Por Karla Armas / @k_rmas
Fotos: César Acuña Luzuriaga / @LuzLateraL
Guardarraya se llama, en los pueblos de la costa, a un caminito estrecho junto al sendero principal.
Grupos de cinco, diez chamos y chamas, adultos mayores, adultos menores. Parejas de esposos, novios y novias, familias enteras, solitarios vagabundos, filas de autos entorpeciendo el domingo (para llamar a Buarque) subían apurados al cerro del Itchimbía, en el centro-norte de Quito. Es que ya eran casi las seis. Estaba por tocar la banda de Quito. ¡De Quito, papá!
Auténtico. Ese es el calificativo que define a Guardarraya. Esta agrupación nació hace poco más de quince años, luego de que sus integrantes se conocieran por un proyecto musical anterior. Entonces, sorprendieron con canciones de aire independiente y atrevido como Hábleme más suave o Big Bang, con letras originales para tratar temas proscritos, con sonidos de vanguardia para una buena parte de la escena musical del Ecuador de ese momento.
Sus líricas son relatos cortos pero memorables de una serie de vivencias –propias y ajenas– en una ciudad andina, arrinconada y fría; son pasajes de un mestizaje del que se sienten parte viva y también son ventanas por donde escaparse de algo, o de alguien…
Esas miradas maternales de las vacas
me vigilan mientras juego,
mientras busco en sus majadas
los consejos de un amigo,
de un viejo indio Muscaria
que aparece curviforme
y me llena de luz el alma.
(Big Bang)
Hábleme más suave
Álvaro –cantante y compositor de la banda– cuenta que de niño escuchaba boleros y pasillos de Julio Jaramillo. Su papá siempre estuvo rodeado de músicos y con ellos pasaba su tiempo. En su adolescencia llegó el flamenco y otros géneros como el jazz, el tango y el blues. “Yo escuchaba todo buscando un click –dice–, ese algo que me vuelva loco”. Y escuchaba uno y otro género hasta que eso ocurriera.
Sociólogo de profesión, Álvaro escribe sus letras sin una fórmula. La idea puede llegar en medio de una reunión de trabajo o en la calle, pero siempre combinará experiencias propias con vivencias de los integrantes de la banda y situaciones de esta ciudad. Las canciones de Guardarraya se componen de retazos, memorias, chupes y peripecias que van juntándose a su antojo.
Hábleme más suave –la primera canción de la banda– nació cuando Álvaro vivía en Estados Unidos. Fue un período de cuatro meses después del cual tuvo que regresar porque “extrañaba a la familia, un amor, la comida…”.
Estaba cantando en la calle
colectando una plata pa´ comer.
Se me acercan dos oficiales
y me dicen: “aquí no te quiero ver”.
Le dije: “Hábleme más suave,
a mí nadie me dice
qué tengo que hacer.
De chico nunca tuve padre,
nunca aprendi
qué significa obedecer”.
Hábleme más suave es uno de los temas que el público de la banda corea con más fervor. Quizá porque muchos hemos querido alguna vez que el adulto, el jefe, el inspector o la autoridad nos baje un poquito el tono de voz al hablarnos.
Niños en la calle, una pelota de fútbol, el tolete de la represión, cosas de ciudad, a fin de cuentas.
1537
La meta de Guardarraya no es volverse una banda internacional. Prefieren ser parte de lo cotidiano, que la gente pase a ver, se dé tiempo para escuchar y decida quedarse por su propia voluntad. Porque en este sendero estrechito, en esta guardarraya, no cabe todo el mundo. ¿O sí? El público de Guardarraya es numeroso y fiel. Cada vez más numeroso, cada vez más fiel. A lo mejor esta sea una de las fanaticadas más leales de una banda de por estos lares.
Por eso, dentro del ritual de los músicos, durante cada concierto, está el recordar siempre que se deben a ese público. “¡Si ustedes son nuestro público, nosotros somos su banda y esta es una banda de Quito”, dijo Álvaro, a voz en cuello, durante el show del domingo 7 de agosto, en el parque Itchimbía, como parte de la programación de la Villa de las Artes de Quito. Con eso y una copita de Norteño están siempre listos para sonar en cualquier tarima y contagiar.
1537 salió en el 2009, como parte del disco Quitarán de ahí y la estrofa de entrada ya es una especie de trabalenguas entrañable para el quiteño promedio y para el forastero que cacha bien al grupo:
1537 veces te he pedido
que nunca me dejes
cuando la mentira veas que
me envuelve con su manto
cotidiano diurno
y yo no pueda vomitar.
Este es el preludio de una añoranza, el anuncio de un deseo: “esas mágicas electroacústicas ganas de joder” que nos toman a todos por sorpresa de vez en cuando.
Soñé que me querías
Guardarraya no vive de la música. Cada uno de sus integrantes trabaja en otros oficios con el ideal de dejar de hacerlo algún día.
Para su nuevo disco hicieron un crowdfunding que les permitió que el día de hoy estén por fin grabándolo. Su meta es devolver la confianza, seguir haciendo música, compartir.
“Si Guardarraya y su música son la banda sonora de tu vida, danos tu apoyo”, fue la frase que usó Franco Aguirre, el bajista, para la campaña de crowdfunding Ayúdanos a parir, que obtuvo los recursos necesarios para grabar el próximo disco, en el que sonarán versos inéditos como estos:
Hoy soñé que me querías,
que tus senos me miraban,
sé que esto es solo un sueño,
una burla de tu Dios,
de aquel que le rezabas…
Guardarraya, con su voz, ha marcado a Quito y a su país con ese saborcito a nuestro, tan rico… Ese domingo, en el Itchimbia aproximadamente 2 000 personas fueron a escuchar –o a rendir una suerte de culto– a esta banda que se ha convertido en parte del alma de Quito.
Guardarraya equivale al chaquiñán para el habitante serrano, es ese senderito que está fuera de la vereda y que nos lleva a explorar otras maneras de andar.
Guardarraya son:
Álvaro Bermeo
Mateo Crespo
Jason de la Vega
Andrés Caicedo
Felipe Andino
Franco Aguirre