Texto y fotos de Edizon León Castro
Una de las celebraciones religiosas de mayor significación para los afroecuatorianos es la fiesta de San Martín. El encuentro para celebrar al Santo se da en la isla de Limones, en el cantón Eloy Alfaro de la provincia de Esmeraldas. Luego comienza la procesión de balsas bellamente adornadas con materiales de la zona, sobre las aguas del río Santiago, en la que no puede faltar la estatua del Santo. El destino: un pequeño poblado llamado Canchimalero, donde se levanta una capilla construida en su nombre.
La espiritualidad −cuya matriz religiosa proviene del continente africano− es un proceso de construcción y deconstrucción, marcado por la esclavización colonial.
La prácticas religiosas llevadas en los cuerpos y en la cabeza de los esclavizados, en los barcos de la trata atlántica, fueron sembradas en los territorios donde se asentaron.
Fue aquí donde tuvo lugar la resistencia religiosa a través de los sincretismos. Las formas de imposición de la religión católica dieron lugar a las estrategias para sostener la espiritualidad de origen africano.
La fiesta de San Martín representa esas luchas de significados religiosos. Hay que escarbar en la música, en sus instrumentos, en los cantos materializados en los chigualos y alabados, y en los movimientos y ritmos de los cuerpos de los afrodescendientes, para descubrir la magia y el ébano espiritual africanos.
La celebración a San Martín se realiza desde hace más de 50 años. Una mujer se salvó de morir ahogada tras virarse la canoa en la que viajaba, justo en la bocana de Limones, frente a Canchimalero, una vez que se encomendó a él. Por eso decidió construirle un nicho donde reposa la figura del Santo Negro. Cada año, sus devotos lo sacan de ahí para realizar una romería por el mar.
Es así que se ha venido revelando que el Santo Negro −como se lo conoce también− representa a Eleguá, uno de los orishas afrocubanos del panteón yoruba, que es quien abre los caminos.
Esto es lo que se vive en las procesiones, a bordo de las embarcaciones que se posan sobre las aguas del río, para ser guiadas por este orisha que les va abriendo los caminos de la vida, de la prosperidad, de la felicidad. Esto es todo lo que justifica la inmensa devoción de sus fieles.
Sin embargo, esta devoción no solo acompaña en los tiempos de la fiesta, sino que está incorporada en la cotidianidad. Es fuerza y energías que se mueven, tanto en el mundo de lo profano como en el de lo sagrado. Está en las plegarias para las curaciones, en las peticiones para tener un buen destino, mediante invocaciones, a través de rezos, de oraciones y secretos.
La fiesta de San Martín se realiza cada 3 de noviembre. En ella se juntan los cuentos de personas que llegan de varias comunidades asentadas en los alrededores, como Borbón, Maldonado, Wimbí, Wimbicito, La Tola, La Tolita, Limones.
Después de haber pasado toda la noche ‘arrullando’, como una forma de venerar al Santo Negro, las comunidades ‘bajan’ en sus balsas adornadas. Deben contar con su grupo de mujeres cantoras para los arrullos, deben estar los bomberos con sus bombos, los cununeros y sus cununos, y últimamente también la marimba con sus marimberos.
Todo esto es organizado por las mujeres fiesteras y los priostes, que son quienes prestan la casa para acoger a los devotos. Es en esas casas donde va a ser arrullado el Santo antes de salir.
En otras comunidades, los días anteriores a la fiesta el Santo va pasando por varias casas para ser venerado cada noche con todo un despliegue de ritmos que evocan a distintas regiones del continente africano.
Todas y todos están invitados a participar, fortaleciendo así ese sentido de pertenencia y de comunidad.
Los fieles esperan que toda esa fe desplegada en la fiesta conceda la gracia y que sus peticiones sean escuchadas y cumplidas durante todo el año.
Pero esas peticiones serán reafirmadas en otras fiestas religiosas de vírgenes y santos patrones de las localidades.
Se condensan en esta fiesta varios elementos de la cultura afroesmeraldeña, como la comida con toda su variedad de encocados, la música, el baile, los cantos, la ritualidad, etc. Por eso, esta fiesta que representa la siembra de la espiritualidad se revitaliza cada año, afianzando así la existencia de los pueblos afrodescendientes.
San Martín bajaba…
Bajaba y con su escobita bajaba.