Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar
(Dislates sobre la obra De un suave color blanco, de Arístides Vargas y el grupo Malayerba. Quito, 2009)
Hablar de Pablo Palacio es un lugar común cuando no se hace nada más que hablar de él con el recuerdo. ¿Qué merece ser olvidado? ¿Cuál es la excepción, eso que no pacta con el olvido? ¿Cuántos yo mismo me habitan?
SUBE EL TELÓN.
Arístides Vargas, el ‘Negrito’, como le dicen los panas, se ha metido con Palacio y lo ha sometido a una autopsia. Durante la ceremonia de carnicería, en el piso de madera ha empezado a morir una frase: “Una persona doble camina por un doble camino”. Las palabras están escritas con tiza blanca hecha para desaparecer. Arriba, en el cielo del escenario, letras y números revolotean como cenefas. El espacio distribuye el tiempo en celdas espejo, “en cubitos ad-hoc”, como los de las ciudades que aíslan a los hombres. De un suave color blanco son las cortinas que delimitan el cubito principal y sus ventrículos laberínticos. Esa suavidad blanquecina disimula y delata la doblez de los seres que, entonces, se separan como cuando el carnicero eviscera al cerdo. Arístides Vargas y Pablo Palacio parecerían haberse puesto de acuerdo para desdoblarse y desdoblarnos y así despertenecernos. Desde ese momento, el mundo se mueve en distintas dimensiones.
Un hombre ha sido muerto a puntapiés y otro ha muerto en el manicomio. El primero había sido un vicioso, un culito de cualquiera. El otro era escritor. Uno es un exiliado de la dictadura que necesita dedicar la vida entera a su propia sanación. El otro, en cambio,es el eterno extranjero del mundo, el que debajo de sus canas es curioso recién nacido. Uno es el hombre y otro es el monstruo, el doctor Jekyll y el señor Hyde, el espejo y el reflejo de Oscar Wilde. Todos, al final, somos dobles de nuestros yo mismo, pero somos uno con dobleces interminables. ¿Cómo amar a un ser doble con tantos dobleces?
El tiempo escénico es el campo de cultivo de la superposición de momentos. En el tablado es posible montar el tiempo que vivió y escribió Palacio, sobre el tiempo al que su genio perteneció. Por eso hay que ver a esa mujer doble y una sola que comparte su intimidad física y emocional con cuatro brazos, dos pares de ojos, dos pares de piernas, “dos pares de todo”, como la metáfora de esa doblez que justifica la puesta en escena de Arístides. Entonces, Pablo Palacio es devuelto al tiempo poético y su desprendimiento de sí mismo es por fin la fuga del lugar común. En ese ser duplicado que mira la nada habita el inconsciente del espectador cuando se enfrenta a la desnudez absoluta, que es su propia soledad. La mancha lepra se extiende con un suave color blanco
Julio Estartea, el inspector de policía que inventó Pablo Palacio, es quizás la señal de que el mundo de principios del siglo XX no ha hecho más que perfeccionar esa doblez. Así, el personaje de Arístides, colgado del vacío, semidesnudo y travestido, es en sí mismo un himno al ridículo. Una serie de imágenes que no se esfuerzan demasiado por arrancar carcajadas del público es la prueba de que el absurdo habita todos los tiempos del mundo. Pero, entonces, ¿dónde está la puerta que nos lleva al laberinto del otro?
https://www.youtube.com/watch?v=apuuXiarn0k
Hay que confrontarse con el cuerpo, con la carne, con la sangre, que son el vocabulario de la eternidad. Los matarifes se disponen en escuadra e inician su tortura: el tintineo de los afilados cuchillos choca contra la cabeza de los hombres de todas las épocas y así explota sus más elementales deseos. (Es que Palacio le reprocha a su madre el abandono, es un dolor mojado y las tripas de lo devorado aún están manchando el suelo…). “Cada uno es dueño de comer lo que crea…”. Luego del acto antropófago tendido en el suelo, admirando el volumen de las vísceras esparcidas, tantea con las yemas de los dedos sobre las tablas y una vocecita parece sonar en la sala: “Camina con tus deditos sobre el suelo de madera de mis restos, papá…”.
Las hermanas vuelven con “tus-mis enfermedades” “la muerte es doble, la vida es doble. La muerte y la vida son dobles”. “Quisiera ser otra para vomitarte tres veces al día…”. “¡Sal de mi cabeza!”. “Yo ha matado. Me muero de ella y ella se muere de mí, como la vida y como las cosas que están en la vida…”. Los actores se han deprimido y vuelven a doblarse mientras colocan trampas para ratas en sus propios yo mismo.
BAJA EL TELÓN.
Una mujer que ha vuelto a su ciudad después de algún tiempo se encuentra con sus amigos del grupo Malayerba y suelta el plomo: este tipo de obras no se ven acá. “¡Pero si esta la hicimos en el 2009”, le dice el ex inspector de policía, ya disfrazado de sí mismo, antes de devolverse a su cubito ad-hoc. Y el tiempo no pasa.
[divider]
La obra:
LUGAR: Casa Malayerba (Sodiro 345 y 6 de Diciembre, plazoleta del Belén, Quito)
HORARIOS: Jueves, viernes y sábados 20h00. Domingos 18h30. Todo julio del 2014.
ENTRADAS: General $10. Estudiantes $8. Adultos mayores $5
[divider]
Créditos:
Dramaturgia y Dirección General: Arístides Vargas
Dirección Actoral: Charo Francés
Vestuario y Escenografía: Pepe Rosales
[divider]
Texto:
Gerson Guerra, Manuela Romoleroux, Daysi Sánchez, Josélino Suntaxi, Santiago Villacís, Cristina Marchán, Coco Maldonado.
[divider]
Elenco Grupo Malayerba:
Cristina Marchán, Daysi Sánchez, Manuela Romoleroux, Tamiana Naranjo, Gerson Guerra, Joselino Suntaxi, Santiago Villacís, Javier Arcentales.