Por Marco Pareja A / @marcoalejop
Un delicioso café en la mañana es la bebida preferida de Dale Cooper, agente del FBI en Twin Peaks. Esta serie de televisión de culto, creada por el productor y realizador Mark Frost y el multifacético David Lynch a comienzos de los noventa, también dio origen al polémico filme Twin Peaks: Fire walk with me, precuela que dirigió el mismo David Lynch y que vio la luz en 1992.
Ver por segunda vez esta serie, a parte de provocarme ganas de tomar café y comer rosquillas, me abrió la percepción para redescubrir un mundo místico, de personajes suigéneris acorralados por la crudeza de un asesinato. Se trata de un crimen aparentemente común pero que, con el pasar de los capítulos, se aleja de lo terrenal para coquetear con lo metafísico y con lo absurdo.
En el pequeño pueblo norteamericano de Twin Peaks, una mañana, Pete Martell encuentra el cuerpo sin vida de Laura Palmer, envuelto en una funda de plástico a orillas del lago. El agente del FBI, Dale Cooper será el encargado del caso y deberá descubrir quién fue el asesino.
Sin duda, esta trama resulta familiar. Hemos visto algunas series o filmes que, de alguna manera, tratan este asunto. Pero no debemos olvidar que esta serie nació a principios de los noventa, y fue toda una novedad, causó conmoción y locura en las familias estadounidenses, Who killed Laura Palmer? era el tema de conversación en oficinas, universidades o restaurantes.
Twin Peaks podría resultar no tan novedosa o cruda al verla hoy (obvio, luego de series tan explícitas e incluso impactantes como Breaking Bad), pero sin duda esta producción ha influenciado muchos seriales actuales como True Detective o The Killing. A Twin Peaks no le falta sangre, suspenso, violencia u horror. Pero estos no son sus únicos ingredientes, no es una serie de televisión común, su mundo está anclado fuertemente en lo bizarro y en lo surreal como sus personajes: BOB, la encarnación del mal; El hombre de otro lugar, un enano que viste un elegante traje rojo y aparece en sueños; o el mismo Dale Cooper, adicto al café y amante de la tarta de cereza. Sus situaciones absurdas provocan risa y a la vez extrañamiento. Su realización: movimientos de cámara perfectamente logrados, ausencia casi total de la cámara en mano, tan común actualmente. Una atmósfera de tonos cálidos y saturados que nos recuerdan muchas veces a novelones de los setentas, gracias también a la grandilocuencia en ciertas actuaciones, como la de Grace Zabriskie en el papel de la madre de Laura. La increíble música de Angelo Baladamenti, (fiel colaborador de Lynch en otras de sus obras como el filme Blue Velvet (Terciopelo Azul), de 1986 ), que hipnotiza con cada acorde. Casi embrujados hacemos un recorrido a través de este infierno, una comedia absurda y horrorosa.
Twin Peaks tuvo sus fans allá por 1990 y 1991, los tiene ahora y esta comunidad de fanáticos enfermos seguirá creciendo. En Internet se encuentra un sinnúmero de páginas, grupos, redes sociales o personas que le rinden tributo de una manera u otra. Hay artículos de colección como El diario de Laura Palmer, escrito por la hija de David Lynch, donde se revela la intimidad del personaje unos años antes de morir. Esta comunidad de culto no ha dejado de idolatrar esta obra de arte para televisión y pronto verán cumplido su mayor anhelo, en el 2016, cuando la ansiada tercera temporada regrese a la pantalla chica. Nueve capítulos de la mano de sus creadores: Frost y el mismo David Lynch, quien dirigirá la serie completa. El relato se desarrolla 25 años después de lo sucedido en las primeras dos temporadas, tal como lo profetizara Laura Palmer. Cabe aquí la pregunta, ¿qué otras series para televisión se pueden o podrían dar el lujo de sacar una tercera temporada 25 años después de un abrupto final? Yo creo que ninguna.
Donde sea que vivan, por todos los medios, intenten ver Twin Peaks, y si ya la han visto déjense llevar nuevamente, acompañados de una taza de café, a lo Dale Cooper. Aún queda tiempo para ver los primeros 30 capítulos, y esperar impacientes al 2016.