Por Juan Romero Vinueza / @jotaerreve1994
Sabemos que el mercado editorial de la poesía no es el mejor, pero eso no impide que varios libros vean la luz. En el 2016 se han publicado varios poemarios de autores ecuatorianos, dentro y fuera del país.
En esta lista, que es totalmente subjetiva, pretendo mostrar una parte de todas esas publicaciones. Específicamente, incluyo aquí a los libros que más llamaron mi atención y un comentario de un autor sobre la obra. No es una lista de los mejores, ni un top de ventas, sino una revisión propia de las lecturas que hice y que aprecié. Hay muchos más textos que no están incluidos aquí.
La lista está dividida en dos partes: la primera comprende a los libros que han visto su primera edición y también incluye a la antología de la obra de un autor; y, la segunda, es un bonus –o una yapa– de los libros que también se publicaron pero que, por razones de espacio y tiempo, únicamente menciono para que el lector tenga un espectro más amplio y no se rija solamente por la corta lista que he colocado al principio.
No incluyo aquí a los poemarios ganadores de premios en el 2016, porque esa lista merece un espacio especial en La Barra Espaciadora.
Poemarios
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B2 (Cascahuesos Editores, Perú, 2016) de Paúl Puma
Paúl Puma contrae la mano que escribe para que de esta no solo fluya un registro poético, sino varios y números registros que comunican conocimiento científico, matemático, informático, poético, de relación amorosa doméstica, implicando a un consorte y su pareja, a unos hijos, una vida cotidiana, unos cuartos, unos muebles, unos espacios donde todos, indefectiblemente, estamos ubicados. Y, a la vez, después de la contracción, el desgarramiento, la separación, la desilusión en la pareja, el sentimiento de culpa, el afán de contrición, el llanto al perdón (rasgo bíblico) encaminan esta obra novedosa y primigenia, de brusca búsqueda ulterior, a zonas de restitución en las que el libro deriva, tras la ingente proliferación, tras las modulaciones del anacoluto y los trasvases de materia, de materiales modernos y materiales tradicionales: obra sana, saneada, y en última instancia equilibrada y armoniosa, donde las rupturas se recomponen (“si se rompe se compone”, decía una vieja canción cubana) y terminan por ser libro largo, libro abarcador. // José Kózer (Cuba)
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Con un manuscrito en el horizonte (Editorial La Caída, Argentina-Ecuador, 2016) de Freddy Ayala Plazarte
El libro de Freddy Ayala Plazarte, escrito delicadamente, utilizando adecuadamente la puesta en página de los versos, bellos como su contenido, está conformado por partes dedicadas a la infancia, al Sol, al mar, a los manuscritos. Freddy Ayala Plazarte está a la misma altura que Ernesto Cardenal, y su pueblo debe reconocerlo como uno de los grandes poetas que tiene Ecuador. // Enrique Verástegui (Perú)
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Memoria y vértigo (Casa de la Cultura Ecuatoriana, Ecuador, 2016) de Carlos Luis Ortiz
En su reciente poemario Memoria y vértigo, Ortiz nos acerca a su versión de identidad, como el mapa disperso cuyas regiones son talladas por el sueño y las íntimas desgracias cotidianas. Rescatadas como revelación y no como reflejo, en el trazado leve de las palabras que se juntan en el aire, donde aparecen las siluetas de nuestras inquietudes para descubrir lo que somos y escondemos, lo que tenemos y nos ha sido saqueado. […] Al convocar, despoja los fantasmas que enmarañan la existencia y se desvía del camino de quienes no actúan y ven la vida desde la barrera. El poeta se involucra en el acontecer de la vida cotidiana, en sus dolores y vacíos, cuando dice: cómo sube la memoria a los tejados donde nada queda. Aun en diálogo con los que no están, para hacernos partícipes, como animales mutantes que somos, de un mundo abierto y sensible. // Antonio Correa Losada (Colombia)
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Obituarios de la carne (El Ángel Editor, Ecuador, 2016) de Gabriel Cisneros Abedrabbo
Precisa, como un puñal, la poesía de Gabriel Cisneros hiende nuestra carne y obliga a la lectura; cada verso es un imperativo a perseguir al escriba con su caudal interminable de metáforas y recursos estilísticos. Ese verbo que nos habita desde sus desfallecimientos y obituarios para transmutar la sangre en poesía. Dueño de un estilo particular, su poética discurre entre el despojo y el desvarío. Es así como encontramos la materia y el corpus en el que el poeta transgrede y reta, sonríe y debilita, en medio de paradojas y extremos sensoriales profusos y planeados en forma minuciosa. // Catalina Sojos (Ecuador)
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Sovoz (escritos deformes) (Todos tus crímenes quedarán impunes, Ecuador; Hanan Harawi, Perú, 2016) de Yuliana Ortiz Ruano
“Sovoz” significa “en voz baja”. Este poemario es como un susurro de un niño que busca, en una nostalgia constante, poder palparse y sentir que existe. La voz poética es cercana a un juego de los sentidos, que quieren definir la existencia de un hablante lírico y de su genealogía perdida: un viaje hacia al embrión, sin conocerlo del todo bien. […] El reconocimiento de la voz lírica, como una más de una genealogía que se encuentra en la “isla de mi apellido materno”, hace que el hecho de nombrarse deje de ser una tristeza incalculable que se mantiene en el texto, y que se transfigure en una alegría a pesar de esa tristeza. Este poema es la reinvención de una propia patria –¿o el descubrimiento de la misma, y la reconfiguración de la palabra patria?–, a través del canto primero (poesía) de quienes antecedieron a este texto, de quienes ya no están en el mundo, pero quienes aún permanecen en las líneas ocultas de este libro. // Juan Romero Vinueza (Ecuador)
Antologías:
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Manchas de agua (Cinosargo Ediciones, Chile, 2016) de Roy Sigüenza
TUNDIR POR CONTENER que nada se desborde: no debe haber derrame, porque es físicamente inadmisible y porque “nada quedará de este vaso displicente” (Tropecería del ambulante, 2). Debe dejarse ver que el poema planea en superficie, como el pez volador de Octavio Armand, porque “nadie conoce mejor el abismo”, como dice en su 4 poética de las branquias: “parece querer tragarse el espacio”. El objeto es que al entrar y salir del lenguaje, Sigüenza se sumerge a fondo (La poesía: un entredicho que se va aclarando o se zambulle frente a la amenaza de silencio, final de “Cabeza quemada”) para emerger de pronto hacia el sentido (Denle a Viana la ola / y le parecerá el camino, “Ella, la estremecida”). […] ESCRIBIR en tiempos de esta oscura contemporaneidad –dado el entrecruzamiento febril de decires antitéticos y el espacio dominante, según Eduardo Milán, de una especie de sub-poesía– podría resultar una operación estéril, a menos que uno escriba de este modo (con ruptura y a la vez sin dejar de hacer constar, extremando los silencios y gritando) manifiesto dúctilmente en esta selección, Manchas de agua. Lo demás solo es Sigüenza. Y Góngora. // León Félix Batista (República Dominicana)
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Mi corazón contra las piedras (El Ángel Editor, Ecuador, 2016) de Ana María Iza
Iza es la poeta de la intuición. Con ella, la mínima dosis de inspiración y las toneladas de transpiración de las que habló Einstein sudan por dentro. Ella saca el poema, sin que Mallarmé le haga acuerdo que la poesía no está escrita de buenas intenciones sino de palabras. Cuando emergen los poemas de su mente poblada por un bestiario personal que es su propio dolor, sale ya el poema completo. Me dijo alguna vez la poeta (y no “poetisa”) que los poetas tienen unas antenas en donde se capta todo lo que los otros parecen no ver. Las voces de los otros son entonces los poetas. Y ella es la voz de la salvación. […] Le dolió el mundo y aprendió a verbalizarlo. Solo lo que se nombra, existe. Lo no nombrado es lo desconocido. Ya lo dijeron los hebreos: Que Dios se hizo verbo. Conclusión: si Ana María no escribiera creo que estuviera muerta. O loca. O, por lo menos, en estado vegetativo. He ahí el asunto de la intuición. Ella no hace doctorados para hablar lindo, a ella le salió el ritmo cuando la vida le enseñó a decir las palabras // Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador)
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Antología Poética (CCE, Ecuador, 2016) de Efraín Jara Idrovo
Dese sus primeros versos, Jara confronta su yo interior con el cosmos, la Historia, el océano más cercano y enigmático que lo encierra. Oposición que marca radicalmente su discurso lírico hasta volverlo único, intransferible, cruzado por aquellos desencuentros y metáforas que ahondan la desolación y el aniquilamiento. Melodía plena de subjetividad y desencanto. Requisitoria de un yo fragmentado que busca al otro lado de la ruptura, las variaciones expresivas que reunifiquen su unidad, que le confieran armonía y sosiego al extravío personal o simbólico que conmociona su existencia.
Antología que recupera la sensibilidad, el espíritu crítico, la lucidez artística de un apasionado dispuesto a potenciar su lenguaje hasta alcanzar la libertad creativa que sustente su permanencia sobre la Tierra. Verbo ágil, profundo, sollozo desgarrador que desde múltiples resonancias se ahonda en su propia orfandad con la sola intención de explicarse los destinos impuestos, reinventar los sueños, aligerar las dudas, señalar los rumbos y tornarse seductora, urgente en el compromiso de afincar y consolidad la identidad de nuestra poesía contemporánea. // Raúl Pérez Torres (Ecuador)
Bonus
Otros libros de poesía que también se publicaron este año son: Ceniza (Eskeletra Editorial, Ecuador, 2016) de Danny Torres Estrella; Cuarto de mujeres (Editorial El Conejo, Ecuador, 2016) de Jota Kintana; Hacen falta pájaros (El Ángel Editor, Ecuador, 2016) de Juan Suárez Proaño; Iris negro (Transhumante, Ecuador, 2016) de Fernando Albán; Los tiempos de la humanidad (Editorial El Conejo, Ecuador, 2016) de Cristián Avecillas; la antología Todos los Madrid, el otro Madrid (PRE-TEXTOS, España, 2016) de Edwin Madrid; y, mi primer poemario, Revólver Escorpión (Editorial La Caída, Argentina-Ecuador, 2016).
Espero que con esta pequeña muestra de toda esa poesía que se publicó este año, haya podido ayudar a los lectores a que empiecen a tener nuevas lecturas y búsquedas que antes no habían realizado, por desconocimiento o lo que fuese.