Por Daniela Game
La fotógrafa y escritora Daniela Merino presenta en la Galería +Arte la obra Herencia: un ensayo documental que explora el duelo por la pérdida de la casa de infancia.
La casa de los abuelos y la infancia son lugares que dejamos de habitar. Un día esa casa desaparece y es como si se llevara con ella la niñez. Cómo asumir esa pérdida, que no es solo la ausencia de paredes y muebles, sino el miedo a perder su memoria.
“Jamás podré volver a entrar a la casa de mi infancia sola”*
Daniela visita a su abuelo en el departamento al que se mudó unos años antes de que la abuela muriera. Hay varios familiares presentes ese día. Pasa de la sala a la cocina, donde recibe la noticia: Chillo, como llaman en su familia a la casa donde pasó su infancia, será vendida.
Después del divorcio de sus padres, cuando tenía tres años, ella y su mamá se fueron a vivir a la casa de los abuelos. Los afectos trastocaron roles: abuelos que se hicieron padres; madre, tía y tío convertidos en hermanos; un bosque que se transformó en paraíso porque por ahí pasó -eran los años ochenta- un cometa. Afectos de una niña a quien, ahora adulta, la llevan a registrar ese lugar, a fotografiarlo para preservarlo.
Daniela no sabe bien por qué decide hacer esto, no hay un fin o un proyecto. Sus días entran en un bucle temporal para capturar el pasado: ir a Chillo, recoger lo que puede, volver a casa, ordenarlo y fotografiarlo. Con cada visita constata una nueva mutilación. La buhardilla de su cuarto ha sido extirpada, la luz que antes salía a repartirse desde el techo hacia los rincones ahora lo ilumina todo, como un rayo que atraviesa la habitación. Daniela no quiere perder su infancia pero algo se pierde a medida que avanza con su registro fotográfico.
Los abuelos dejaron Chillo y se mudaron a un departamento en Quito en el 2010, después de un evento traumático. Ocho hombres encapuchados entraron una noche a la casa, agredieron a los abuelos y robaron algunas cosas. El asalto es el pivote entre el pasado y el futuro de la familia. Al día siguiente, ya nada sería igual en Chillo, pero algo en ella resistiría el abandono. Permaneció como refugio de fin de semana y lugar de celebraciones familiares. Siguió en pie durante casi una década a pesar de que el tiempo empujaba al olvido rincones, papeles, muebles y fotos.
“No sé lo que estoy buscando, pero tengo miedo de lo que voy a encontrar”*
Las visitas de Daniela para registrar la casa antes de que desaparezca se convierten, de pronto, en una labor complicada. Hay trabas, preguntas y dificultades que ella no entiende hasta que lo entiende: Chillo, en realidad, ya ha sido vendida. La decisión de venta no se siente compartida, el espacio familiar arrancado de raíz. No puede entrar sola porque esa ya no es su casa. Daniela es ahora una extraña que entra sin permiso, busca objetos y los objetos también la encuentran.
La casa empieza a ser derruida, hay escombros. Daniela se acerca a un montículo del jardín y descubre lo que nunca vio: los planos originales de Chillo. De los muebles que siempre estuvieron ahí, salen ahora los juzgamientos de horticultura de la abuela. Papeles, solo papeles, que traen al presente a esos abuelos jóvenes que compraron una casa para reconstruirla, que hicieron un jardín pensando en los colores, la estructura de las hojas, el olor de cada planta.
“Estoy en un tiempo donde todavía no existo, donde aún es posible empezar de nuevo”*
¿Qué hacer con todo esto? Después de cada visita, Daniela regresa a su casa y ordena los hallazgos, intenta poner en lenguaje lo que fue para ella vivir en casa de sus abuelos. Mientras trabaja en otro proyecto para su primer libro de fotografía, la vida se le atraviesa. El registro casi necio de su antigua casa y las dificultades que va encontrando a su paso se convierten, como diría Borges, en un instrumento, eso que le ha sido dado como arcilla, como material para su arte. Las fotos, llenas de nostalgia, tienen que ser algo más. Daniela busca entonces la mirada de otros, como la de Gabriela Moyano, directora de la galería +Arte. Juntas empiezan a encontrar un hilo que hable de esta casa y su desaparición.
Con Herencia, la casa se abre de nuevo. Daniela representa a Chillo en otro espacio dejándonos ver partes de su pasado, pero también de su proceso de pérdida, que es, en cierta medida, el de todos al despedirnos del hogar que acogió nuestra niñez. Las identificaciones entonces suceden, pero en esta obra alcanzamos algo más allá de la identificación. Herencia nos muestra lo particular de una familia, de una infancia; de lo que queda de ambas cuando el espacio que las contenía desaparece. Y cuando hablo de lo particular, hablo de lo que el arte permite: vivir plenamente el duelo.
La casa de la infancia, como lugar real, está destinada a desaparecer. Vive el éxodo inevitable del paso del tiempo, de unos habitantes que se van y de otros que llegan, de las ciudades y los pueblos que crecen llevándose muros, ventanas e historias. Como la muerte, sabemos que ese día llegará. Esa casa cerrará su puerta para convertirse en recuerdo y habremos dejado de ser niñas. Daniela hace de su duelo una búsqueda por la memoria y crea su propia herencia.
*Textos de Daniela Merino que forman parte de la museografía de Herencia.
Daniela Merino (Ecuador 1977). Artista visual que utiliza la fotografía, el cortometraje y la versatilidad del texto como medios para explorar la línea delgada entre la realidad y la ficción. La aproximación a sus sujetos es desde la reconstrucción de la memoria y la intimidad, a través de un lenguaje poético pero directo.
+ARTE galería es un espacio destinado a la exhibición, promoción y comercialización de arte en la ciudad de Quito, Ecuador. Pincha AQUÍ para obtener el mapa de la ubicación del sitio.
Explora el mapa Amazonía viva
La memoria de la herencia La memoria de la herencia La memoria de la herencia La memoria de la herencia