“Bang, bang, my baby shot me down”.

Nancy Sinatra

Damián De la Torre Ayora / @damiandelator

El lector es un tiro al blanco. Sus ojos se transforman en el centro, porque por allí entran las balas hasta llegar al corazón. Ese efecto es el que produce leer la obra de Solange Rodríguez Pappe (Guayaquil, 1976). Esa sensación es la que provoca cada disparo que lanza en los cuentos que conforman Balas perdidas, una obra que hace más de una década ganó el Premio Joaquín Gallegos Lara y que ha sido reeditada por el Colectivo Merries en la Editorial Artemisa.

¿Por qué reeditar un libro? ¿Por qué reseñarlo cuando doce calendarios se han consumido? Una primera parte de la respuesta se resuelve con el epígrafe que Rodríguez había seleccionado en su momento, una frase letal de Oscar Hahn: “vuelves a mí porque el asesino siempre vuelve al lugar del crimen”. Esto se complementa con la sobrevivencia a través del tiempo: no todas las obras perduran, pero, en este caso, el silbido de cada balazo continúa siendo un eco eterno: la permanencia y pertinencia de su narrativa están intactas.

Esto lo corrobora no solo esta reedición. La lingüista y poeta Valeria Guzmán, durante la presentación del libro en Quito (16 de diciembre de 2022), reveló no solo la inequidad de género en nuestras antologías, sino la trascendencia de Rodríguez al revisar cuántas veces ha sido antologada: “En un primer corte de antologías publicadas entre 1960 y 2000, fueron antologadas únicamente un 5% de mujeres; como dato curioso, la autora más antologada fue Eugenia Viteri. A partir de 2001 a la fecha, se antologa al menos un 25% de mujeres y la autora más antologada ha sido Solange Rodríguez Pappe”.

Lo señalado no es para menos y se confirma si uno se deja alcanzar por una bala perdida de Rodríguez quien, como una cazadora furtiva de las palabras, construye un arsenal literario jugando con los orificios de un revólver. Seis cuentos conforman las primeras balas de su arma. Luego, otro texto es la pólvora de una nueva recarga que da paso a otros seis cuentos. Y, si alguna de esas balas tan solo hiere, una nueva recarga trae otros seis relatos. Pero la pólvora imaginativa no está mojada: habrá tiempo para otro cuento que sirve de tercera recarga para concluir con un tiro de gracia. Así, veintidós disparos penetran en quien la lee, para que Rodríguez cuente con la inmortalidad de la escritura bien lograda.

Solange Rodríguez
La reedición estuvo a cargo del Colectivo Merries y la Editorial Artemisa. Los textos cuentan con ilustraciones.

Una inmortalidad que no del todo comparte ese viajero del siglo llamado Andrés Neuman, lo que no va en desmedro de la trascendencia. El escritor argentino al referirse a los cuentos de la escritora ecuatoriana en la contraportada dice: “La escritura, ciertamente, no nos vuelve inmortales. Pero, cuando es tan refrescante como la de nuestra autora, hace que valga la pena pensar en lo asquerosamente mortales que somos”.

Lo antes señalado, en su mayoría, se refiere a la forma. El contenido, es decir, el plomo que aploma a su narrativa, se funde con cuentos cortos que hablan del amor y del desamor, de los sueños y de las pérdidas, de dios y muchas otras invenciones, para dejar en claro que el peligro que se debe correr es el de la literatura, el de la imaginación.

La primera descarga arranca con Auto de fe. Se trata de brevísimas líneas donde se deja en claro que “al cuentista le irrita la novela” y que solo entiende a la misma cuando “ésta se vuelve un compendio de hojas voladoras, una colección de pequeños cuentos”. Después, viene un cuento que parece epifanía. Explicación de juego impresiona por el paralelismo que marca con la serie El juego del calamar, pero hay que considerar que fue escrito muchos años atrás; además que, tras la lectura y el mirar la serie, el lector es el gran ganador. Un tercer disparo viene con Episodio aberrante, una historia que, nuevamente, apela a la visión vidente de la autora, pues esta vez traza lo sucedido en la pandemia por el coronavirus cuando ni siquiera nos era familiar su existencia. De lo único que se sabía, y que se sabe, es que un beso puede romper hasta la más estricta norma de higiene.

Los siguientes disparos continúan recargados del elemento fantástico. Hospedaje nocturno sobrepasa la noche gracias al poder de la imaginación y que en medio de la soledad pueden aparecer duendecillos que no solo acompañan, sino que dan sentido a lo inexplicable. O cómo La pierna puede transformarse en una especie de vientre para incubar toda una vida y relatar los quehaceres que la conforman; o cómo una munición perdida puede incrustarse fuertemente en el pecho, porque Un hombre armado dispare con o sin puntería puede ser el misil dentro del corazón cuando la bala lleva el plomo del amor.

Y así llega el momento de otra recarga. Un suspiro para hablar del Sueño recurrente mientras se alistan los siguientes balazos. ¡Pum! Un cuento marca el siguiente apartado para mostrar que “ningún misterio es un asunto no resuelto”, pues todo “se puede resolver con creatividad”.

De esta manera se llega a la segunda recarga. Un apartado que detona el Problema de lógica #1, un texto que cuenta la vida de Salvador, quien pese a su nombre no ha salvado a nadie, pero servirá como acertijo para plantear lo víctimas y victimarios que solemos ser. En La soledad de las especies, la princesa no es quien espera ser salvada, sino que en la torre del castillo está la mujer dragón reflexionando sobre el no ser rescatada, porque nadie corre el riesgo de conocerla tan solo por las apariencias de sus escamas. Le sigue uno de los cuentos más generosos: Pistola cargada involucra al lector, lo hace participar, y le enseña que ese texto ya le pertenece y que puede escribir el final que desee.

A través de los Problemas domésticos el mundo de las hormigas, esas que se cuelan en nuestras cocinas en busca de las migas, abordan el tema del hambre; mientras que en No solo los dinosaurios duermen está presente el insomnio para contemplar el mundo con la mirada de una salamandra que termina siendo nuestros propios ojos. O los ojos de La mujer que ama a los hombres, que mientras esperaba el amor conoció muchos cuerpos que le permitirán saber que lo mejor estaba por venir, que le ayudarán a reconocer que el amor ha llegado.

Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. Seis cuentos más se detonaron. Llega el momento de una nueva recarga. Un solitario balazo lo constituye Taxidermia. Se trata de uno de los cuentos más largos del libro, cuya fantástica belleza se resume en que la memoria se diseca gracias a los recuerdos.

Solange Rodríguez
La escritora Solange Rodríguez y la poeta Valeria Guzmán, tras la presentación del libro en Quito.

Otras seis balas están listas. Sus disparos son veloces sin que dejen de ser efectivos. Novela roja reflexiona sobre lo que podría considerarse mal escrito, aquello que en el tiempo resultará tan borroso como un tatuaje dibujado con tinta de mala calidad. En Tres con catorce pm, dos cuerpos pueden atraerse como imanes, pero nada ocurre si sus miradas no se cruzan en el tiempo exacto; mientras que Dormir con Julio es la historia de seguir contando historias, pero sobresale por su presentación, la cual es expuesta en viñetas. En Procedimiento sin anestesia, Rodríguez aborda el dolor, la enfermedad, sin dejar de lado un aire de esperanza, porque “operar, como todo en la vida, conlleva cierto riesgo”. Las últimas dos balas se disparan seguidas. Crónica del hambre y Espantos congénitos tienen olor a sangre, a carne. El vacío del estómago produce un sufrimiento tan grande como aquellas enfermedades que carcomen a nuestros seres queridos y que, terriblemente, podríamos heredar.

Llega la última recarga. Se trata de Tiempo de parejas. Una historia donde la bala está cargada con lo más fulminante de cualquier relación: la rutina. El replantearse que la convivencia no debe matar al amor, sino más bien construirlo. Y es que de eso se trata la vida, de construir, de crear. De ser capaces de moldear nuestros propios mundos míticos, como lo demuestra el apartado final que trae la historia de Rassa o el sueño de Dios a modo de tiro de gracia, pero que, curiosamente, juega a la inversa, porque en vez de apagar, resucita al lector quien no da por muerto al libro pese a que los casquillos hayan formado la palabra fin. De ahí lo fantástico de la literatura, de ahí la importancia de la reedición y las relecturas, de ahí la importancia de la narrativa de Rodríguez.



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