Por Carla Larrea Sánchez
Fotos: Andrés Yépez / Fluxus Foto.
Ser mujer en cualquier rincón del mundo parece ser una condición que, de entrada, nos condena a la desigualdad, y el medio cinematográfico en América Latina no es una excepción. Sin embargo, desde hace muchos años, varias mujeres han hecho esfuerzos para alcanzar las mismas oportunidades. Una de ellas es Heloísa Passos, una brasileña que ha decidido compartir en su documental Construyendo puentes una historia sobre su relación con su padre y, a la vez, con su país.
Pero el documental que Heloísa ha presentado en la decimoséptima edición de los EDOC es también un registro de su propia lucha individual de 21 años haciendo fotografía de cine –e incluso más– para hacer lo que ha querido hacer en un ambiente adverso, excluyente y hostil. Por eso, conversamos con ella entre nos.
Heloísa, ¿cómo ha sido para ti pasar de la cinefotografía a la realización?
Para ser una cinefotógrafa mujer tienes que ser más que una cinefotógrafa. Tienes que ser productora también, y yo empecé en la fotografía en cortos. Descubrí que si no me volvía productora en los cortos con los realizadores, con las pelis, iba a trabajar muy poco. Entonces esas ganas de hacer películas como fotógrafa fueron una combinación: cuando empecé a fotografiar, entendí que había muy pocas mujeres en Brasil que lo hacían: eran dos. Entonces me envolví en la fotografía y en la producción. En este camino empecé a ser una realizadora de cortos que han recorrido varios festivales en distintos países. Realicé siete cortos documentales antes de Construyendo puentes. En todos los cortos trabajé como fotógrafa y llamé a otra persona para la operación de cámara. En los cortos, así como en Construyendo puentes, trabajé en la producción, en la fotografía y en la realización. Es una cosa que se dio naturalmente. Cuando me di cuenta de que mi deseo de hacer películas, de contar historias, de conocer personas era tan grande, me volví realizadora junto con la fotografía.
¿Fue así desde que empezaste en el cine?
En aquel momento, en los años noventa, tenía que inventar, crear una forma para tener más trabajo, porque para aprender fotografía tienes que estudiar, tienes que tener experiencia y tiempo con las cámaras, con la luz… ¡con el tiempo! Entonces, yo no podía quedarme en casa esperando que me llamen al teléfono: “Ah, tengo una película, vamos…”. Esa fue la razón por la que me relacioné mucho con personas, amigos, con los que podía hacer más que solo fotografía, y me volví una productora-fotógrafa.
Esa es una combinación muy interesante…
Sí, sí… (Risas)
¿Crees que hay igualdad de oportunidades y condiciones para las mujeres en el cine?
No, igualdad no hay. Lo que hay es que hoy las mujeres somos más visibles. Las personas, el mercado, los festivales están más atentos al trabajo de las mujeres porque nosotras trabajamos por mucho tiempo y, en los últimos años –podríamos decir en los últimos cinco años– yo siento un movimiento de más visibilidad. Como dije, los festivales, el mercado, los realizadores están interesados en ese ojo femenino, en el trabajo de las mujeres en todo, no solo en la fotografía. Cuando empecé, había dos fotógrafas mujeres, como dije antes. No había un colectivo de mujeres que luchaban por la clase. Ahora, en Brasil, nosotras tenemos ya un colectivo: DAFB, directoras de fotografía brasileñas. Es un colectivo que está conformado no solo por directoras de fotografía, tiene asistentes, loaders, operadoras de cámara… Todas mujeres que trabajan la imagen en el cine. Empezamos hace dos años. Éramos cuarenta mujeres. Hoy somos más de ciento cincuenta en todo Brasil, ¡no solo Sao Paulo, sino todo Brasil!
¿Incluyen también a las que se dedican a la posproducción de imagen?
Sí, además de las asistentes, operadoras y fotógrafas, están las mujeres que hacen corrección de color, las que trabajan con la digitalización de la película…
¿Por qué nace la DAFB?
Porque una gran productora de Sao Paulo hizo una publicación en su blog con un texto sobre los jóvenes directores de fotografía brasileños, que eran seis. Todos hombres. Y el mismo día que se publicó el artículo en el blog, una de las chicas que creó el colectivo empezó a mandarnos correos electrónicos a nosotras, las mujeres que nos dedicamos a la cinefotografía en Brasil, pidiendo que respondamos. Entonces este colectivo empezó contestando al blog. Este año, en febrero, hemos hecho el primer encuentro de talleres de cinefotografía solo para mujeres: taller de luz, taller de drone, taller de corrección de color… Un total de seis talleres, cerrando la semana con mi primera Master Class de Fotografía. Entonces, piensa, yo empecé a trabajar en cine en 1990: dos mujeres en Brasil. Hoy tenemos un colectivo con 170. Es muy importante mirar que hoy tenemos más escuelas, tenemos más fomento. El mercado audiovisual en Brasil ha crecido mucho y, junto con eso, las mujeres estamos también más presentes.
Entonces, ¿podríamos decir que ahora se cumplen las cuotas igualitarias en el medio cinematográfico en Brasil?
Para que se cumplan esas cuotas igualitarias yo pienso que necesitamos de tiempo, porque el machismo es una cosa estructural que está en la historia: está en la familia, está en el trabajo, está en la sociedad. Entonces, necesitamos de tiempo para cambiar esta tradición estructural, histórica, por la voz y la manera en que se cuentan las historias… ¿Quién cuenta las historias? La mayoría de las historias son escritas por hombres. Tenemos que enorgullecernos por esta transformación que estamos viviendo pero pensar románticamente que tenemos igualdad. Yo pienso que trabajo mucho más que cualquier hombre de mi edad y probablemente gano menos plata. Y, ¿qué hacer? En mi cabeza no me quiero asumir víctima, porque hacer películas es una acción política. Cualquier película.
¿Y qué es hacer películas como acción política?
Hacer películas es hacer una acción política y así estoy transformando algo, no sé qué, porque el cine es subjetivo, no sabes qué estás transformando. Quizás yo me estoy transformando, quizá nosotras nos volvemos amigas y nos transformamos en alguna cosita, en un pequeño algo… Esta es una forma de mudar, una forma de cambiar. Tenemos que cambiar el micromundo para cambiar el macromundo, porque yo creo en el ser humano. Cosa que no pasa con los políticos. Los políticos no creen en el ser humano. Los políticos creen en la plata, creen en el dinero. Los políticos no están transformando nuestras vidas en una cosa mejor, solo están ganando plata. Y para esos políticos y empresarios que son dueños del poder, nosotros solo somos números. Y, ¿qué es lo que nosotros tenemos que hacer? Nos tenemos que relacionarnos con afecto, con diálogo, con transparencia. Menos números, más transparencia. El mundo no está así, las relaciones no son así y yo pienso que Construyendo puentes tiene este puente que insisto en hacer, que a partir de allí lucho por un diálogo, lucho por aceptación, por ser aceptada. No es solo salir a las calles –claro que es muy importante hacerlo y manifestarse–, tenemos que hacer un trabajo hacia nosotros, hacia las imágenes, hacia el cine. En todo lugar tenemos que hacer algo. Yo creo en eso porque los dueños del poder están presionando en todos lados.
En Construyendo Puentes, ¿cómo fue el proceso de vincular tu relación con tu padre y tu historia personal para hablar de la historia de tu país?
En las dictaduras las cosas no son dichas. Yo nací en la dictadura, yo no aprendí a dialogar en mi casa ni en mi escuela. Yo soy muy agresiva y empecé a aprender a dialogar en la universidad, en las calles, después el 84, 85, con la llegada de la democracia, que en Brasil fue en 1985. Fueron 21 años de dictadura. Yo nací en 1967, entonces en los años setenta no aprendí la historia de lo que estaba viviendo, ni en la escuela ni en mi casa. En la dictadura, las cosas contadas no eran dichas, ni siquiera en las familias. Yo hablo de eso –en mi película– y eso me transformó en una persona muy curiosa, y haciendo cine me siento con una responsabilidad de hablar de cosas personales. Después de 21 años de fotografiar las historias de los otros, aprendiendo a escuchar –porque yo aprendí a escuchar en el cine, principalmente haciendo documentales y viendo las historias de los otros que me fascina tanto–, ¿por qué no contar la historia de mi padre, si entre los dos tenemos conflicto? Desde niña, me fascinan mucho dos cosas: los álbumes familiares, no solo de mi familia sino de familias que no son mi familia de sangre sino que son amigos que han estado siempre, familias escogidas. Me gusta hacer los álbumes no solo de mi familia de sangre sino también de estas otras familias. Además de los álbumes, me fascinan también las historias personales en la ficción y en documentales de realizadores latinoamericanos y, en especial, brasileños. Entonces, mi fascinación por álbumes y las historias personales en los filmes que hablan sobre familia me llevaron a hacer Construyendo Puentes. Lo que disparó la película fue el regalo de la colección de super8, y en ese super8 tenía imágenes de playa, imágenes de piscina y tenía las cascadas. Esas casacadas me conectaron subjetivamente con una cosa que no sabía traducir, no tenía la claridad para traducir. Entonces empecé la investigación de una película contemplativa de una fotógrafa mirando este río, que se transformó en una gran laguna por una de las más grandes hidroeléctricas del mundo. Empecé una película contemplativa escuchando a personas que viven en este sitio que yo no conocía, la frontera entre Brasil y Paraguay. En el 2010 viajé a este sitio y encontré árboles muertos, le llamé el desierto de agua. Y empecé una película que se llamaba Desierto de agua. Después de años entendí que el desierto de agua era un motivo para aproximarme a mi padre en un tiempo que era un tiempo sagrado, que era tiempo de cine.
¿El tiempo de cine es un tiempo diferente?
Sí, porque el tiempo de cine no es este tiempo que tenemos ahora, en el que tenemos una hora para terminar, una hora para ir a una embajada. Este tiempo no es tiempo de cine, es un tiempo en el que nosotros tenemos que hacer una serie de cosas. Pero el tiempo de cine es la disponibilidad de una persona, de el/la realizadora de estar disponible para hacer junto con sus personajes algo que no sabe, algo que va a descubrir junto con ellos, y este tiempo de cine yo no tenía en mi vida con mi padre porque aunque había viajado muchas veces de regreso a mi ciudad durante los años que he vivido en Sao Paulo, yo no tenía esta intimidad en la casa que viví. Igual porque esa casa no es mi casa, es la casa de mi padre y de mi madre. Entonces, crear una historia junto con otra persona en tiempo de cine, para mí, es un regalo. Por eso estoy agradecida con el cine, por permitirme hacer esta película y adentrarme en un lugar tan difícil en el que mi padre y yo nos aceptamos pero tenemos mucha dificultad de hablar sobre nosotros: sobre la sexualidad, sobre las intimidades. Con él es muy fácil hablar sobre Palestina, sobre Lula… Es fácil pero es también importante porque es la forma en que conseguimos hablar de nosotros: hablando del mundo. Esa es la forma.
Heloísa Passos es brasileña, directora, cinefotógrafa, productora y miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Ha recibido varios premios nacionales e internacionales como el Premio a la Excelencia en Cinematografía del Festival de Sundance por el filme Manda Bala, de Jason Kohn. Ha sido dos veces ganadora del Premio al Mejor Director de Fotografía en el Festival de Cine Internacional de Río de Janeiro por los filmes Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo, de Marcelo Gomez y Karim Aïnouz (2009) y Mulher do Pai, de Christiane Oliveira (2016). Ha dirigido varios cortometrajes documentales que se han proyectado en diversos festivales alrededor del mundo. Construyendo Puentes es su primer largometraje como realizadora.