creación en el que las mujeres deciden lo que van a hacer. Unas toman la cámara, otras actúan.

El cine visto como una herramienta para soñar, como en el caso de Ella vendrá, que en 9 minutos cuenta la historia de una mujer afrodescendiente que es la nueva presidenta de Ecuador. «La comunidad donde nació está a la espera de su visita. Un sueño, la esperanza de muchas mujeres y niñas, suena en la radio de la comunidad».

Ella vendrá, cortometraje del proyecto Ojo Semilla.

O En el mundo marino caben todos los mundos, que en 5 minutos de cine animado “muestra cómo todos los años las ballenas llegan a las costas de Ecuador a aparearse o parir. Esta vez, una ballena quiere algo muy distinto. La maternidad decidida, deseada, digna y acompañada es el hilo de esta animación”.

Sueños, refugio, apertura, búsqueda de expresión de su vida cotidiana, oídos que escuchen y bocas que hablen, es decir: contar con un lugar para conversar como lo hicieron luego de las proyecciones en que la mujeres contaron su experiencia.

La edición del Ojo Semilla fue una convocatoria solo para mujeres. Ana Acosta, de El Churo Comunicación, dijo que siempre convocaban a hacer cine comunitario a todos, pero ahora decidieron convocar solo a mujeres, ya que cuando convocaban a todos, ellas finalmente no venían.

Gabriela Gómez, de El Churo, y Mercedes Quishpe, de Chaski Warmikuna, narraron el proceso de Saraguro, en donde 30 mujeres de diversas comunidades y organizaciones abordaron la temática comunitaria. Así compartieron lo vivido en la experiencia del videoclip Sombrero Blanco, que era una canción tradicional a la que durante las jornadas del taller le cambiaron la letra, para hacerla una canción que invite a danzar, pero también a luchar. Sombrero Blanco es parte de la serie Ojo Semilla Feminista.

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Imagen que retrata el proceso de producción de la serie Ojo Semilla Feminista, en Saraguro. Foto: Cortesía Equis Festival de Cine Feminista.

Cuenta Gabriela Gómez: “Mientras trabajábamos y sanábamos salió el relato del acoso. Nos había pasado a todas. Puede parecer un relato muy simple hablar de que te acosan en tu espacio, pero hablar de que te acosan en la organización, cuando el sentido de lo comunitario tiene raíces muy fuertes para los pueblos y nacionalidades, es como enfrentarse a una misma, es un cuestionamiento muy profundo porque era a nosotras mismas, a nuestra propia comunidad”.

Sombrero Blanco aborda el feminismo comunitario que habla, siempre, piensa y propone desde la cosmovisión de los pueblos ancestrales. Las mujeres hablaban de la esperanza, sentían la necesidad de decir y de convocar a la comunidad y a la organización social a que asuma la brecha de género que existe. Gabriela valora este proceso y narra que “varias de las compañeras han tenido una posibilidad de resiliencia al contar sus historias. Hablar de feminismo en la comunidad fue transgresor en nuestro propio contexto”.

Cuenta Gabriela que durante la experiencia hubo quienes les decían que hablar de género es occidental, «no es de aquí». Pero ella lo explica con mucha claridad: «Nosotras decíamos: estamos haciendo una propuesta de mundo, así como no queremos quedar sin tierra, no queremos quedar sin cuerpo”.

Mercedes Quizhpe siente esperanza. Cree que el encuentro es un impulso para seguir luchando contra la violencia y que ayuda a tener la fuerza para invitar a otras mujeres, «mujeres líderes que hay en el camino. A mí me cuesta mucho estar al frente, pero gracias a las compañeras estamos aquí, podemos caminar. Estar con mujeres me ha animado y ese mensaje siempre tengo que llevar a otras mujeres que están en las comunidades, en la casa, que no pueden salir. Soy una de las voces de esas mujeres que no pueden salir”.

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Fotograma del cortometraje No sí, ni no, de Daniela González. Foto: Cortesía Equis Festival de Cine Feminista.

Caimito en Esmeraldas

Jaqueline Gallegos, de AfroComunicaciones, cuenta que se reunieron más de 50 mujeres de la comunidad de Caimito, que queda a una hora de Muisne. Cada una llevaba sus propios procesos alrededor del cine. Cuando se reunían a conversar sentían la necesidad de hacer cine con mujeres, y por eso estuvieron 8 días trabajando juntas día y noche. Lo que se presentó es el resultado de ese trabajo. “Ha sido un proceso –recuerda Jaqueline– juntarnos, de creación popular, mujeres que aprendieron en doble vía. Nos vamos identificando. Ir más allá de hacer una producción es tener un proceso de cambio, que las mujeres, desde sus propias voces y problemáticas, podamos difundir”.

Juanita Francis, de Mujeres de Asfalto, sabe que esto no ha sido sencillo: “Queremos hacerlo todo pero comprender que somos múltiples y diversas demanda mucho”, reconoce. Para ella, sacar sus propias producciones fue un reto, aunque ahora ríe cuando dice “Caimito tiene talento”, y se pone seria al afirmar que “el arte te salva”. Juana comenta que generaron una metodología en el territorio. La experiencia de Ojo Semilla les permitió también “construir estéticas, lenguajes y reescribirnos nosotras. No tenerle miedo a eso. Que luego terminemos llorando, permite expresarnos”.

“También estamos pensando en qué es eso de la metodología –reflexionó Carolina Dorado, de Ojo al Sancocho, festival de cine comunitario colombiano–, en Caimito vinimos con 6 mujeres, y traíamos cada una nuestra lista de cosas a hacer. El primer día fue impactante, porque allí esas mujeres nos desbarataron la metodología. Eso fue lo más bonito. El cine comunitario no dice qué se tiene que hacer, te hace construir espacios”.

Fotograma del filme Mujeres de la mina, de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno, que cuenta la historia de tres mujeres bolivianas que trabajan en las minas de Cerro Rico, en Potosí, Bolivia, y son la evidencia de lo que significó el saqueo colonial.

“Estábamos trabajando en cine feminista desde hace mucho tiempo, pero identificamos eso en Caimito. Mujeres durante 8 días creando cosas. Ese es el mayor aporte del cine comunitario, la posibilidad de hacer y luego verse reflejado. Te puedes ver en una pantalla y ver lo que está pasando”, afirma Carolina.

En Bogotá, Ojo al Sancocho es una apuesta especial de cine feminista, y también lo es en Argentina. Sus integrantes crearon espacios de encuentro y creación feminista y desde entonces hay mujeres que dicen que les ha cambiado la vida.

Los 7 cortometrajes son historias que visibilizan las problemáticas que viven las mujeres, a la vez que las empoderan y motivan para la creación de una sociedad más justa y equitativa, que valore la diversidad. La función de todas ellas es ser facilitadoras y estar pendientes de qué quieren hacer las mujeres que participan, a partir de eso empiezan a construir los espacios.

Estefi Arregui comenta el acierto del Festival Equis al incluir la perspectiva del cine comunitario feminista y aspira a que todos los años lo puedan hacer. “Como público, el mayor incentivo es asistir a estos debates que no hemos tenido antes o hemos tenido muy poco en el sector. Las películas están muy buenas y es muy satisfactorio salir de una peli inspirándote y motivándote a cambiar la situación”.

Cortometraje Luz, de Julia Clarisa Álvarez.

El Festival EQUIS en redes sociales:

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