Por Lorena Serrano / @LoLo2893
Sara cerró sus ojos. Segundo, un peón de la hacienda, le dijo que lo hiciera. Años después ella también cerró su cuerpo. Se refugió en el silencio y en la soledad de su ceguera. Ahora es momento de volver a recorrer aquel lugar, recoger sus pasos y revivir aquella infancia, cuando la penumbra invadió su vida.
Joe Houlberg estrenó el 1 de julio su opera prima, Sed. Un thriller psicológico que se inmiscuye en nuestra mente y juega con nosotros sin recelo. Joe también lo llama un “drama psicológico, porque tiene suspenso y podría ser un thriller mágico”. Él está consciente de que es una propuesta bastante arriesgada.
Abre tus sentidos, mira lo que transcurre, déjate llevar por ese morbo de saber qué sucede con el otro. No dejes que te vean. Regocíjate con sus placeres y sus deseos ocultos, no dejes de mirarlo todo a tu alrededor.
(canción pasillo nocturnal)
El pasillo Nocturnal, del compositor ecuatoriano Luis Humberto Salgado, es el track principal de la película. Joe aprecia y valora a este músico cayambí que murió en 1977 y que es muy poco conocido en su propio país. “El 90% de su música todavía no ha sido interpretado, todo está en papeles”. Junto a Salgado, Joe decidió hacer sonar la obra del maestro Gerardo Guevara y del grupo Los Chigualeros. Así se marca la historia de Sara, entre sus deseos reprimidos y su sed por ver, a través de las notas de este piano, los ritmos tropicales y los abundantes silencios. El mayor acierto de Sed, quizás, es la banda sonora.
Sed se filmó durante 18 días en una hacienda cercana a Quito. Joe revivió su infancia de tardes en praderas, cuidando ganado y creando recuerdos únicos, hasta que la noche llegará y toda esa felicidad desapareciera bajo el azul. Sus miedos se ven reflejados en su película.
Este filme narra la historia de Sara, ciega desde su infancia, quien al volver a la hacienda en su juventud, experimenta cómo todo lo sucedido se devela y revela la razón de esa oscuridad.
Ella vive reprimiendo su cuerpo y sometida a sus miedos. Se mira a través de su novio, Jota, personaje inspirado en la película de Hitchcock Frenzy. Otro gran acierto del director.
Ella vive a la sombra de sus descripciones del mundo exterior y crece reprimiendo su deseo sexual. Jota, con una mirada penetrante y con manos duras, controla aquella relación desde la ambigüedad. Sara no tardará mucho en descifrar a este personaje hasta dominarlo. Lo mira sin verlo y con su cuerpo sobre el de él cambia el juego.
Todo se mueve en un solo entorno: la hacienda. Simon Brauer trabajo mucho en el escenario, para mantenernos atrapados en ese solo espacio sin dejarnos lugar a la distracción. “El respiro se da en la progresión estética de la fotografía para acompañar a los personajes en su evolución”. Planos cerrados y sonidos fuera de campo confunden al espectador, que desesperado no quiere dejar de controlar todo a través de su mirada.
“Los indios son ignorantes”, afirma Carolina, prima de Sara, en medio de la mesa. Lo dice mientras se sirve una guagua de pan bien hecha, que despedaza con cierto furor. Ignorancia, clasismo heredado, prejuicios coloniales que asoman sobrevivientes, siglos de historia dentro de una casona antigua. Segundo, aquel humilde peón que cuidó de Sara como si fuera su hija, pasa casi desapercibido, como siempre.
El filme –a través de la historia personal de Sara– viaja por la sexualidad, el postcolonialismo y el miedo histórico. Cuando la historia se sume en el silencio, el espectador se ve obligado a guiarse por el juego de miradas de los actores. Sin proponérselo, Joe ha creado una experiencia cinematográfica interactiva. La tensión de esas miradas, los deseos reprimidos componen el primer thriller psicológico hecho en el país.
¿Quién es Joe Houlberg?
