Por Vanessa Terán
A mediados de diciembre, en Middletown-NY, los migrantes saraguros ecuatorianos empezaron las preparaciones y celebraciones del Kapak Raymi, que dura hasta inicios de enero. Esta fiesta ancestral se relaciona con el solsticio de invierno, la germinación del maíz y los reconocimientos hacia las autoridades y adolescentes de la comunidad.
La colonización unió hace más de cinco siglos a la fiesta indígena con la fe católica y con la Navidad: en las salas y en los garajes de esta localidad estadounidense se arma un belén mientras en el patio trasero se asan los cuyes. La identidad, el territorio y el movimiento de una comunidad andina y de sus símbolos se entrelazan: el indígena, el migrante y el refugiado. Historias del nativo, del que se fue y del que huye, de aquí y de allá.
El 17 de diciembre, días antes de la gran fiesta, Melva –la Marcamama y anfitriona– preparó las ‘obligaciones’, que son ofrendas en agradecimiento a los músicos y a los llamados Juguetes. Los Wikis, los Ajas, los Sarawis, los osos, el león, sus paileros son los personajes andinos encargados de alegrar la celebración. Por eso fueron los invitados de este primer festín.
El ritual festivo se inició con la formación de una cruz sobre la mesa hecha de mote, seguida por un padrenuestro. Después, la sopa, el arroz, el quesillo, cuy y pan. Los niños jugaban en inglés con la nieve, mientras el resto tomamos chicha y conversábamos en castellano, hablando con nostalgia de la llaqta y de los taitas. Se veían padres e hijos, porque los abuelos están todavía en Saraguro, en Ecuador. Los mayores enseñaron las tradiciones y protocolos aunque otros detalles se fueron reinventando. En una segunda cena, se prepararon dos distintas mesas, una para hombres y otra para mujeres, como mandaba la tradición. Pero de repente, a todos nos dio ganas de volver a estar juntos, así que compartimos mesa.
El Kapak Raymi se celebra bajo estructuras organizativas tradicionales indígenas. A diferencia de la tradición occidental, la celebración no se lleva a cabo bajo la unidad familiar sino en comunidad. Estas uniones se sienten aún más fuertes y más necesarias con la distancia.
El Marcataita William –esposo de Melva– no es saraguro ni ecuatoriano ni indígena. Él es un migrante guatemalteco, anfitrión y líder del 2017 para la fiesta andina en esta ciudad pequeña del noreste gringo. También dentro de la corte de Juguetes esta el ‘osito polar’, un niño estadounidense que quizo unirse al festejo, amigo del resto de pequeños osos, leones, sarawis y paileros saraguros, algunos también estadounidenses.
El mashi Luis Medina me cuenta que los saraguros son mitimaes, posiblemente del norte boliviano. El pueblo se alió al imperio inca y fueron enviados a nuevos territorios del norte. Eso les llevo hace cientos de años a la provincia de Loja, en el Chinchaysuyo, al sur de la tierra que hoy llamamos Ecuador. Nos empezamos a preguntar sobre la diferencia entre ser un migrante indígena y ser un indígena migrante, cuando el número de deportaciones en Estados Unidos se incrementa y la crisis de refugiados no termina, porque moverse es un crimen.
En la madrugada de Navidad, en el parqueadero del salón de recepciones donde se preparaba la tercera fiesta, empezaban los baños de aguas purificadoras a cero grados centígrados. Después, los wikis, brindaron chicha y junto al resto de Juguetes se tomaron las calles de la ciudad en Upstate, NY. Fueron desde la casa de la Marcamama y Marcataita hacia la del ‘Fundador’, hacía la iglesia y el salón.
Entre las fiestas, se veían varios Niños Dios. Uno en especial me llamó la atención: el wawa, llegado del Ecuador, tenía las típicas facciones anglosajonas y también un sombrero de runa saraguro. Dice su historia que a pocos días de nacido se convirtió en refugiado en Egipto, como miles de niños palestinos que se van sumando a los 5,5 millones de desplazados, algunos de los cuales nacen ya siendo refugiados.
En medio de la comida y de la danza, la fiesta occidental dialogó con la tradición andina en Middletown NY. Hubo historias de conquistas pasadas y presentes, resistencias desde Abya Yala hasta Palestina, historias de alianzas de territorios de origen y también de destino, testimonios de movimientos forzados, naturales y criminalizados. Hablamos de los indígenas, de los migrantes y de refugiados; de runas que se enraízan y de otros que añoran, de pueblos que habitan y que resisten.
Gracias compañeros fue un bonito recuerdo