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La ceguera de un barco fantasma

Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar


Una de las mayores incógnitas que deja el documental de Mateo Herrera El panóptico ciego es dónde están ahora los cientos de miles de documentos hallados por el equipo de producción, en el antiguo centro penitenciario de Quito. ¿Está el Estado a cargo de organizar el inmenso Archivo de 139 años del expenal García Moreno? ¿Está el Estado ocupándose de rescatar este valioso patrimonio documental de la ciudad?


Establecimiento propuesto para guardar los presos con más seguridad y economía, y para trabajar al mismo tiempo en su reforma mora1, con medios nuevos de asegurarse de su buena conducta, y de proveer su subsistencia después de su soltura.  (Jeremy Bentham)

Eso es sin duda lo que hay de diabólico en esta idea como en todas las aplicaciones a que ha dado lugar No existe en ella un poder que radicaría totalmente en alguien y que ese alguien ejercería él solo y de forma absoluta sobre los demás; es una máquina en la que todo el mundo está aprisionado, tanto los que ejercen el poder como aquellos sobre los que el poder se ejerce.

(Michel Foucault)

Para las ciudades modernas, hay espacios condenados a la periferia eterna. Edificios gigantes se levantan en los bordes urbanos como los “barcos ebrios” que sirvieron para borrar a los locos de la sociedad del siglo XVII. Primero fueron los leprosos, luego los pobres, más tarde, los locos. Y locos eran también los pobres o los peligrosos políticamente, así que también iban a parar en el encierro. Aunque también están los muertos, que son, quizás, los únicos de esta estirpe que no necesitan ya luchar por recuperar su libertad.

En Quito, durante los siglos XVIII y XIX, se establecieron en sus bordes los cementerios de San Diego (1872) y El Tejar (1822). También se fundó el leprosario y manicomio San Lázaro (1875), en un edificio ubicado del otro lado de la quebrada que delimitaba la ciudad hacia el sur, y que había servido como sitio de retiro espiritual para religiosos. Pero, además, en 1869 se inició la construcción del panóptico, con el mismo modelo y los mismos objetivos disciplinarios que describiera Jeremy Bentham. La ciudad de entonces quería parecerse a París, como varias capitales de América Latina.

Quito, probablemente 1925. Fachada del Panóptico. Foto- autor desconocido. Archivo Fotográfico del Ministerio de Cultura del Ecuador.
Quito, probablemente 1925. Fachada del Panóptico. Foto- autor desconocido. Archivo Fotográfico del Ministerio de Cultura del Ecuador.

Mateo Herrera, en su último documental El panóptico ciego, presentado en la edición 14 de los Encuentros del Otro Cine, ensaya una comparación aventurada pero muy interesante: habla del panóptico de Quito como un monstruo convertido en un inmenso barco pirata cargado de prisioneros. La metáfora es útil para comprender la historia fantasmagórica que relatan sus imágenes dentro de este centro penitenciario –el más grande de la ciudad pocos días antes de ser desalojado por una disposición del gobierno ecuatoriano. El Panóptico de Quito –que tomara el nombre de su fundador, el presidente conservador Gabriel García Moreno– funcionó durante 139 en esta estructura de cinco pabellones en forma de estrella y tres plantas. Al 2014, su capacidad de alojamiento de personas detenidas fue saturada al 500%. El hacinamiento se convirtió en un problema insostenible para los gobiernos, hasta que se decidió la construcción de nuevos centros carcelarios y el traslado de cientos de personas privadas de la libertad, en todo el Ecuador.

celda 13Pero es más interesante aún que Mateo se haya propuesto contar la historia de los últimos 139 de una ciudad, a través de las cosas que abandonaron los presos y sus centinelas el día del desaolojo. En este recinto carcelario, donde el líder liberal Eloy Alfaro es venerado en la que fue su celda, la número 13, quedaron inmóviles cepillos de dientes, vajilla, ropa colgada, cartas de amor y de dolor, peines y besos impresos en un pedazo de cartón, versos impresos en el papel o en las paredes, billeteras y frascos de champú aún olorosos, restos de comida, restos de rabia, restos de vida. “Las cosas dicen algo. Piden ser escuchadas. Tienen información”, dice el guion de Jorge Núñez –con inmensos esfuerzos por salirse del estilo académico y frío–, cuando la cámara espía el silencioso vestigio de vidas enteras.

La historia que muestra Mateo es la historia de un mundo infinito dentro de otro no tan infinito. ¿Cómo enceguecer al poder panóptico?

Pero, una es la historia vista por el director y su equipo de investigadores, y otra, aún más impenetrable, es la del archivo documental que los productores hallaron. Cientos de miles de documentos relatan 139 años de historias humanas que develan también a la ciudad y sus transformaciones. Durante casi siglo y medio, la lógica panóptica en el expenal García Moreno fue revertida como un acto de resistencia y de supervivencia generalizado: intentaron sobrevivir los presos, sus guardianes y sus familias. Todos fueron sometidos a la desesperación del sinsentido. Todos se vieron obligados a inventarse un nuevo tiempo dentro del espacio impuesto, para recuperar su libertad. Para eso sirven las drogas y el sexo y el amor durante el encierro. Para escapar. Para obtener, al menos, una ilusión de escape. Dentro de los cinco pabellones, los internos adaptaron cocinas, habitaciones, armarios, locales comerciales, rincones clandestinos para el tráfico y la intimidad. Se inventaron códigos, lenguajes, desarrollaron técnicas de coerción como el refile, una especie de negociación corrupta en la que todos participaron, policías o internos, visitantes o internos. Tú me das y yo te doy a cambio de guardarnos el secreto. Aquí no somos ciudadanos sino sobrevivientes sin ley. “Sobrevivencia-trámite-dinero”, esa es la fórmula que el documental de Mateo Herrera descubre en el panóptico quiteño.

Es curioso y triste probar que, así como en los umbrales del siglo XIX se apartó a los locos, a los presos y a los pobres hacia la periferia urbana, hoy, que las ciudades modernas se transforman en grandes metrópolis globalizadas, el poder del siglo XXI haga exactamente lo mismo. El poder aprende a perfeccionar las técnicas para matar sin matar. Cree que los muertos no reclamarán jamás por su libertad, porque no entiende a la libertad.

Quito, 1976. Vista panorámica del ex penal García Moreno, de occidente a oriente, desde El Panecillo. Foto- autor desconocido. Archivo Fotográfico del Ministerio de Cultura del Ecuador.
Quito, 1976. Vista panorámica del ex penal García Moreno, de occidente a oriente, desde El Panecillo. Foto- autor desconocido. Archivo Fotográfico del Ministerio de Cultura del Ecuador.